Política

Estados Unidos

El alma de EEUU está en juego

La polarización está disparada. La masacre antisemita de Pittsburgh muestra la penetración del discurso del odio en la democracia americana

El presidente de EE UU, Donald Trump, ha multiplicado sus actos en campaña en la recta final. En la imagen, en un mitin en Montana el 3 de noviembre / Reuters
El presidente de EE UU, Donald Trump, ha multiplicado sus actos en campaña en la recta final. En la imagen, en un mitin en Montana el 3 de noviembre / Reuterslarazon

La polarización está disparada. La masacre antisemita de Pittsburgh muestra la penetración del discurso del odio en la democracia americana.

Es mucho lo que está en juego en estas elecciones de medio mandato, particularmente por el control del Congreso. También estos comicios son importantes por algunos escaños de senadores y gobernadores locales. La mayoría de las «midterm» se convierten en una elección sobre la aprobación del presidente, pero hay algo más grande en juego, la evaluación sobre dónde está América como nación y su moral rectora. En la recta final de la campaña, se declaró un inesperado crecimiento del empleo, la Bolsa ha rebotado y la economía va viento en popa. La mayoría de analistas políticos diría que los republicanos deberían hacer campaña sobre estos logros económicos para cumplir con el dicho de que la gente vota con el bolsillo. Aun así, éste no ha sido el foco del mensaje de Trump durante sus viajes por todo el país para apoyar a los candidatos republicanos. El mensaje del presidente no ha sido sobre los éxitos en la economía o los logros de su Administración. Al contrario, ha perpetuado un clima político tenso usando un lenguaje divisivo y promulgando el miedo a «una caravana de migrantes» en la frontera con México proveniente de Centroamérica.

A pesar de que las «midterm» acaparan todas las noticias, el incidente que ha capturado la tristeza, ira y «shock» de los estadounidenses en las vísperas de las elecciones fue el ataque antisemita contra inocentes feligreses judíos en una sinagoga de Pittsburgh, en el que murieron once personas. Los actos antisemitas están aumentando en EE UU de acuerdo con cifras de la Liga Anti Difamación, y lo que ocurrió en Pittsburgh rememora las atrocidades cometidas contra los judíos durante el Holocausto. Este ataque ha causado que muchos se paren y se pregunten: «¿Dónde estamos como nación?». Hace un año en Charlottsville, cuando una muchedumbre armada de supremacistas blancos entró en la ciudad coreando «¡Sangre y tierra!», «¡No nos remplazaréis!» y «¡Los judíos no nos remplazarán!» y una antimanifestante inocente, Heather Heyer, fue atropellada por un coche y asesinada, la respuesta de Trump fue que «tenéis mucha gente mala en ese grupo, pero también tenéis gente que está muy bien en ambos bandos». No hay nada de bueno en colectivos que hacen amenazas de muerte racistas y antisemitas.

Trump visitó Pittsburgh después de la tragedia en la sinagoga. Sus condolencias parecían huecas cuando poco después declaró en un acto político en Columbia (Misuri) que «tuvimos un frenazo por dos maniacos en medio de un momento increíble, porque durante siete días no se habló de las elecciones». Su referencia era al tiroteo en la sinagoga y al envío de bombas a sus oponentes políticos. Cuando la muerte sin sentido de víctimas inocentes y el intento de asesinato a personajes públicos y privados resulta un inconveniente en una campaña política, algo va muy mal. Y, sin embargo, las multitudes continúan aplaudiendo.

En los actos políticos, Trump incrementa su foco en la caravana de migrantes. Ha enviado a las tropas a la frontera para pararlas e incluso ha dado su aprobación a que el Ejército abra fuego contra los migrantes que tiren piedras. ¿Acaso han amenazado los migrantes con lanzar piedras? No. ¿Por qué hay que crear un ambiente tenso que promueva la violencia? Son realmente una amenaza los 1.400 migrantes que logren llegar a la frontera con EE UU? Estados Unidos tiene una población de más de 300 millones, ¿no puede absorber una cifra tan pequeña? Esta «caravana» suele producirse con normalidad, pero Trump está usando un hecho ordinario como un modo de hacer la inmigración y el miedo «al otro» el centro de las elecciones. Su mensaje de temor y catástrofe es populista en su naturaleza y antitético a la democracia estadounidense.

La moral rectora de EE UU está girando fuera de control. En juego no está solo quién ganará o perderá la Cámara de Representantes y el Senado, sino más bien sobre la fibra moral y la decencia de América. ¿Va a caer EE UU en la trampa de la retórica del miedo y la división o estará por encima? ¿Quién saldrá a votar? Si los votantes jóvenes, cualificados y pertenecientes a minorías acuden a las urnas, entonces podrá haber una oportunidad para moldear el diálogo nacional hacia el civismo.

Por el contrario, el feo odio que Trump ha desatado solo prosperará en detrimento de lo que América se supone que representa: un faro de esperanza, un puerto seguro para los perseguidos y una oportunidad para vivir en la búsqueda de la felicidad no importe la religión, raza o credo, como se inscribió en la Constitución y en el pedestal de la Estatua de la Libertad.