
Diplomacia
Corea del Sur regala a Xi Jinping un Go de madera sagrada tras coronar a Trump
Tres días antes, Trump recibió otra clase de obsequio. Una réplica de la corona dorada de Silla, de siglos de antigüedad, junto a la Gran Orden del Mugunghwa, la máxima distinción del país

En la ciudad surcoreana donde los antiguos reyes de Silla se enterraban con coronas de oro, han decidido reescribir el arte del equilibrio. En una sola semana, Lee Jae Myung ha coronado a Donald Trump y ha ofrecido a Xi Jinping un tablero de Go de madera de torreya. Un golpe de genio o una temeridad diplomática, según quién lo mire. Corea del Sur avanza sobre el alambre con los dos gigantes respirándole en la nuca.
Xi llegó a Gyeongju once años después de su última visita. El museo nacional parecía un escenario preparado para él: los Chuitadae, con sus tambores y flautas del antiguo protocolo real, marcaron el paso mientras el líder chino atravesaba los jardines históricos. Lo esperaba el presidente Lee, consciente de que se juega mucho más que un intercambio de regalos. Ese momento de cortesía pareció , en el fondo, una maniobra de supervivencia.
El tablero que cambió de manos no era un simple juego. Tallado con patrones tradicionales en cada uno de sus bordes, fue construido con torreya nucifera de la isla de Jeju, una madera que los coreanos veneran tanto como a sus ancestros. Su color, entre miel y ámbar, se reserva para templos y ataúdes de nobles, no para juguetes de salón. Lo fabricó la empresa local 6 Brothers, que aún trabaja a mano, como si los siglos no hubiesen pasado. A Xi le gustó. Es aficionado al Go, el pasatiempo que en China simboliza el dominio del espacio y el cálculo a largo plazo. Lee lo sabía.
Junto al tablero, una bandeja lacada cubierta de madreperla elaborada en Seúl por Joong-Ang Craft Gift Shop, uno de los pocos talleres que aún conserva la técnica de laca tradicional de hace más de mil años. La delicadeza de los materiales estaba medida al milímetro. Cada detalle construido como mensaje: Corea ofrece belleza y estrategia, no sumisión.
Tres días antes, Trump recibió otra clase de obsequio. Una réplica de la corona dorada de Silla, de siglos de antigüedad, junto a la Gran Orden del Mugunghwa, la máxima distinción del país.
Xi coincidió con Lee en plena cumbre del APEC, pero lo que hablaron —y, sobre todo, lo que no— pesará más que cualquier comunicado conjunto. Corea del Sur vive esa tensión que la define desde hace setenta años: defendida por Washington, alimentada por Pekín. Lee intenta lo imposible, mantener el equilibrio sin partirse.
En Asia, los regalos son oraciones. La torreya significa resistencia. El Go, mente fría y paciencia . La madreperla, equilibrio. Lee no improvisa ni halaga. Calcula. Mientras otros compiten por alianzas, Corea del Sur recuerda a todos que también sabe mover piezas. El tablero que entregó a Xi no fue un gesto cortesano, pareció más una advertencia.
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