Narcotráfico

Los Chapitos, la facción “más violenta” del cártel de Sinaloa, en el punto de mira de EE UU

El Departamento de Justicia persigue a los hijos de El Chapo por su implicación en el tráfico de fentanilo

Jesus Alfredo Guzmán Salazar, Ovidio Guzmán Lopez e Ivan Archivaldo Guzmán, tres hijos del Chapo en la cúspide del cartel de Sinaloa
Jesus Alfredo Guzmán Salazar, Ovidio Guzmán Lopez e Ivan Archivaldo Guzmán, tres hijos del Chapo en la cúspide del cartel de SinaloaTwitterTwitter

Estados Unidos estrecha el cerco sobre el cártel de Sinaloa en la mayor ofensiva judicial contra el narco desde el proceso que desembocó en la condena de su cara más conocida, Joaquín El Chapo Guzmán. El Departamento de Justicia ha presentado cargos contra una veintena de miembros de la facción heredada por Los Chapitos, los tres hijos de El Chapo que tomaron las riendas tras su detención a manos de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), en el marco de una extensa investigación sobre el tráfico de fentanilo, el opioide que está causando una auténtica epidemia en Estados Unidos.

Los Chapitos son Ovidio Guzmán López, Jesús Alfredo Guzmán Salazar e Iván Archivaldo Guzmán Salazar. La tríada lideró el cártel de Sinaloa y, en cuestión de meses, se convirtió en suclan más violento. La Fiscalía de Estados Unidos pide para ellos y sus 24 colaboradores cadena perpetua no revisable por los cargos de crimen organizado transnacional, asesinato, torturas y lavado de dinero, entre una extensa nómina de delitos. Es una cruzada legal que busca frenar el reguero de muerte que deja tras de sí el consumo de fentanilo.

“El Chapo Guzmán calibraba el nivel de violencia, no se implicaba en crímenes que fueran intolerables para el Estado mexicano”, explica la investigadora de Brookings Vanda Felbab-Brown, experta en crimen organizado, en conversación telefónica con LA RAZÓN. “La descripción de las actividades de Los Chapitos en la acusación refleja una disposición a la brutalidad, incluso contra los funcionarios del Gobierno”.

A mediados de abril, el fiscal general Merrick Garland compareció en compañía de la directora de la DEA, Anne Milgram, y otros altos cargos del Departamento de Justicia para presentar cargos contra Los Chapitos en cinco causas distintas. Milgram dijo que los hijos de El Chapo habían heredado el “imperio mundial del narcotráfico” y lo habían transformado en una organización “más despiadada, violenta, mortífera” que nunca para “propagar un nuevo veneno, el fentanilo”. Garland desgranó el modus operandi de los acusados y ofreció una visión panorámica de cómo se creaba, transportaba y, en última instancia, vendía el fentanilo en Estados Unidos.

Merrick Garland, el fiscal general de EE UU, durante su comparecencia
Merrick Garland, el fiscal general de EE UU, durante su comparecenciaJIM LO SCALZOAgencia EFE

Los colaboradores de Los Chapitos cometieron asesinatos, también contra agentes de las fuerzas de seguridad, torturaron con descargas eléctricas a sus rivales y alimentaron a sus tigres, que tienen como mascotas, con sus víctimas. Garland explicó, además, la forma en la que el cártel adquiría los llamados precursores químicos utilizados en la fabricación de fentanilo a través de proveedores chinos, operaba en material en laboratorios clandestinos en México e introducía la droga en Estados Unidos.

Buena parte de la información permanece clasificada, pero el Departamento de Justicia hizo públicos más de 130 documentos judiciales en aquella comparecencia. Obtener la información costó aproximadamente un año y medio de trabajo en las sombras. El logro fue obra de al menos tres infiltrados de la DEA que consiguieron colarse en el círculo más próximo de Los Chapitos. Los agentes recopilaron imágenes de los laboratorios donde se preparaba el fentanilo y de varias reuniones de la cúpula del cártel. Entraron, literalmente, hasta la cocina.

“El cartel de Sinaloa es en gran parte responsable del aumento de fentanilo en Estados Unidos en los últimos ocho años”, trasladó Garland. “Familias y comunidades de todo nuestro país están siendo devastadas por esta epidemia. Nunca olvidaremos a los responsables de esta tragedia. Y nunca dejaremos de trabajar para que rindan cuentas por sus crímenes en Estados Unidos”.

El fentanilo es la principal causa de muerte entre los ciudadanos entre 18 y 49 años, según los datos de la agencia nacional de salud pública norteamericana. El opioide, unas 50 veces más potente que la heroína, ha provocado más muertes que las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán juntas. Unas 200 personas pierden la vida en Estados Unidos cada 24 horas como consecuencia del consumo de fentanilo. En ese tiempo, un solo cocinero del cártel puede fabricar más de 100.000 pastillas, recoge la acusación.

“La verdadera tragedia es la cantidad de sobredosis que causa el fentanilo. Pero lo que es verdaderamente peligroso es que está penetrando en otros mercados, como el de la marihuana”, traslada a este periódico el profesor asociado de Estudios de Seguridad de la Sam Houston State University, Nathan Jones. El especialista en política de drogas y seguridad en México sostiene que se está produciendo “un ascenso histórico de las drogas sintéticas, especialmente del fentanilo” que se verá reflejado en las estadísticas a lo largo de la próxima década.

Tras los pasos de El Ratón

Con todo, no es la primera acusación presentada en Estados Unidos contra la facción de Los Chapitos. Ovidio Guzmán López, conocido como El Ratón, se enfrentaba a cargos junto a su hermano Joaquín Guzmán López, desvelados en el Tribunal Federal de Distrito de Washington en 2019, apenas unos días después de que su padre fuera declarado culpable. El Ratón fue detenido en enero en un operativo conjunto entre el Ejército y la Guardia Nacional de México. Estaba en Culiacán, el bastión tradicional del cártel de Sinaloa.

Ovidio era el menos conocido entre los hijos de El Chapo, en ocasiones ridiculizado por la prensa mexicana por su apariencia. Saltó a primera línea en 2019, cuando su primera detención –también en Culiacán– desató el caos en la ciudad y obligó a las autoridades a liberarlo. En esta ocasión, El Ratón no corrió la misma suerte. Y ahora, Washington exige su extradición por sus cuentas pendientes con la justicia estadounidense. Pero el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, la descarta por el momento.

Hasta su segunda y definitiva detención, Ovidio ponía rostro a la facción del cártel de Sinaloa. Él se encargaba de organizar la red de laboratorios. Mientras, Jesús Alfredo negociaba con los proveedores chinos y el primogénito, Iván Archivaldo, administraba el aparato de seguridad de la operación y la distribución de la droga, según los documentos presentados por el Departamento de Justicia. “Los Chapitos dieron un giro al negocio y lo orientaron hacia el mercado de fentanilo y su entrada en Estados Unidos”, subraya Jones. “Es el cambio principal que se ha producido desde que los hijos de El Chapo tomaron el mando”.

Fricciones

A López Obrador no le hizo ninguna gracia saber que varios agentes infiltrados de la DEA habían penetrado en la cúpula del cártel de Sinaloa. El presidente mexicano describió la acción como “abusiva y prepotente”, ya que, según explicó en una de sus habituales comparecencias matutinas, las autoridades norteamericanas no habían pedido autorización.

La acusación del Departamento de Justicia llegó en un momento de tensión entre las administraciones de México y Estados Unidos. Y eso que, apenas unas horas antes del anuncio, una delegación del Gobierno mexicano encabezada por el canciller Marcelo Ebrard y la secretaria de Seguridad Rosa Icela Rodríguez se reunió en Washington con sus homólogos para tratar la crisis del fentanilo.

“El punto más alto de la cooperación coincidió con el sexenio de Felipe Calderón. López Obrador está siendo más nacionalista, más populista, y hay menos coordinación e incluso menos legislación. Algunas normas han cambiado, lo que ha dificultado las relaciones entre Estados Unidos y México en el ámbito policial”, subraya Jones.

China, implicada

Según la acusación, Los Chapitos tejieron una red para garantizar que sus proveedores enviaran los precursores químicos para la producción del fentanilo desde China y traspasaran sin problemas las aduanas mexicanas. Detrás de esta operación estaría la guatemalteca Ana Gabriela Rubio Zea, que ejercía como intermediaria. Rubio tenía vínculos con la farmacéutica china Wuhan Shuokang Biological Technology, encargada del suministro. Una vez en México, los químicos son distribuidos en los laboratorios que se encuentran, principalmente, en el Estado de Sinaloa. Allí, los hijos de El Chapo preparan la droga para cruzar la frontera norte en pastillas o en polvo.

Felbab-Brown traslada a LA RAZÓN que, hasta 2019, China era el principal proveedor de fentanilo. “La droga iba directamente desde China hasta Estados Unidos. Pero después de la regulación del Gobierno chino, la producción se localizó, sobre todo, en México. La acusación del Departamento de Justicia desmonta las declaraciones de López Obrador, que había asegurado recientemente que el fentanilo no era sintetizado en México. Pero también desmonta la versión del Gobierno chino, que negaba que los cárteles mexicanos se estuvieran nutriendo de proveedores chinos”, destaca la especialista.

El Departamento del Tesoro ha sancionado este mes a dos empresas chinas implicadas en el negocio. Ahora, los funcionarios de la Administración Biden presionan a Pekín para que corte de raíz los envíos. En conversación telefónica con LA RAZÓN, Jones admite que, aunque Estados Unidos elimine por completo las actividades en el mercado de fentanilo del cártel de Sinaloa, “vendrá otro pequeño grupo. Incluso aunque eliminemos la producción de fentanilo en China”.