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EE UU admite que las torturas de la CIA eran «brutales e ineficaces»
El informe publicado por el Senado, tras cinco años y 32 millones de euros, acusa a la agencia de mentir sobre los métodos post 11-S y «manchar» la imagen exterior
El informe publicado por el Senado, tras cinco años y 32 millones de euros, acusa a la agencia de mentir sobre los métodos post 11-S y «manchar» la imagen exterior
Alimentación a través del recto. Privación del sueño. Empujones contra la pared. Baños de hielo. Confinamiento en pequeñas cajas. Aislamientos prolongados. Amenazas de muerte. Son 500 páginas de un documento secreto de 6.700 que ha costado 40 millones de dólares (32 millones de euros) durante cinco años de investigación. El informe ve la luz después de meses de negociaciones sobre qué censurar y qué permitir que conozcan los estadounidenses.
El texto reconoce que estas técnicas no funcionan, pero tampoco se las describe en el controvertido informe como tortura. En cambio, la presidenta del Comité de Inteligencia del Senado, la demócrata Dianne Feinstein, reconoció que «fueron torturados. Bajo cualquier significado común, los detenidos de la CIA fueron torturados», explicó Feinstein, que ha insistido en la publicación de este documento a pesar de las presiones, sobre todo del Partido Republicano. El propio secretario de Estado, John Kerry, pidió a su compañera de partido que retrasase su anuncio. Pero fue imposible que la senadora tuviese contemplaciones con las prácticas de la agencia de espías después de que les acusase hace meses de infiltrarse en los sistemas informáticos de la Cámara Alta. Entonces, las relaciones entre la CIA y los investigadores del informe parecían ya más que deterioradas. Antes de que saliese a la luz el documento, la agencia emitió una respuesta en la que, aunque reconocía serios errores en su programa de interrogatorios, defendía que éste les llevó a conseguir información vital para los esfuerzos antiterroristas.
Desde la Casa Blanca, el presidente Barack Obama declaró las prácticas utilizadas contra los detenidos después del 11 de septiembre «contrarias a nuestros valores». «Continuaré sirviéndome de mi autoridad como presidente para asegurarme de que nunca recurramos a esos métodos de nuevo», explicó Obama tras la publicación de un dossier que ha obligado a elevar la seguridad en las embajadas y bases militares estadounidenses ante el temor de represalias.
Como se esperaba, los investigadores acusaron a la CIA de provocar «dolor» y «sufrimiento» a los prisioneros de Al Qaeda más allá de los límites legales. Y después engañaron a la nación con informes donde se justificaban «los interrogatorios útiles». A Abu Zubaydah, un dirigente de Al Qaeda capturado en Pakistán, le echaron agua en la boca para que tuviese sensación de asfixia. Cuando no hablaba, pensaron en no dejarle dormir durante días y después le aislaron. Todo fue idea de dos psicólogos, Bruce Jessen y James Mitchell, a los que el Gobierno pagó 80 millones de dólares por su asesoría. A otros cinco prisioneros los alimentaron por el recto. En cambio, la única información que se obtuvo de Zubaydah fue a través de las formas tradicionales que utilizaron agentes del FBI. Aun así, la CIA siguió con sus estrategia y pensó amenazarle con castigar a su familia. Después de que le mantuviesen en aislamiento durante 47 días, fue incapaz de decir nada más y empezó a manifestar problemas mentales. No fue el único. En las celdas de la CIA en Afganistán se mantenía a los detenidos en total aislamiento y sin luz. Las celdas tenían deshechos humanos y siempre había música muy alta.
El director de la CIA durante el 11-S, George Tenet reconoció que «sabemos que el programa llevó a capturar a líderes de Al Qaeda y los sacó del terreno de batalla. Se pudieron prevenir ataques que hubiesen provocado un gran número de víctimas y se salvaron miles de vidas de estadounidenses. Teníamos una bomba de relojería encendida cada día», dijo.
En el documento del Comité de Inteligencia del Senado se indica que no se hallaron evidencias de que este tipo de interrogatorios evitasen ningún atentado inminente. Sin embargo, se incluyen pruebas de los archivos de la CIA en los que se sugiere que el tratamiento a los detenidos en cárceles secretas hace una década era mucho peor de lo que el Gobierno explicó al Congreso o a los ciudadanos estadounidenses.
Feinstein reconoció que «tanta presión, miedo y expectación de más ataques terroristas no justifican acciones inapropiadas llevadas a cabo por personas u organizaciones en el nombre de la seguridad nacional», en referencia al programa aprobado por el ex presidente republicano George W. Bush en 2002, que no fue puesto al corriente de los detalles de los agentes de la CIA hasta 2006. Fue entonces cuando Bush expresó su disconformidad con las imágenes de detenidos encadenados al techo, con pañales y obligados a orinarse encima, que al ser publicadas crearon gran polémica.
Un expediente repleto de vejaciones
Alimentación e hidratación rectal
Una de las revelaciones de este informe es el uso por parte de la CIA de una técnica de interrogatorio desconocida hasta ahora: “la alimentación e hidratación rectal”, que padecieron al menos cinco supuestos terroristas, según ha podido documentar el Senado.
Los detenidos eran colocados “con la cabeza hacia delante y la cabeza debajo del torso” mientras se les introducía por el recto todo tipo de alimentos triturados, sin que en ningún caso hubiera una recomendación médica que lo justificara.
Uno de los jefes de interrogatorio de la CIA llegó a describir esta técnica, conforme a la documentación recabada por el Senado, como de “control total sobre el detenido”.
Control alimenticio
Este informe también ha sacado a la luz el estricto control alimenticio sobre los presos de la CIA. La agencia jugaba también con el número de calorías que podían consumir y en ocasiones les imponía una dieta líquida para debilitarles.
Como parte de la estrategia, los interrogadores “recompensaban” a los detenidos con jugosas comidas cuando “colaboraban” dando información relevante.
Amenazas y palizas
Otro de los tristes hallazgos del Senado han sido las palizas y amenazas simultáneas a las que la CIA sometía a sus detenidos. Aunque en sí mismo no sorprende el ‘modus operandi’, revelado ya por algunos reclusos, sí lo hace su contenido.
El informe apunta a que los interrogadores amenazaban a los presos, mientras les sometían a palizas, con hacer lo mismo con sus familiares. Incluso el documento detalla que a uno de los reos le amenazaron con abusar sexualmente de su madre delante de él.
Ahogamiento simulado
El informe ha servido asimismo para confirmar el uso extendido de algunos de los métodos de interrogatorio de la CIA, como el ya tristemente conocido ‘waterboarding’ o ahogamiento simulado, que fue aplicado a numerosos detenidos, algunos de los cuales estuvieron a punto de morir por ello.
Los interrogadores colocan al preso bocarriba, le tapan la nariz y la boca con un trapo y le obligan a tragar agua durante unos 40 segundos. Jalid Sheij Mohammed, el ‘cerebro’ de los atentados del 11 de septiembre de 2001, fue sometido al ‘waterboarding’ hasta 183 veces.
Encerrados en cajas
La CIA también colocaba a los supuestos terroristas en pequeñas cajas en las que a veces introducía determinados elementos para explotar sus fobias.
Es el caso de Abú Zubaydá, que durante su estancia en cárceles de la CIA en Afganistán pasó largas estancias en estas pequeñas cajas en las que llegó a creer que moriría. Sus interrogadores metieron insectos en su particular prisión para inducirle al pánico.
Duchas de agua fría
Otra de las torturas documentadas consistía en bañar a los detenidos con agua helada y envolverles después, estando totalmente desnudos, con plástico para prolongar durante más tiempo la sensación de frío.
Gul Rahman, un supuesto terrorista que estuvo recluido en Afganistán, murió de hipotermia después, según la prensa norteamericana, de sufrir una de estas duchas de agua fría en una cárcel secreta de la CIA.
Privación de sueño
Otra herramienta clave para “derrumbar” a los presos es la privación del sueño. Para impedir que los detenidos se durmieran, les obligaban a permanecer en posiciones incómodas, bajaban la temperatura de la celda o les sometían a ruidos incesantes.
La CIA dio su autorización para mantener despiertos a los reos hasta 180 horas, el equivalente a una semana y media, aunque al Departamento de Justicia le informó de que el límite estaba en 96 horas.
Posiciones incómodas
Obligar a los detenidos a permanecer durante horas o incluso días en intervalos de tres meses en posiciones incómodas era, al parecer, una de las técnicas complementarias usada por la CIA para reforzar otras torturas.
Algunos reos han relatado que les obligaron a estar de pie y encadenados y a orinar y defecar sobre ellos mismos y después permanecer encima. El objetivo: causar fatiga física y mental. Agotarles hasta la extenuación.
Humillación pública
Los detenidos por la CIA eran obligados a estar desnudos en varios momentos y como parte de distintas técnicas de interrogatorio, pero destaca la práctica de obligarles a pasear sin ninguna prenda por un corredor delante de los demás reclusos.
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