
Aranceles
Duro golpe para los relojes de lujo, el queso y el chocolate suizos
Suiza paga cara su no pertenencia a la UE con un arancel del 39%, frente al 15% que pactaron los Veintisiete con EE UU

Desde ayer, los impuestos de aduana estadounidenses dejaron de ser una amenaza para convertirse en una dura realidad. En la arremetida comercial que ha enarbolado Donald Trump desde su llegada a la Casa Blanca, más de 90 países deberán pagar diferentes porcentajes por la mercancía que venden a EE UU. India y Brasil encabezan la lista con un aplastante 50%, seguidos por Siria, Laos y Birmania que varían entre el 41% y el 40%.
En Europa, la situación es un poco más moderada. La Unión Europea verá sus importaciones tasadas con un 15%, tras una controvertida negociación con Trump que ha sido criticada por algunos y aceptada con resignación por otros. Reino Unido salió mejor parado con un 10%.
Pero definitivamente, el país que ha resultado más golpeado de toda Europa es Suiza. Los aranceles que le impone Washington se elevan a 39%, afectando principalmente a los siguientes sectores: la relojería de lujo con marcas como Rolex, Omega y Tag Heuer que exportan un 17% de su producción a Estados Unidos; alimentos y bebidas de renombre mundial como Nestlé y Lindt, además de los famosos quesos suizos; maquinaria técnica de alta precisión de empresas como StarragTornos Group o SFS Group para la aeronáutica y la ingeniería automotriz; y definitivamente también golpea a la industria farmacéutica con monstruos como Roche y Novartis.
Trump sigue aferrado a su argumento global: el desequilibrio comercial. Según la Oficina del Representante de Comercio de EE UU, el déficit con Suiza se eleva a 38.300 millones de dólares en 2024, exclusivamente en el sector de bienes. Sin embargo, los datos de la misma fuente revelan algo de lo que Trump prefiere no hablar: en el comercio de servicios (banca, tecnología de la información, servicios audiovisuales y más), EE UU registra un superávit de 29.700 millones de dólares. El argumento del desequilibrio para aplicar un 39% a las importaciones suizas no está sostenido en las cifras. Incluso Suiza bajó sus aranceles a cero sobre los productos estadounidenses para compensar el superávit que señala Donald Trump.
Pero tal como sucede con los otros países, el aumento de aranceles que se ha iniciado este 7 de agosto no es estrictamente comercial, sino más bien político. Para Trump es seguir enarbolando la bandera del "American First", aunque la aplicación de aranceles no vaya acompañada de un desarrollo importante de la industria local.
Keller-Sutter, en el punto de mira
En Suiza, se culpa directamente a la presidenta, Karin Keller-Sutter, de no haber sabido negociar. La mandataria viajó a Washington este martes para atajar la arremetida comercial del mandatario, pero el resultado fue fatal. Originalmente, en su famoso "Día de la Liberación" del 2 de abril, Trump amenazaba con aplicar aranceles de 31% sobre los productos suizos. Al salir de la reunión con el secretario de Comercio estadounidense, Scott Bessent, la presidenta suiza esbozaba una sonrisa ganadora. Estaba segura de haber conseguido un acuerdo parecido al de Reino Unido o al de la UE. La felicidad duró poco: una llamada final con el mismísimo Trump echaría abajo las esperanzas y más aún, empeoraría por completo la situación: en lugar de bajar, los aranceles habían subido al 39%.
Ayer, Keller-Sutter y el ministro de Economía, Guy Parmelin, ofrecieron una rueda de prensa tratando de explicar el entuerto: «Nos quedó claro que el presidente de EE UU, al menos en el corto plazo, se mantendrá firme en los nuevos aranceles», dijo la mandataria.
Por ahora, la promesa del Consejo Federal Suizo es continuar las negociaciones con Washington para intentar bajar los aranceles, aunque advierte de que las empresas afectadas deben también tomar "medidas sensatas" para hacer frente a un período difícil. En este sentido, Keller-Sutter ya se está adelantando a las consecuencias, al sugerir una ampliación a 24 meses de las ayudas sociales de desempleo.
Sin embargo, por el momento, no se prevén contramedidas aduaneras en respuesta al aumento de los aranceles estadounidenses. El Consejo Federal Suizo ha preferido no escalar en una guerra comercial que pueda encarecer los productos estadounidenses y afectar aún más a la economía suiza. Tampoco ha renunciado a seguir comprando los aviones F-35 «made in USA» que por 6.500 millones de dólares y que pudieron haber servido para presionar a Donald Trump. Fiel a su estilo, Suiza aplica la neutralidad y la conversación, aunque ahora esté recibiendo el golpe comercial más duro de Europa.
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