Reformas en Cuba

Castro se va, el castrismo se queda

Después de casi 60 años de llegar al poder, el castrismo da un paso hacia delante con la marcha de Raúl como presidente del Consejo de Estado.

Un cubano en una casa de La Habana mira en la televisión el discurso de investidura de Donald Trump como presidente en enero del año pasado
Un cubano en una casa de La Habana mira en la televisión el discurso de investidura de Donald Trump como presidente en enero del año pasadolarazon

Después de casi 60 años de llegar al poder, el castrismo da un paso hacia delante con la marcha de Raúl como presidente del Consejo de Estado.

Cuba se prepara para el histórico relevo de Raúl Castro, quien dejará en días la presidencia pero mantendrá el control sobre el gobernante Partido Comunista, para guiar a su sucesor y ayudarlo a convivir con los círculos de poder en la isla. Es por tanto una transición falsa, al igual que los comicios que, en teoría, deberían de marcar la alternancia de poder. Todo indica que nada cambiará en el país caribeño.

Tras el triunfo de la revolución de 1959, Fidel Castro fue designado primer ministro, mientras que la presidencia la asumió Manuel Urrutia y luego Osvaldo Dorticós hasta 1976. Ese año, después de una reforma constitucional, Fidel fue elegido presidente por la Asamblea Nacional. En 2006, enfermo, entregó la batuta a su hermano menor. Sin embargo, Raúl nunca pudo superar la alargada sombra de su predecesor. Tan solo siguió la senda del dictador.

Finalmente Fidel Castro murió en 2016 y ahora Raúl, de 86 años, cederá su asiento a un representante de la nueva generación. El sucesor será nombrado el 19 de abril, también por la Asamblea Nacional, ratificada supuestamente en marzo por la ciudadanía.

Se trata «no solo de un relevo generacional sino también del fin inevitable del modelo carismático de ‘Fidel al timón’, reformado pero no abandonado por su hermano menor», considera el analista cubano Arturo López-Levy. Aunque todavía no se confirma la identidad del heredero, su currículum será menos extenso que el de sus predecesores.

Además, por primera vez en décadas el presidente cubano no llevará el apellido Castro, no formará parte de la generación «histórica» de la revolución de 1959 y no vestirá uniforme militar. Y será la primera vez que la jefatura del gobernante y único Partido Comunista de Cuba (PCC) y el liderazgo del país sean ejercidos por personas distintas. El primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, parece ser el mejor situado para presidir el Consejo de Estado, máximo órgano de gobierno. De cabello cano y facciones que recuerdan al actor Richard Gere, se trata de un hombre formado en el PCC. Es el número dos del gobierno desde 2013 y ha sido preparado para esta responsabilidad.

«Es el más joven dentro de los altos dirigentes, tiene experiencia de trabajo de muchos años, fue secretario del Partido en dos provincias (...) se ha introducido en la vida nacional de manera coherente y todo el mundo espera que sea él», dice el politólogo cubano Esteban Morales.

Sin la legitimidad de los «históricos», este civil contará con el apoyo de Raúl Castro, quien seguirá al mando del PCC hasta 2021. Desde allí podrá dar una mano para dialogar con la vieja guardia, poco afín a las reformas más ambiciosas. Raúl «tiene la experiencia, el liderazgo y la aceptación para seguir aconsejando al gobierno y darle coherencia al trabajo político del partido en función de los cambios que hay que hacer», agrega Morales.

El nuevo presidente «tendrá mucho menos poder en la mano que Raúl o Fidel Castro... tendrá que compartirlo con otras figuras políticas y militares de alto rango», anticipa Jorge Duany, director del Instituto Cubano de Investigación. «Necesitará una gestión colegiada, sensible a la discusión de políticas públicas entre personalidades o facciones dentro de la élite partidista», estima por su parte López-Levy.

El futuro presidente de Cuba hereda un país muy diferente al que hace 10 años recibió Raúl Castro de su hermano Fidel, pero con el denominador común de los problemas económicos, el mal endémico de un país empeñado en cambiar lo justo para perpetuar su sistema socialista.

Acelerar la aplicación de la apertura económica que ha sido prioridad del mandatario saliente es el primer reto al que deberá hacer frente la nueva cúpula de la isla, dentro de un proceso sobre el que la dirigencia cubana ha recalcado un claro mensaje de continuismo. En esta nueva organización, varias personalidades como el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, de 60 años; o el responsable de las reformas económicas, Marino Murillo, de 57 años, podrían tener mayores responsabilidades.

En opinión de los analistas, se espera que el nuevo mandatario lleve a cabo reformas urgentes, especialmente en el campo económico. «Pocas transiciones en la historia de América Latina y de los países comunistas han sido tan cuidadosamente diseñadas». Para 2021 –cuando Raúl deje el liderazgo del Partido Comunista– «corresponderá observar cuán hábil es la élite cubana para ejecutarla», manifestó López-Levy. «No se hará en dos días», añade el experto, quien no ve «que Díaz-Canel inicie de inmediato una serie de cosas».

«La revolución ha sobrevivido hasta ahora pero, para garantizarla, se requiere una serie de acciones extraordinariamente importantes. De lo contrario, sencillamente, no sabemos qué es lo que nos puede pasar», agrega. Al final, el Gobierno de Raúl se quedó en una serie de tímidas reformas económicas y en un acercamiento con EE UU que el Gobierno de Donald Trump no parece dispuesto a formalizar.

Por su parte, portavoces del exilio y los dirigentes cubano-estadounidenses ven en el relevo la posibilidad de que la comunidad internacional diga «basta» al régimen. Sus portavoces recalcan que el hecho de que aunque Castro no esté en el poder, éste seguirá mandando en Cuba como jefe del Partido Comunista.