Relaciones EEUU/Cuba

Carmelo Mesa Lago: «La presión de los congresistas cubanos es muy fuerte»

El economista cubano cree que las reformas de Raúl Castro son «lentísimas»

Carmelo Mesa, economista cubano
Carmelo Mesa, economista cubanolarazon

Exiliado en EE UU desde 1961, sus numerosos libros sobre la historia económica de la isla son una referencia obligada para analizar la deriva del sistema comunista de los Castro

Carmelo Mesa Lago, de 82 años, es uno de los economistas cubanos más respetados. Exiliado en EE UU 1961, sus numerosos libros sobre la historia económica de la isla son una referencia obligada para analizar la deriva del sistema castrista. Mesa-Lago ha estado recientemente en España para presentar en la Casa de América un nuevo título, “Voces de cambio en el sector no estatal cubano”, un libro coordinado por él mismo con la colaboración de otros cuatro autores, en el que se recogen 80 entrevistas a emprendedores y usufructuarios, y un análisis del incipiente sector privado en la isla.

-¿Cómo ve la postura de Trump sobre Cuba?

-Las últimas semanas Trump ha vivido con una conmoción diaria. Cada día aparece una cosa nueva, y eso le ha distraído muchísimo. Lo ha puesto en una situación tan tensa que dice cosas contraproducentes. Él está muy atosigado con la investigación sobre Rusia. En el tema de Cuba hay siempre una presión muy fuerte de los congresistas cubanoamericanos, que son unos nueve y están a favor del embargo. Es un grupo de presión muy poderoso. Es complicado que avance con la presión que tiene.

-¿Qué problemas ve en las reformas de la economía en Cuba?

-Cuba es el país más envejecido de América Latina. En 2015 perdió por primera vez fuerza de trabajo. Cuba tiene la tasa de natalidad más baja de Latinoamérica desde los años setenta, y una emigración neta, de toda la gente que se va. Eventualmente habrá un problema de mano de obra. Ese envejecimiento impacta en todo: educación, sanidad, pensiones. Todo está cayéndose, en parte por el envejecimiento y en parte por un sistema económico que no acaba de transformarse en la forma en que debía. Yo no estoy planteando que haya un capitalismo salvaje en Cuba, las reformas son positivas pero son extremadamente lentas y no lo suficientemente profundas. Llevamos ya diez años con ello.

-¿Acaso Raúl Castro no quiere ser testigo del derrumbamiento del sistema?

-Yo creo que al principio quería serlo, pero la posición que han tenido algunos dirigentes lo ha frenado. El primero que se opuso a las reformas fue Fidel. Al día siguiente de partir Obama de Cuba, publicó una reflexión en el periódico Granma en la que defendía la misma tesis de siempre, que el imperialismo seguía con el mismo objetivo de derrocar la revolución, pero ahora con métodos más sutiles.

-¿Qué supuso la visita de Obama en el orden político interno?

-Ellos quedaron muy traumatizados con esa visita. En Cuba todavía hay un problema de discriminación racial, no tan soterrado. Hay grupos de afrodescendientes que se están organizando, que hacen críticas muy fuertes, que poco a poco van ganando terreno, pero sin confrontación. El censo de 2012, que es el último disponible, decía que había un 36% de negros y mulatos. Yo me río de esa cifra. Por lo menos es la mitad de la población, pero ellos no lo reconocen porque en Cuba, soterradamente, en la dirigencia sigue habiendo ese problema. En Cuba hay muchos chistes discriminatorios contra los negros. Es verdad que la revolución dio acceso a muchos afrodescendientes a una educación superior. En términos de igualdad de oportunidades, resolvió el problema pero sin reconocer que hay discriminación. Tienen un título pero no tienen los puestos que tienen los blancos. El tema racial es un tabú en Cuba, el Gobierno no enfrentó este problema. La paradoja es que durante 57 años en Cuba se ha estado diciendo que en EE UU había discriminación racial. Entonces llega Obama a Cuba con la esposa y las dos hijas y se pasean por La Habana y la gente, especialmente los afrocubanos, se dicen que cómo es posible que ese señor sea presidente de EE UU y toda la dirigencia cubana sea blanca. Obama lo manejó muy bien, los sorprendió, fue genial. Hizo un discurso muy inteligente, sobre los valores de la democracia, la libertad, los emprendedores, sin un solo ataque. Eso traqueteó a la dirigencia, se asustaron. Pensaban que iban a manipular a Obama, pero la cosa terminó con que Obama los manipuló a ellos.

-¿De qué forma la crisis venezolana está afectando a Cuba?

-Cuba recibía de Venezuela 105.000 barriles de crudo, ahora esa cifra es de unos 55.000 barriles. Por otro lado, la compra de servicios profesionales supone el ingreso en divisas más grande de Cuba. Médicos, enfermeros, profesores cubanos que trabajan en Venezuela... El máximo de ingresos por esos servicios profesionales en otros países se alcanzó en 2012 o 2013 y fue de 11.000 millones de dólares, mucho más que el turismo, que el año pasado alcanzó 4.000 millones de dólares. En 2016 los ingresos por la compra de servicios profesionales cayeron, debido a la crisis en Venezuela, a 7.000 millones en 2015, y en 2016 seguro que la caída fue mayor, pero no tenemos datos aún.

-¿Cuba puede volver a sufrir una crisis tan dura como la de los noventa si el Gobierno venezolano cae?

-No tan grande, pero si se para todo lo de Venezuela va a haber una crisis. China no puede ocupar ese lugar. El comercio con China ha aumentado considerablemente, pero los chinos son unos tipos muy pragmáticos. Cuba tiene que entregarles 400.000 toneladas de azúcar a cambio de créditos. Y lo tienen que hacer, los chinos son muy exigentes.

-¿El comercio con EE UU puede compensar la caída de ingresos de Venezuela?

-El comercio con Estados Unidos está muy limitado por el embargo. Hubo un momento en que EE UU era el quinto socio comercial de Cuba y le estaba vendiendo más de mil millones de dólares de alimentos y medicinas. Hay una limitación en la resolución de Obama -asumiendo que Trump no la cambie, porque ese loco puede hacer cualquier cosa-, que hace que EE UU sólo pueda importar del sector no estatal y exportar del sector no estatal. Por su parte, el Gobierno de Cuba no ha autorizado al sector privado a exportar o importar directamente de Estados Unidos salvo cosas muy puntuales.

-¿Está llegando la inversión extranjera a Cuba?

-En 2011 se hizo una ley de inversiones que decía que un inversor extranjero podía tener en determinados casos hasta un cien por cien de la inversión dentro de la isla. Pero eso nunca lo hubo. No sabemos que está pasando. La información que tenemos es que en la mayoría de las inversiones aprobadas, los inversores no tienen el 100%. El proceso va lentísimo, hay más de 400 propuestas de inversiones en el Mariel y lo que ha aprobado el Gobierno son 21 proyectos. Son cosas inexplicables. De acuerdo con las cifras oficiales, Cuba necesita alrededor de 2.500 millones de dólares al año de inversión extranjera, pero al paso que van nunca van a llegar a eso.

-Raúl Castro prometió que abandonaría la presidencia del Consejo de Ministros en febrero de 2018. ¿Cree que a partir de ese momento dejará de mandar en Cuba?

-Hay mucha especulación dentro y fuera de Cuba que dice que Raúl está hasta las narices y que quiere salir de esa cuestión. Si eso es cierto, él va a dejar de ser el presidente del Consejo de Ministros y no sé si lo sucedería Miguel Díaz-Canel. Dudo que Raúl se retire como primer secretario del Partido Comunista. ¿Qué apoyos tiene Díaz-Canel? Tiene el apoyo que le da Raúl, porque ni tiene el apoyo del partido ni de las Fuerzas Armadas.

-Usted se exilió de Cuba en 1961, ¿cómo fue el reencuentro con la isla cuando regresó por primera vez?

-Yo volví a Cuba en 1978 dentro del llamado diálogo, en el que participamos un grupo de cubanos emigrados. Tras esa reunión se soltaron 1.300 presos políticos y comenzó un proceso de reunificación de la familia cubana, para que se pudiera viajar a EE UU. Eso fue muy importante porque hasta entonces había una separación artificial entre las dos Cuba, la del exilio y la de dentro. Y eso facilitó, por ejemplo, las remesas y el reencuentro de los familiares. Antes era difícil comunicarse. La gente en Cuba tenía miedo de tener “un gusano” en el extranjero.