Internacional
Carlos Payá: «Buscamos la democracia en Cuba, no es una utopía»
Opositor exiliado en España. El hermano del disidente cubano fallecido denuncia las atrocidades del «embaucador» Fidel.
–¿Qué significado tiene la muerte de Fidel para los exiliados?
–Su muerte, apartado desde hace años del poder decisorio dentro de Cuba, ha tenido un impacto mucho menor que el que podría haber tenido si hubiese muerto en el poder. De alguna manera, su fallecimiento ya se esperaba. En cualquier caso, nosotros, desde el Movimiento Cristiano Liberación, nunca hemos puesto las esperanzas de cambio en Cuba en que una persona viviera o no, sino en lo que los cubanos, tanto dentro como fuera de la isla, podamos hacer.
–¿Es la muerte de Fidel una herida de muerte para los movimientos populistas en Suramérica?
–Como mito nefasto, sí, porque, por diversos motivos, en Latinoamérica y en Europa constituía un símbolo del David contra Goliat, encarnaba el antiamericanismo, que es muy típico en varios sectores de la izquierda de Suramérica, que con una ceguera tremenda criticaban dictaduras de derecha y, siendo el régimen cubano una dictadura de izquierdas, hacían oídos sordos a los desmanes de este dictador criminal, o incluso se le justificaba, como también hay gente que va con una camiseta del Che Guevara, que era un vulgar asesino.
–¿Qué le ha parecido la reacción de los cubanos de la isla?
–La misma que podría darse en Corea del Norte, pero con rumba.
–¿Cuál es el ascendente que tiene la familia Castro en Cuba? ¿Es una dinastía?
–Es una dinastía, pero hay que entender que el símbolo principal era el patriarca de la familia, el tirano mayor que acaba de morir. Era el que consiguió embaucar a buena parte de la población, que, en un principio, creyó de buena fe en esa revolución, que luego el propio Fidel traicionó. La gente todavía habla miméticamente como si Fidel fuera el padre de los cubanos, pero situémonos en la España franquista, a ver la gente qué opinaba. La influencia de esta dinastía no se puede evaluar de una forma correcta, precisamente porque está tergiversada con un fenómeno de la propia tiranía: el terror. Todos aquellos que van a ir a su entierro, en cuanto puedan, se largan de Cuba.
–¿El sueño de una Cuba democrática es posible?
–Claro que es posible, y más que soñarlo, lo que hacemos es trabajar en ello, no como si fuera una utopía, porque no lo es. Queremos usar mecanismos que vayan «de la ley a la ley», es decir, que en un momento dado haya una cantidad importante de legisladores que sea capaz de llevar a cabo los cambios, pero para eso queremos que la Ley deje de ser injusta para que los candidatos dejen de ser meras marionetas en manos del Partido Comunista.
–¿Cree que los líderes opositores podrán convertirse en los futuros líderes políticos del país?
–En vez de estar eligiendo ya presidente, como algunos pretenden, tendremos que exigir los mecanismos para que puedan darse esas condiciones. En el momento en el que la gente se pueda presentar libre y democráticamente, ya se organizarán los ciudadanos en partidos.
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