Política

El Futuro de Venezuela

Cuando comprar leche es un lujo

Cuando comprar leche es un lujo
Cuando comprar leche es un lujolarazon

Dos hombres de avanzada edad corren en un supermercado al este de Caracas. Han escuchado que acaba de llegar un lote de leche en polvo y no quieren perder la oportunidad. Ésta escasea en Venezuela e imágenes como la que presencia LA RAZÓN son moneda corriente. Se forman grandes colas para adquirir el producto, y a los pocos minutos desaparece de los estantes. Encontrar la leche «larga vida», una variante consumida en menor medida en el país, es casi una rareza en las últimas semanas. Sin embargo, no hay problema para comprar distintas marcas de whisky escocés, champagne francés y turrón español. En las zonas adineradas es fácil encontrar un vino Marqués de Cáceres, pero a tres pasillos escasean el papel higiénico y los pañales. Son las paradojas del mercado venezolano.

El sector empresarial hace hincapié en las dificultades que el Gobierno pone a los comerciantes, y señalan como ejemplo la Ley de costos y precios Justos. Mientras, el Ejecutivo denuncia casos de acaparamiento –hubo una acusación directa contra la empresa Polar– y apunta a la prensa de incentivar las «compras nerviosas» de la gente. «Unas compras que son comprensibles. La gente se pelea en los supermercados por la leche», explica a LA RAZÓN Roger Figueroa, presidente ejecutivo de la Cámara Venezolana de Industrias Lácteas (Cavilac). «Hemos percibido que el producto no termina de llegar a los establecimientos, de manera que la gente siente que hay escasez, y la angustia de que no haya más les lleva a comprar más de lo que necesitan».

El Gobierno autorizó esta semana un aumento del precio de los alimentos en un 20% para fomentar la producción, pero, por ahora, lo que más se frotan las manos son Colombia y Brasil. Durante 2012 el país caribeño importó 8.120 millones de dólares en alimentos, lo que representa un aumento de 58% con respecto al año anterior, cuando las compras de productos alimenticios de Venezuela en el extranjero llegaron a 5.100 millones de dólares, según el INE. Henrique Capriles, líder de la oposición, advierte de que «fueron a Uruguay, Argentina y Brasil para comprar alimentos porque en Venezuela no hay, lo que quiere decir que buena parte de los que consume el pueblo son importados, y ahora le quieren echar la culpa a la empresa privada. ¿Cuál es el problema de fondo? Que este gobierno destruyó la producción nacional».

En 2007, Venezuela ya se enfrentó a un periodo de desabastecimiento grave que influyó para que Chávez perdiera un referéndum para reformar la Constitución. Las colas para comprar leche jugaron su papel en el resultado electoral. Al año siguiente, la empresa Lácteos Los Andes pasó a manos del Estado para «garantizar la plena soberanía alimentaria que tanta falta le hace a la nación para terminar con el saboteo que tienen los grandes imperios sobre el consumo de los alimentos», dijo Chávez. Ahora, Maduro también echa balones fuera y no asume el caos que generan sus políticas económicas ni su descenso de popularidad. Vive obsesionado con legitimarse en el poder. De hecho, ayer afirmó: «Ya tenemos identificados a los 900.000 chavistas que no fueron a votar». Unas declaraciones que no sentaron nada bien entre los ciudadanos pero desvían la atención. «Estas palabras son falsas, ilegales y provocadoras», respondió el rector del Consejo Nacional Electoral, Vicente Díaz, a las que se sumó Capriles: «Si este caballero dice que él sabe quiénes no votaron, entonces está asegurando que la elección es frudulenta porque la Ley dice que el voto es secreto».

Cruce de acusaciones aparte. Lo cierto es que desde 2003, el Gobierno aplica un control de precios a productos considerados de primera necesidad, como el aceite para cocinar, la carne de res, el pollo, el arroz y la leche, una medida que no hace más que aumentar la inflación (en torno al 30%), la más alta de Latinoamérica. También ha realizado operaciones de fiscalización y control para atacar y desarticular las supuestas redes de acaparamiento de alimentos, unas medidas que no solucionan la crisis real que padece el pueblo venezolano.