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Barcelona

Cuando las llamas devoran la cultura

De la Biblioteca de Alejandría al Liceo de Barcelona, los incendios han acabado con importantes centros de arte y conocimiento.

1994 / Liceo
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De la Biblioteca de Alejandría al Liceo de Barcelona, los incendios han acabado con importantes centros de arte y conocimiento.

El triste incendio de la catedral francesa no ha sido el único que ha sufrido la civilización occidental, ni uno de los más virulentos. Uno de los primeros de los que se tiene testimonio es el de la mítica Biblioteca de Alejandría, que ha pasado al imaginario colectivo como el gran centro del saber de la Antigüedad. En realidad, no fue uno, sino hasta cuatro los que pudieron asolar aquel complejo. El más conocido es el producido en el 48 a.C. Pompeyo (106-48 a.C.), después de ser derrotado en Farsalia por las tropas de Julio César (100-44 a.C.), huyó a Egipto. El país africano vivía también en guerra civil, y para congraciarse con el supuesto vencedor romano, Potino, el visir de Ptolomeo XIII (61-47 a. C.), apresó a Pompeyo y cortó su cabeza como trofeo. Esto hizo que Julio César se inclinara por Cleopatra VII (69-30 a.C.) como reina de Egipto, lo que provocó que las tropas de Ptolomeo atacaran a las romanas en Alejandría. En el fragor de la batalla es posible que los depósitos de la Gran Biblioteca, unos 40.000 libros, ardieran, como escribió Séneca. Otra desgracia mítica fue el Gran Incendio de Roma en el 64 d.C. Todas las fuentes antiguas, excepto el historiador Tácito (c. 55-120), atribuyen el hecho al emperador Nerón. Así lo escribió Plinio el Viejo (c. 23-79), base en la cual se sustentan los relatos posteriores. El historiador Suetonio (c. 70-126) contó que duró seis días y siete noches, y que luego se reavivó en la propiedad de Tigelino (c. 10-69), prefecto de la Guardia Pretoriana de Nerón. Otra versión indica que fue casual, y que si se vio a gente avivando sus llamas fue para aprovechar el caos para robar. Sin embargo, Suetonio aseguró que eran personal de palacio y soldados. Los cristianos no fueron los responsables del incendio, como dijo Nerón.

En otros casos el incendio de un ciudad se ha llevado también edificios de enorme valor cultural, y muchas vidas. Es lo ocurrido en el Gran Incendio de Londres, en 1666. Todo comenzó en la casa de Thomas Farynor, panadero de Carlos II (1630-1685). El fuego se extendió por otras casas, pero el alcalde Bloodworth (1620-1682) no ordenó activar los cortafuegos, que era la demolición de casas para impedir que se extendieran las llamas. El incendio duró cinco días, y destruyó 13.000 viviendas, 87 iglesias y la catedral de San Pablo.

Chicago ardió en 1871. El fuego se extendió durante dos días. Murieron 300 personas, 17.000 edificios quedaron destruidos y desapareció la Corte de Justicia. En poco tiempo, la ciudad se recuperó con una nueva arquitectura, que dio origen a la conocida Escuela de Chicago. La ciudad española de Santander sufrió un incendio en 1941, el 14 de febrero, por una chimenea mal apagada. Miles de personas quedaron sin hogar.

En 2006 ardió la catedral de la Santa Trinidad, en San Petersburgo. Construida entre 1828 y 1835, tenía una capacidad para casi tres mil personas, pero la falta de cuidado y el paso del régimen soviético, habían dejado el edificio en malas condiciones. Al declararse el centro histórico de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad en 1990 por la Unesco comenzaron las obras de restauración. Sin embargo, un incendio fortuito destruyó la cúpula principal, que cayó estrepitosamente, y las menores. En 1966 ardió la catedral de León debido a un rayo. Era Domingo de Pentescostés y el edificio quedó reducido a escombros. Años más tarde, el Teatro del Liceo fue también pasto de las llamas el 31 de enero de 1994 debido a las chispas de un soplete al reparar el telón cortafuegos, qué paradoja, del edificio. La Fenice, en Venecia, corrió una suerte similar al quedar totalmente destruido un par de años más tarde, en 1996 por otro pavoroso incendio. Faltaron tres horas para que el armazón y el edificio entero se consumiera debido a su estructura de madera. Reanudó su actividad en 2003

La torre Windsor de Madrid ardió en 2005, en la madrugada del 13 de febrero. Era uno de los edificios emblemáticos del mundo financiero y una muestra de la nueva arquitectura, con sus 106 metros de alturas y 34 pisos, situado en lo que sería luego la zona de negocios de Azca. El edificio carecía de un sistema contra incendios porque cuando se construyó no era obligatorio.