Política exterior

Trump impone las sanciones más duras contra Moscú

El uso de un agente nervioso es la "primera ofensiva"contra Europa, dicen líderes

La primera ministra británica Theresa May habla con las primeras personas que atendieron al ex oficial de inteligencia ruso Sergei Skripal y su hija Yulia
La primera ministra británica Theresa May habla con las primeras personas que atendieron al ex oficial de inteligencia ruso Sergei Skripal y su hija Yulialarazon

El uso de un agente nervioso de fabricación militar en Inglaterra constituye "la primera ofensiva"contra Europa desde la II Guerra Mundial, afirmaron hoy los líderes del Reino Unido, Estados Unidos, Francia y Alemania.

EE UU anunció ayer que impondrá unas sanciones sin precedentes contra cinco instituciones y empresas, incluida la heredera de la KGB, y 19 ciudadanos rusos, como castigo por sus cibertaques contra Estados Unidos y sus aliados, entre otros el causado por el virus NotPetya, que provocó daños de miles de millones de dólares, y por su interferencia en las elecciones de 2016.

Muchos de ellos ya habían sido previamente identificados por el fiscal especial Robert Mueller el pasado febrero, al acusarlos de conspirar para intervenir el proceso electoral, suplantación de identidad y malversación de dinero. Las sanciones adoptadas por la Casa Blanca incluyen la congelación de todos sus bienes y la prohibición de viajar a Estados Unidos y realizar transacciones a ciudadanos de este país.

En la reacción más contundente hasta la fecha ofrecida por la Casa Blanca, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, explicó que «la Administración está enfrentándose y contrarrestando la maligna ciberactividad rusa, incluidos sus intentos de interferencia en las elecciones estadounidenses, los ciberataques destructivos y las intrusiones contra infraestructura crítica. Estas sanciones selectivas son parte de un esfuerzo más amplio para abordar los nefastos ataques en curso que vienen de Rusia».

Trump, por su parte, se había limitado a condenar delante de los periodistas el intento de asesinato en Reino Unido del espía ruso Sergei Skripal. El presidente acababa de firmar un comunicado junto a Theresa May, Emmanuel Macron y Angela Merkel en el que calificaban el crimen de atentado contra la seguridad internacional y apelaban a las obligaciones de Rusia en tanto que miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero ni una palabra de Trump respecto a la injerencia del Kremlin en EE UU.

De hecho, las sanciones chocan con el discurso desplegado por el Gobierno durante el último año. Más todavía después de que el Comité de Inteligencia del Senado, controlado por los republicanos, niegue la posibilidad de que Rusia contribuyera a su victoria. Pero las investigaciones de Mueller, y el «aborrecible ataque» contra la soberanía británica, por decirlo con palabras de Sarah Huckabee Sanders, portavoz de la Casa Blanca, obligaban a tomar medidas urgentes.

Estaba, además, el precedente de las sanciones aprobadas por las cámaras legislativas el pasado verano. Unas medidas que salieron adelante con el apoyo de los dos partidos y la postura, entre desdeñosa y hostil, de la Casa Blanca. Y por supuesto que será casi imposible demostrar que los servicios secretos rusos acertaron a influir decisivamente en las elecciones de 2016 que dieron la victoria a Trump. Pero a juzgar por las palabras que pronunció en febrero el vicefiscal general, Rod Rosenstein, al tiempo que anunciaba la querella, nadie duda de que la presión existió, y fue implacable. Tanto que incluso se extendió más allá de las elecciones, cuando «los acusados prepararon manifestaciones para apoyar al presidente y, de forma simultánea, manifestaciones para protestar por su elección. Por ejemplo, dos en Nueva York, el mismo día».

Todo era poco en una táctica que mezclaba los viejos usos de la Guerra Fría con los bulos propalados a través de internet y la creación de un estado de agitprop cuidadosamente trabajado. Detrás de las campañas de ciberguerrilla estaba la misteriosa Internet Research Agency. Una compañía radicada en San Petersburgo y, al parecer, creada con la intención de «generar desconfianza hacia los candidatos y el sistema político en general».

Pero unos candidatos parecían más afines que otros a los intereses de sus mandamases. Algunos presidenciables hablaban a favor de Putin, al que alababan el coraje y hasta los métodos, mientras que otros parecían claramente antagónicos. Ya nadie o casi nadie, ni siquiera en la Casa Blanca, parecer dudar que entre quienes vilipendiaron a los rivales de Trump, con robos de emails incluidos y gestación de lustrosas posverdades, hubo un puñado de gentes llegadas del frío. Concretamente desde la orilla del río Nevá, junto a la fortaleza de San Pedro y San Pablo.