Opinión

Cansancio a nuevas ampliaciones en la UE

Las posibilidades reales de ingreso para Ucrania, Moldavia y otros países postsoviéticos, en el corto o incluso medio plazo, son escasas

CHISINAU (Moldova, Republic of), 30/07/2025.- President of Moldova Maia Sandu delivers her speech during a press conference after the meeting of the Supreme Security Council in the presidential palace in Chisinau, Moldova, 30 July 2025. Sandu spoke about Moldova's insecurity crisis, Russian hybrid attacks, and foreign influence in electoral preparations. Moldova will hold parliamentary elections on 28 September 2025. (Elecciones, Moldavia) EFE/EPA/DUMITRU DORU
La presidenta de Moldavia, la europeísta Maia SanduDUMITRU DORUAgencia EFE

Durante varias décadas, la política posterior al régimen soviético ha estado dominada en gran medida por la idea de que los nuevos Estados independientes debían elegir entre Rusia y Europa, y este paradigma se ha ido reforzando a medida que Rusia se alejaba de Occidente. Las lemas proeuropeas han sido muy populares en casi todos los países que se sentían «con derecho» a unirse a Europa, desde Bielorrusia, Ucrania y Moldavia hasta Georgia y Armenia. Los políticos intentaron sacar partido del deseo de los pueblos de disfrutar de las libertades y el bienestar europeos, y se mantuvieron en el poder durante más de veinte años, desde el éxito de Mijail Saakashvili en Georgia y Viktor Yushchenko en Ucrania en 2004 y 2005, seguidos por muchos otros, entre ellos Maia Sandu, reelegida presidenta de Moldavia.

El sueño europeo ha sido una promesa vendida con éxito en todos los rincones del vecindario oriental de la UE. Liberales ucranianos, comunistas moldavos, reformistas georgianos y nacionalistas armenios apostaron por ese futuro compartido, pero sin resultados significativos hasta ahora (mencionaré aquí que las recientes elecciones en Georgia y Moldavia son prueba de que el sueño europeo se ha desvanecido considerablemente: en el primer caso, los partidos proeuropeos fueron derrotados en las elecciones parlamentarias y en el segundo el presidente triunfó gracias al fuerte apoyo de los emigrantes moldavos que ya habían tomado su «decisión individual» al abandonar su país y establecerse en diversos países de la UE). No fue sino hasta 2022 –tras más de quince años de aspiraciones y sacrificios por parte del pueblo ucraniano– cuando la UE decidió finalmente otorgar a Ucrania el estatus de país candidato. Un gesto más simbólico que estratégico, motivado en gran medida por la necesidad de mostrar respaldo frente a la agresión rusa. Moldavia y Georgia recibieron el mismo estatus en 2022 y 2023, respectivamente, pero cabe dudar de que estas decisiones se hayan tomado con la intención real de integrar a estas naciones en un futuro próximo.

Conviene recordar un dato revelador: la Unión Europea no ha sumado nuevos miembros desde hace ya más de una década. La última ampliación tuvo lugar en 2013 con la incorporación de Croacia. Desde entonces, vivimos el período más largo sin nuevas adhesiones en toda la historia del bloque (entre 1973 y 2013, el ritmo de ampliación fue constante, con una media de apenas seis años y medio entre cada nuevo ingreso). Aún más elocuente es el contraste en los tiempos de integración. En aquellas décadas doradas de expansión entre 1973 y 2013, el promedio desde la solicitud de adhesión hasta la entrada efectiva en la UE era de menos de ocho años (desde los ágiles dos años y nueve meses que necesitó Finlandia, hasta los casi catorce años que requirió Chipre). Hoy, sin embargo, los candidatos actuales muestran muchos menos avances. Montenegro negocia desde 2008, Serbia y Albania desde 2009, y Macedonia del Norte lleva esperando desde 2004. Curiosamente, todas estas naciones ya han sido aceptadas por la OTAN entre 2009 y 2020, lo que evidencia que, en términos de seguridad, Occidente ha mostrado mayor receptividad. Esto demuestra que la Unión Europea está algo cansada tanto de la ampliación exterior como de la consolidación interna, ya que ni siquiera los recientes retos geopolíticos bastan para impulsar a los europeos, por ejemplo, a desarrollar una fuerza militar común, que lleva más de 20 años debatiéndose.

Me gustaría estar equivocada, pero todo indica que ningún país postsoviético debe hacerse ilusiones con una entrada próxima a la Unión. Las razones son tanto geopolíticas como económicas. En este momento, la Unión está preocupada por el desarrollo de sus capacidades de defensa, ya que se siente amenazada por Rusia y abandonada por EE UU, por lo que seguirá siendo extremadamente cautelosa con respecto a la integración de nuevos países del Este (los tres candidatos postsoviéticos tienen un historial de conflictos militares con Rusia y se enfrentan a problemas importantes en relación con su integridad territorial). Además, existe una creciente preocupación cada vez más visible: ¿tiene la UE la capacidad real para extender su modelo económico y político a Ucrania o Moldavia? Aunque existe un amplio apoyo a la lucha de Ucrania entre las naciones de la UE, incluso en Polonia, apenas un tercio de la población cree que su país debería respaldar la adhesión de Ucrania. Las propias instituciones europeas han tenido que redoblar esfuerzos para garantizar, siquiera, los principios de libre comercio que prometieron a Ucrania en 2022. Si se tiene en cuenta el principio de unanimidad que rige los procesos de integración, el panorama se vuelve claro: las posibilidades reales de ingreso para Ucrania, Moldavia y otros países postsoviéticos, en el corto y medio plazo, son escasas.

Además, cabe destacar que, en algunos casos, aquellos países que expresan su deseo de acercarse a la Unión Europea mantienen en realidad una estrecha cooperación económica con Rusia. Por ejemplo, Armenia, que recibió un Plan de Resiliencia y Crecimiento de 270 millones de euros de la Unión Europea en 2024, infringió masivamente las sanciones de la UE contra Rusia, aumentando sus reexportaciones de oro ruso, principalmente hacia Oriente Medio y los países del Golfo, en... 17 veces en 2023-2024, sin mencionar otros acuerdos comerciales y de inversión lucrativos con Moscú (el mismo razonamiento, aunque en menor medida, se aplica también a Georgia, que está reforzando su cooperación con Rusia).

La primera cumbre UE-Moldavia se celebró el 4 de julio de 2025 con el objetivo de garantizar que la profundización de la cooperación entre ambas partes contribuyera al desarrollo democrático del país. Pero, ¿qué pasará después? En la actualidad, Europa necesita miembros con economías sólidas para sobrevivir a la turbulencia geopolítica a la que se enfrenta. Hoy en día, Europa carece de entusiasmo por la ampliación, y sería preferible moderar el discurso al respecto, tanto para los políticos de Bruselas como para los líderes postsoviéticos.

En conclusión, diría que los responsables europeos deberían ser conscientes de aquellos responsables políticos de los países postsoviéticos que especulan intensamente sobre el futuro europeo cercano de sus naciones. Sus promesas, tan audaces y difícilmente realizables como las pronunciadas por la presidenta Sandu durante su última campaña electoral en Moldavia, inducen a error a los votantes y pronto podrían convertirse en una fuente de gran desilusión para sus compatriotas, alejando a sus países de Europa (como ocurrió con Turquía y más recientemente con Georgia).