Kivu Norte

El ejército congoleño acusa a Ruanda de bombardear el aeropuerto de Goma

El avance del M23 aumenta la crisis de desplazados mientras empeoran las tensiones entre Ruanda y República Democrática del Congo

RDCongo.- Mueren dos militares de Sudáfrica en un ataque con morteros contra una base en el este de RDC
Militares congoleños en Kivu Norte.Europa Press

Cada vez queda más próxima una futura guerra abierta entre República Democrática del Congo y Ruanda. Las continuas agresiones del presidente Paul Kagame (Ruanda) contra la población de la provincia de Kivu Norte (República Democrática del Congo) comienzan a alcanzar una situación insostenible en términos humanitarios. El avance del grupo rebelde conocido como M23 se ha detenido en los últimos días en las afueras de la localidad de Sake, donde se enfrentan al ejército y grupos de autodefensa locales, pero los bombardeos contra la ciudad de Goma, capital de la región, se han intensificado igualmente desde hace semanas.

El último ataque tuvo lugar en la madrugada de este sábado, cuando un dron comercial pertrechado con dos bombas de mortero de 81 mm soltó su carga sobre el aeropuerto de Goma, dañando varios aparatos de uso civil y poniendo en peligro la seguridad de los Su-25 del ejército congoleño que se encontraban aparcados en ese momento. Tras varias horas de incertidumbre, el teniente coronel Guillaume Ndjike, portavoz del ejército en Kivu Norte, anunció a los medios locales que el dron pertenecía al ejército ruandés y culpó directamente a estos de orquestar el ataque. Aunque el presidente congoleño, Félix Tshisekedi, todavía no se ha pronunciado respecto a este último suceso, las relaciones entre ambas naciones empeoran por momentos.

En los últimos días se ha confirmado que soldados ruandeses y ugandeses cruzaron la frontera congoleña para aproximarse a localidades fronterizas remotas, supuestamente con la intención de facilitar el contrabando de materias primas o para establecer contacto con el M23. Las continuas denuncias sobre esta violación de la soberanía congoleña han caído en oídos sordos en la comunidad internacional. Merece la pena destacar que Goma se encuentra ahora rodeada por el M23 y, a efectos prácticos, muy cercana al asedio. La única forma de escapar de la ciudad consiste ahora en cruzar a la vecina Ruanda (inconcebible, desde que es el enemigo) o pagar un billete de avión a Kinshasa por un monto superior a los 600 euros. Son millones de personas atrapadas y esperando una suerte que ignoran casi tanto como les ignora el mundo a ellos.

Igualmente, soldados congoleños tomaron este viernes como prisioneros a dos militares ruandeses que se encontraban combatiendo junto al M23 en República Democrática del Congo; esta no es sino la enésima prueba que muestra que el ejército ruandés combate junto a los rebeldes, los arma y los forma. La creciente indignación que experimentan los congoleños ante estos ataques, curiosamente, se dirige antes contra las potencias occidentales que consideran aliadas necesarias de Ruanda (Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Naciones Unidas), que contra la propia Ruanda, mientras se han registrado a lo largo de la última semana fuertes protestas en Kinshasa frente a las embajadas occidentales. Quienes protestan consideran que Ruanda actúa con el apoyo de Occidente y exigen que se detengan las ayudas que recibe el país vecino, especialmente de parte de Estados Unidos. Se repite continuamente un dicho congoleño que afirma que “la mitad de la riqueza de Ruanda viene del Congo, y la otra mitad de Estados Unidos”. Hace referencia al expolio que hacen los ruandeses de RDC mediante el contrabando de materias primas, así y como la ayuda que recibe Ruanda por parte de los estadounidenses desde el genocidio de 1994.

La situación humanitaria como resultado de los enfrentamientos es grave. Naciones Unidas estipula que 135.000 civiles han huido de la ciudad de Sake en dirección a Goma desde el 7 de febrero (separa a ambas localidades una distancia de 20 kilómetros), igual que millones se encuentran en una situación de riesgo debido a los enfrentamientos. Cabe a recordar que ya hay contabilizados 2.5 millones de desplazados en la provincia de Kivu Norte.

Huyen del M23, igual que huyeron hace meses o años, cuando el mismo grupo atacó sus localidades. Uno de los problemas a los que se enfrentan es que, si la situación les obliga a asentarse en los barrios periféricos de Goma, el M23 ha intensificado igualmente en las últimas semanas su campaña de bombardeos contra estos mismos barrios y crecen con cuentagotas (pero crecen, al fin y al cabo) los números de civiles asesinados por los morteros arrojados por los rebeldes. Los bombardeos afectaron también a principios de esta semana al campo de desplazados de Zaina, situado en Sake, donde UNICEF informó que varios civiles murieron como resultado.

La CODECO secuestra y asesina a 16 civiles

Pero el M23 no es el único grupo armado que se extiende como la peor de las enfermedades en el este de República Democrática del Congo. Son más de 120 grupos armados los que proliferan en una superficie similar a la de la península Ibérica, donde la cooperativa CODECO, formada por milicianos de la etnia lendu, prosigue sus ataques de una violencia nefasta contra individuos de la etnia hema.

El último de los ataques tuvo lugar este viernes. Diez miembros de la CODECO fueron abatidos el jueves durante un enfrentamiento contra las milicias de autodefensa locales, y parece que quisieron cobrarse una venganza al día siguiente, el viernes, cuando procuraron secuestrar a decenas de civiles que regresaban de un funeral. Muchos huyeron, pero dieciséis fueron secuestrados y, poco después, terminaron ejecutados y enterrados. El ejército congoleño encontró las tumbas el sábado por la mañana.

Las agresiones de los lendu contra los hema, motivadas por una serie de cuestiones relacionadas con la propiedad de la tierra y el pago de impuestos que los hema deben hacer a los lendu para habitar en ella, revelan enormes zonas de RDC sin apenas control del Estado y donde la ley de la selva prevalece. Ni siquiera la presencia de Naciones Unidas, que apenas se implica en los conflictos descritos pese a la presencia de más de 13.000 cascos azules en el país, sirve para detener una espiral de violencia que comenzó hace décadas en la región y que todavía no tiene vistas a un final.