Comercio

EEUU y China pactan en secreto en Londres una hoja de ruta para calmar la guerra arancelaria

Los aranceles se reducen del 145% al 30% tras el acuerdo de Ginebra, pero persisten las disputas por chips y tierras raras

En un cónclave de alto voltaje mantenido a puerta cerrada en Londres, Estados Unidos y China han sellado un principio de acuerdo marco que fortalece la tregua comercial alcanzada hace un mes, con el objetivo de apaciguar la escalada arancelaria y sentar las bases de un nuevo orden en el comercio global. Las negociaciones, centradas en desmontar las turbulencias tarifarias, reflejan un esfuerzo estratégico por estabilizar los flujos comerciales, mientras la Unión Europea y Asia redoblan su apuesta por tratados de libre comercio para contrarrestar la incertidumbre en los mercados internacionales.

El diálogo de esta semana, que va más allá de un mero intercambio comercial, estuvo encabezado por el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng. Su objetivo ha sido fortalecer el frágil acuerdo de Ginebra, que en abril logró reducir aranceles de un abrumador 145% al 30% para EE.UU. y de 125% al 10% para China. Sin embargo, el camino hacia la reconciliación está repleto de obstáculos. Las acusaciones han volado entre ambos países: China señala a sus rivales por incumplir el pacto previo debido a sus restricciones sobre la exportación de chips de inteligencia artificial y la revocación de visados para estudiantes chinos. Al mismo tiempo, Washington acusa a Pekín de lo propio al imponer restricciones a la exportación de tierras raras, elementos críticos para sectores industriales como el automotriz

El telón de fondo es una competencia sistémica: dos modelos económicos—el capitalismo democrático de EE.UU. y el estatalismo chino—luchan por imponer su visión en flujos de datos, monedas digitales, políticas energéticas y seguridad nacional. Este choque está fracturando la globalización, creando cadenas de suministro paralelas, estándares rivales y una carrera por el dominio tecnológico. Sectores como defensa, ciberseguridad, semiconductores y tierras raras se revalorizan, con flujos de capital reflejando la apuesta: Pekín inyecta 500.000 millones de yuanes (69.000 millones de dólares) en tecnologías de doble uso, mientras Washington amplía restricciones en computación cuántica y datos de IA.

Tras las discusiones, el secretario de Comercio de EE.UU., Howard Lutnick, manifestó este miércoles su optimismo respecto a la resolución de las controversias en torno a los minerales de tierras raras y los imanes, elementos cruciales para las industrias de alta tecnología. Por su parte, el representante de Comercio Jamieson Greer, añadió que "nos estamos moviendo lo más rápidamente posible" y describió las relaciones como una encrucijada de desafíos. No obstante, reiteró el compromiso de su administración de alcanzar un pacto que beneficie a ambos, subrayando la disposición estadounidense hacia un enfoque constructivo en las negociaciones.

Para los inversores, el desenlace es crucial. Un éxito podría estabilizar los mercados y reactivar acuerdos transfronterizos; un fracaso acelerará la desvinculación económica, disparando riesgos de inflación en insumos clave y obligando a reconfigurar carteras para un mundo bipolar. Más allá de tarifas, lo que está en juego es la legitimidad de dos visiones opuestas. Londres ha supuesto un termómetro de si coexisten con barreras o se consolidan como bloques antagónicos.

Europa aboga por cooperación global

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, lanzó este miércoles un contundente mensaje desde Pekín. Durante su visita, donde se reunió con el Banco Popular de China, Lagarde enfatizó que las "políticas comerciales coercitivas no logran resolver los desequilibrios" y urgió a las naciones a "actuar" con el fin de "evitar una escalada de tensiones mutuamente perjudiciales". La economista francesa subrayó que, en los últimos años, la cooperación internacional se ha visto amenazada por fricciones que surgen entre regiones con intereses geopolíticos divergentes.

A pesar de esta fragmentación, destacó que "las regiones están más profundamente integradas económicamente que nunca", lo que plantea un desafío adicional en la búsqueda de soluciones. "Históricamente, los ajustes unilaterales para abordar las fricciones globales han demostrado ser insuficientes", advirtió e indicó que, aunque disminuyen los incentivos para la cooperación, los costos de la falta de colaboración se amplifican, lo que podría tener repercusiones graves para la economía global. Además, la presidenta del BCE enfatizó que el proteccionismo socava las bases de la prosperidad mundial al no abordar las causas profundas de estos problemas. En este sentido, hizo un llamado a la comunidad global para que priorice la cooperación y busque enfoques más integrales y sostenibles en sus relaciones.

Pekín critica la politización de Washington al comercio bilateral

Las negociaciones se produjeron tras la primera llamada telefónica de Trump con el líder chino, Xi Jinping, la semana pasada, la primera desde el estallido de las hostilidades, en una plática que el presidente estadounidense calificó de «muy buena charla» que «resultó en resultados muy positivos para ambos países».

China acusa a Washington de distorsionar las dinámicas económicas bilaterales al culpar al "desequilibrio comercial" de las tensiones, utilizando una narrativa que exagera preocupaciones de seguridad para justificar aranceles y restricciones. Desde la perspectiva del régimen comunista, esta politización del comercio daña las relaciones y agrava el déficit que EE.UU. pretende reducir.

Según Pekín, el déficit comercial estadounidense no deriva de prácticas chinas, sino de fallos estructurales internos. Las restricciones a exportaciones de alta tecnología, impuestas por Washington, limitan la competitividad de sus empresas en territorio chino, ensanchando la brecha comercial que tanto critican. Esta contradicción, señala China, refleja cómo las políticas de seguridad de EE.UU. sabotean sus propios objetivos económicos. Asimismo, el déficit estadounidense responde a una desindustrialización prolongada y al auge del sector servicios, que dispara la dependencia de importaciones. En contraste, EE.UU. domina el comercio de servicios, donde China acumula un déficit creciente, siendo Washington su principal origen.

Integrando bienes, servicios y ventas locales de empresas en ambos mercados, Pekín sostiene que el comercio bilateral es mucho más equilibrado de lo que admite EE.UU. Sin embargo, la escalada de medidas proteccionistas y la politización de Washington perpetúan el déficit y desestabilizan los flujos comerciales, frustrando una cooperación económica mutuamente beneficiosa.

El comercio chino frena su marcha

El dinamismo del comercio exterior chino, un pilar clave de su economía, mostró signos de desaceleración en mayo. Según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), el valor de los intercambios con el resto del mundo, medido en yuanes, creció un modesto 2,7% interanual, una cifra que palidece frente al robusto 5,6% registrado en abril. Este enfriamiento, que reduce el ritmo de avance a menos de la mitad, refleja el impacto de las fricciones con Estados Unidos que siguen pesando sobre las dinámicas globales. En términos absolutos, el comercio internacional chino alcanzó los 3,81 billones de yuanes (unos 530.000 millones de dólares), una cifra que, aunque significativa, evidencia los desafíos en el horizonte. Las exportaciones, motor esencial de esta ecuación, lograron un crecimiento del 6,3% respecto a mayo de 2024, totalizando 2,28 billones de yuanes (317.000 millones de dólares). Si bien este repunte es positivo, no basta para disipar las preocupaciones sobre la sostenibilidad del crecimiento en un contexto de crecientes barreras.

EE.UU. aviva la inflación con nuevas barreras comerciales

Trump está muy centrado en hacer justicia a su eslogan electoral «Make America Great Again», para lo cual intenta rejuvenecer su economía, atraer inversiones extranjeras directas, revitalizar el sector industrial, crear más puestos de trabajo, proteger la patria contra la delincuencia y la inmigración ilegal, ahorrar en gastos extraordinarios en el extranjero, traspasar la responsabilidad de la defensa a la autoayuda de los socios y recaudar más aranceles sobre las importaciones para reducir los impuestos a los estadounidenses.

Desde la perspectiva china, las medidas proteccionistas de Washington han vuelto a “encender las llamas de la inflación global”, justo cuando parecía estar enfriándose. En abril, la Casa Blanca anunció aranceles sobre vehículos eléctricos chinos, baterías surcoreanas, equipos industriales alemanes y productos médicos europeos, “todo bajo el pretexto de garantizar la justicia comercial”. Sin embargo, el resultado es inequívoco para Pekín: “mayores costos para empresas y consumidores estadounidenses, junto con una renovada inestabilidad en las cadenas de suministro globales”.

El régimen de Xi apunta a que la Reserva Federal, atrapada en un delicado equilibrio, mantuvo las tasas de interés entre el 4,25% y el 4,5% en mayo, evidenciando su preocupación por las persistentes presiones inflacionarias. Los crecientes costos de insumos globales, exacerbados por estas restricciones, hacen que la estabilidad de precios sea un objetivo esquivo. Mientras tanto, los hogares estadounidenses sienten el impacto directo en los supermercados, las gasolineras y las oficinas de alquiler. Para China, estas políticas no solo distorsionan el comercio global, amenazan con prolongar la incertidumbre económica