África Occidental
Crisis Níger-Benín: fronteras cerradas, petróleo y acusaciones cruzadas de terrorismo
La detención de cinco ciudadanos nigerinos en Benín ha sido el último episodio de una crisis cada vez más enrevesada
Hace mucho tiempo, en el verano de 2023, los militares de Níger triunfaron en un golpe de Estado que depuso a su presidente democráticamente electo, Mohamed Bazoum. La región de África Occidental sufrió entonces un torbellino diplomático, que pudo haber escalado hasta un devastador conflicto en una zona ya inestable como consecuencia de los golpes de Estado y de la creciente amenaza terrorista. Los líderes de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) se reunieron en su búsqueda de soluciones y amenazaron con intervenir militarmente en Níger para restaurar la democracia. Como respuesta a esta amenaza, y buscando garantías para su seguridad, la nueva junta nigerina ordenó el cierre de sus fronteras con Nigeria y Benín; el temido conflicto armado finalmente no ocurrió, pero la crisis diplomática se mantiene hasta hoy y cada vez más densa y enrevesada.
La CEDEAO impuso una serie de sanciones a la junta militar pero que fueron levantadas pocos meses después. Los gobiernos democráticos de la región buscaron así una reconciliación con el Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), que es como se ha autodenominado la junta militar nigerina, pero puede que fuera demasiado tarde para reconciliar la situación, o puede que las amenazas de invasión pronunciadas en el pasado verano hayan enrocado la posición de los nigerinos ante el temor de que esa invasión ocurra antes o después. Y la posición de la junta militar de Níger es firme: su frontera con Benín pertenece cerrada casi un año después del golpe de Estado. No importa que Benín haya reabierto su frontera; la puerta, del lado nigerino, permanece cerrada.
En esta frontera cerrada se traduce el estancamiento de las conversaciones entre ambas naciones, y los puestos de control con las barreras bajadas sirven de alegoría para explicar la difícil situación que vive la región en sus relaciones con las juntas militares del Sahel. Ambas naciones, como es de suponer, salen perjudicadas en esta crisis. Níger, un país sin costa, porque el puerto de Cotonú (Benín) se trata de su salida al mar más utilizada desde hace décadas, aunque todavía puede apoyarse en los puertos nigerianos y togoleses para mantener unos servicios básicos de exportación. Benín, que cobra generosas tasas por el cruce del petróleo nigerino en dirección a su costa, pierde con el cierre de las fronteras una jugosa fuente de ingresos para una de las economías más débiles del planeta.
Para más inri, en noviembre de 2023 fue inaugurado el mayor oleoducto del continente africano, que recorre alrededor de 2.000 kilómetros entre la localidad nigerina de Agadem y el puerto beninés de Semé, en Cotonú. Esta gigantesca obra de ingeniería puede transportar hasta 360.000 barriles diarios y pudo leerse en sus inicios como una excelente inyección para el desarrollo de ambos países. Hoy es fuente de disputa y de quebraderos de cabeza.
Enojado porque la frontera nigerina seguía cerrada, el gobierno de Benín comenzó este mes de mayo un bloqueo que impedía cargar el petróleo nigerino en sus puertos, alegando que, mientras la frontera permanezca cerrada, es imposible efectuar los trámites aduaneros necesarios para el tránsito del oro negro. El presidente beninés, Patrice Talon, comunicó entonces que "las autoridades nigerinas deben decir oficialmente que el petróleo está exento del cierre de su frontera terrestre […] lo que permitiría un tratamiento legal diferente para el petróleo procedente de Níger". Igualmente, recordó a los gobernantes de Níger que "si quieren cargar su petróleo en nuestras aguas, deben tener en cuenta que Benín no es un país enemigo y que el territorio de Benín no puede ser objeto de tráfico ilícito o intercambio informal".
Pero los militares nigerinos mantuvieron su posición. Las fronteras permanecerían cerradas, sean para las personas o para el petróleo. Fueron días de tensión. No sería hasta la intervención de China, otra gran perjudicada frente a los actuales acontecimientos (el petróleo nigerino extraído de Agadem es operado por la China National Petroleum Corporation), que el presidente Talon no reculó en su postura y se mostró dispuesto a permitir nuevamente la entrada del petróleo nigerino en su territorio. Las fronteras permanecieron cerradas del lado nigerino… pero el petróleo retomó su caudal.
Como gesto de buena fe y buscando desbloquear definitivamente la crisis, el beninés envió a finales de mayo a Niamey (Níger) una delegación liderada por su ministro de Minería. El ministro llevaba consigo una carta escrita del puño y letra de Talon, dirigida a su contraparte nigerina, pero, nuevamente, crisis: el general Tchiani, líder del CNSP nigerino, se negó a recibir al ministro de Minas beninés y la carta tuvo que quedarse en el bolsillo de su chaqueta. Fue otra afrenta que enfureció a Patrice Talon, quien paradójicamente fue en verano de 2023 una de las voces más contrarias a una intervención militar de la CEDEAO en Níger.
La severa crisis entre ambas naciones, y que ya llevan arrastrando desde hace diez meses, tuvo un nuevo episodio a finales de la semana pasada, cuando las autoridades de Benín arrestaron a cinco ciudadanos nigerinos acusándoles de espionaje y de terrorismo. Los detenidos, que entraron en el país por vía aeroportuaria como empleados de la empresa china WAPCO (que opera la gestión del infame gaseoducto) y, según el fiscal de la acusación, “de manera fraudulenta”, han sido definidos como “secuestrados” por la junta militar de Níger… avivándose las llamas de la discordia. Supuestamente, y siguiendo la narrativa beninesa, los acusados entraron de forma ilegal en una estación de WAPCO ubicada en el puerto de Semé, utilizando una puerta trasera y sin justificar su presencia con argumentos satisfactorios.
La fiscalía aseguró que dos de los detenidos serían miembros del CNSP que llevaban insignias falsas de WAPCO-Níger, antes de afirmar que se están llevando a cabo las investigaciones pertinentes para aclarar lo ocurrido. Y, como respuesta a los últimos acontecimientos, la junta militar nigerina ha solicitado la liberación “inmediata” de los detenidos, mientras que el general Tchiani ha ordenado la interrupción de las exportaciones de petróleo hasta que se cumpla con sus exigencias. En su cólera, Tchiani todavía tuvo ocasión de señalar que es Benín quien alberga bases de entrenamiento para terroristas (en referencia a las bases francesas que hay en Benín) y, súbitamente, la palabra “terrorista” parece sobreexplotada por todos mientras los verdaderos terroristas ganan terreno en la región e incrementan sus ataques.
Ahora, ni Benín recibe petróleo, ni lo exporta Níger. Ambos salen perjudicados en esta riña cuyo tono asciende a cada semana que transcurre sin que la situación sea capaz de desbloquearse. Y también salen perjudicados los chinos que invirtieron miles de millones en un oleoducto que parece haberse convertido en una maldición.
Nadie reconoce con claridad las intenciones que llevan a los nigerinos a negarse a seguir un marco aduanero lícito para la exportación de su petróleo, cuando Benín era una nación inicialmente favorable dentro del entorno hostil de la CEDEAO; igual que se desconocen los objetivos que pretende Patrice Talon tras el arresto de los cinco ciudadanos nigerinos. Es como un cable que se enrolla y se confunde a sí mismo, a sabiendas de que antes o después tendrá que desenrollarse si quiere ser útil.
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