Siria
Los drusos y otras minorías amenazadas en la nueva Siria
Las autoridades islamistas radicales se muestran incapaces de proteger el crisol de religiones y etnias
Como en el caso de otros Estados de una región cuyas fronteras dibujaron con escuadra y cartabón las potencias imperiales europeas, el pegamento de una dictadura laica como la de los Asad -padre e hijo- fue lo que mantuvo unido un país multiconfesional y multiétnico como Siria. Tras más de medio siglo de autocracia y los últimos trece resistiéndose a caer, el régimen construido en torno al Partido Baaz se disolvía como un azucarillo tras una fulgurante operación militar liderada a comienzos de diciembre por los islamistas radicales Hayat Tahrir al Sham (HTS) y el apoyo de Turquía desde su feudo en Idlib, en el noroeste del país, que aupaba a los reconvertidos neoyihadistas al poder en Damasco.
La victoria de los antiguos combatientes de Al Qaeda, comandados por Ahmed al Sharaa -antes de renunciar a su nombre de guerra, El Golani, y autoproclamarse presidente-, frente a las mermadas fuerzas del régimen de Bachar al Asad supuso la llegada al poder de los islamistas en un país mayoritariamente suní que había estado regido durante más de medio siglo de manera autocrática por una élite militar y securitaria perteneciente a la minoría alauí. Un régimen que hizo siempre gala de haber protegido a chiíes, cristianos y drusos, y que libró durante la década pasada contra el Estado Islámico o Daesh -que llegó a hacerse con el control de la mitad del territorio sirio- una batalla existencial de la que salió airoso gracias al apoyo ruso.
Las nuevas autoridades sirias, incapaces de proteger a las minorías
Lo cierto es que, a pesar de las llamadas del presidente interino a la concordia entre las distintas comunidades etnorreligiosas de Siria y la defensa de un modelo democrático para el país de Oriente Próximo, las autoridades islamistas radicales han sido incapaces de mantener la seguridad y la protección de las minorías. Pocas semanas después de la llegada de las nuevas autoridades a Damasco comenzaban a registrarse episodios de violencia sectaria.
Así, sucesivamente, cristianos -cuyas comunidades avanzan irremisiblemente hacia la extinción-, los alauíes -numéricamente la principal de las minorías sirias, un 10% de la población- y los drusos -una hermética comunidad cuya religión se emparenta con el islam chií y se reparte entre Siria, Líbano e Israel- han vivido en carne propia la violencia de grupos armados islamistas radicales en algunos casos vinculados vinculación con la amalgama de fuerzas que constituyen las nuevas fuerzas armadas sirias y en otros coincidentes ideológicamente.
A comienzos de marzo pasado milicias afines a las nuevas autoridades sirias se enfrentaron con grupos armados leales a Asad en la provincia costera de Latakia, feudo sirio de los alauíes. Los choques y las ejecuciones de miembros de la minoría costaron la vida al menos a un millar de personas. Después de haber sido víctimas de provocaciones durante las celebraciones de Navidad y Semana Santa, a finales de junio pasado los cristianos sufrían su peor revés desde la caída de Asad: el atentado terrorista contra los fieles de la iglesia de San Elías de Damasco, que dejó más de dos decenas de personas asesinadas y más de 60 heridos.
La aparente disposición de Al Sharaa y sus hombres a perseguir a los responsables de los crímenes ocurridos en los últimos siete meses no oculta el hecho de que el presidente es deudor de una ideología que considera herético -y digno del exterminio- a todo aquel que no practique la versión más rigorista del islam suní, lo que explica su comportamiento ambiguo.
Los drusos han vivido el peor estallido de violencia étnica en Siria
Después de un episodio que entonces pareció aislado el pasado mes de abril en Jaramana, una localidad situada al sureste de Damasco poblada por drusos y cristianos, la minoría drusa ha sido en los últimos días del peor estallido de violencia étnica de su historia contemporánea en Siria. Observados con desconfianza, cuando no con odio por los grupos islamistas más radicales por las buenas relaciones de los drusos israelíes con el Estado, los drusos sirios temían lo que ha ocurrido en los últimos días.
Según los datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una ONG con sede en Londres y una red de informadores sobre el terreno -activa desde la Primavera Árabe-, el último brote de violencia en la provincia de Sueida ha dejado ya más de 500 víctimas mortales entre miembros de las milicias beduinas que se han enfrentado con las facciones drusas, que hasta ahora habían evitado la presencia de fuerzas de seguridad y el ejército gubernamentales en su feudo del sur de Siria, y soldados llegados desde Damasco. Todo ello además de decenas de civiles drusos y beduinos.
La particularidad de la cuestión drusa amenaza con convertirse en una fuente añadida de inestabilidad en un Oriente Medio en plena ebullición y reconfiguración regional. La implicación de Israel, que se ha arrogado el papel de defensor de los drusos en Siria -y ha bombardeado a las fuerzas de Al Sharaa en Sueida y Damasco- amenaza con hacer desbordar el conflicto más allá de las fronteras sirias. No en vano, esta semana se vienen registrando importantes movimientos de población drusa desde los Altos del Golán en auxilio de los drusos sirios y también desde suelo sirio hacia la meseta ocupada por Israel desde la Guerra de los Seis Días de 1967.