Unión Europea

Conte revisará las leyes migratorias y Salvini se revuelve

La Liga enciende la calle El ex ministro del Interior carga contra el nuevo Gobierno italiano por evitar las elecciones

El primer ministro, Giuseppe Conte (izq.), junto a Luigi di Maio, es felicitado por los ministros tras presentar su programa de gobierno
El primer ministro, Giuseppe Conte (izq.), junto a Luigi di Maio, es felicitado por los ministros tras presentar su programa de gobiernolarazon

La Liga enciende la calle El ex ministro del Interior carga contra el nuevo Gobierno italiano por evitar las elecciones

La imagen no podría definir mejor la nueva situación política italiana. Dentro de la Cámara de Diputados, el primer ministro, Giuseppe Conte, pronunciaba un discurso de investidura plagado de propuestas reformistas, medidas concretas, mesura, cercanía a la UE y amor por las instituciones. Fuera, el exministro del Interior Matteo Salvini clamaba junto a varios grupos ultraderechistas contra quienes se encontraban «encerrados en el palacio». Ambos apelaban a la ciudadanía: Conte, asegurando que sólo la normalidad puede devolver a los italianos la confianza en la política; y Salvini pidiendo elecciones porque considera que la nueva mayoría parlamentaria no representa la voluntad popular, olvidando que él rompió un pacto firmado con partidos conservadores para gobernar en coalición con el Movimiento 5 Estrellas (M5E).

Éste será el nuevo bipartidismo italiano, el del «establishment» que vuelve al Gobierno, contra el populismo capitalizado por la ultraderecha que desplaza su estrategia a las calles. En el Parlamento, donde se termina por decidir esta dicotomía, ayer Conte logró el respaldo de la mayoría con el apoyo del M5E, el socialdemócrata Partido Democrático (PD) y otras fuerzas de izquierdas con un total de 343 votos a favor y 263 en contra. Hoy debería repetir la misma suerte en el Senado, donde el voto será más ajustado.

Para ello, el primer ministro hizo todo lo posible por marcar distancias con el anterior Ejecutivo que él mismo presidió. Aseguró que los decretos en materia migratoria impulsados por Salvini serán reformados, pero pidió un mayor compromiso a la Unión Europea a la hora de reubicar a los migrantes que son rescatados en el Mediterráneo y llevados a Italia. «Esta solidaridad se ha anunciado varias veces, pero nunca se ha realizado», pronunció Conte. En esta ocasión, Francia ya ha abierto la posibilidad de que se establezca un mecanismo previo sin tener que actuar a golpe de improvisación, como cuando Salvini cerraba los puertos. El primer ministro italiano acudirá mañana a Bruselas, donde espera recibir un espaldarazo de sus socios comunitarios, que han hecho todo lo posible para que Italia virara el rumbo.

El europeísmo sobrevenido también fue una de las constantes en la intervención de Conte, que remarcó que «dentro del contexto europeo es donde se encuentra la prosperidad», en otro dardo a la estrategia de la confrontación de su exministro. Más directo fue cuando insistió en que Italia debe «dejar de lado las declaraciones altisonantes», «hacer un uso responsable de las redes sociales» y que «la retórica del Gobierno debe ser suave».

En ese momento, Salvini estaba en la puerta de la calle con un altavoz y más tarde sus diputados interrumpieron al primer ministro durante varios minutos reprochándole que lo único que le interesan son los «sillones».

El discurso de investidura fue largo –una hora y media, el más extenso de la historia republicana–, denso y hasta tedioso, como se plantea Conte que sea la acción de gobierno a partir de ahora. Anunció medidas sociales, como ayudas a familias, discapacitados o a jóvenes; rebajas de impuestos a los trabajadores; un nuevo plan medioambiental o la reducción de parlamentarios. Todas estas medidas satisfacen a los socialdemócratas, pero sobre todo es el programa del M5E, que ansía capitalizar la acción del Ejecutivo ya sin Salvini. La primera prueba fue el populismo antisistema y la segunda experiencia será todo lo contrario. La líder del partido ultraderechista Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, y los diputados de la Liga acusaban al primer ministro Conte de ser un «vendido» y de haber «traicionado a los italianos».