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El brote de locura de un obseso de la violencia

Las autoridades alemanas descartan cualquier vínculo político o yihadista en la matanza de nueve personas ejecutada por Ali Sonboly. Éste sufría trastornos psicológicos y guardaba vídeos de crímenes en masa cometidos por jóvenes, a los que idolatraba.

El joven Ali David Sonboly, en una foto de archivo
El joven Ali David Sonboly, en una foto de archivolarazon

Las autoridades alemanas descartan cualquier vínculo político o yihadista en la matanza de nueve personas ejecutada por Ali Sonboly. Éste sufría trastornos psicológicos y guardaba vídeos de crímenes en masa cometidos por jóvenes, a los que idolatraba.

Minutos antes de las 5:50 horas del viernes, nadie en el centro comercial Olympia de Múnich podía sospechar los trágicos sucesos que estaban a punto de desencadenarse. Un estudiante de 18 años entraba en una hamburguesería del centro a esa hora y comenzaba a disparar, en una secuencia de varios minutos que se saldó con nueve muertos y al menos 21 heridos. Según las últimas averiguaciones de la Policía, el joven germano-iraní, identificado como Ali David Sonboly, estaba obsesionado con las masacres y sufría trastornos psicológicos.

No fue un acto de ira repentino, sino un crimen «deliberado», dijo el jefe de Policía encargado del caso, Hubertus Andrae. Sonboly abrió fuego en el restaurante de comida rápida, en la calle y más tarde en el centro comercial, próximo al estadio olímpico, creando una situación de caos y alerta en toda la ciudad. Su movilidad hizo pensar en los primeros momentos en tres tiradores. «La gente empezó a correr tratando de esconderse», cuenta Andreas Marc, uno de los testigos, quien probablemente recordará siempre las dramáticas imágenes de riadas de personas huyendo despavoridas.

El amplio despliegue policial, que incluía equipos especiales y helicópteros, no tardó en acordonar la zona, pero Sonboly tuvo tiempo de escapar. Dos horas y media más tarde, su cuerpo sin vida fue encontrado a un kilómetro del lugar de los hechos. Se había suicidado disparándose en la cabeza con una pistola Glock de 9 milímetros, la que utilizó para los crímenes. La tragedia podría incluso haber alcanzado dimensiones más graves, ya que en su mochila había otros 300 cartuchos. Aún se desconoce cómo un adolescente de 18 años pudo tener acceso a esta arma, probablemente en el mercado negro, ya que tenía borrados los números identificativos.

Las autoridades determinaron ayer que Sonboly, que no tenía antecedentes penales, había actuado solo y que sus crímenes no guardaban vínculos con «motivaciones políticas». Habría sido «un brote de locura» relacionado con «el transtorno psicológico» que sufría, aunque también podría existir un trasfondo de venganza por haber sido víctima de acoso escolar o incluso de xenofobia, ya que existen vídeos en los que se le oye decir frases como: «Extranjeros de mierda» o «fui acosado durante siete años... y ahora tengo un arma».

Una serie de documentos encontrados en su domicilio y el libro titulado «Síndrome de Amok: ¿por qué matan los estudiantes?» revelan que el estaba obsesionado con los crímenes en masa desde hace tiempo. De hecho, cometió sus crímenes en el quinto aniversario de la masacre del Anders Breivik en Noruega. «Hay una relación obvia», afirmó la Policía.

David Sonboly vivía con sus padres y un hermano menor en el seno de una familia de clase media, con residencia en el barrio muniqués de Maxvorstadt, el mismo donde nació y se crió. Sus vecinos le definen como un chico «tímido y reservado», que a veces repartía periódicos para costear sus gastos. Testimonios de compañeros de colegio aseguran que glorificaba a Tim Kretschmer, el adolescente que en 2009 mató a quince compañeros de escuela al sur de Alemania. Señalan que Sonboly tenía la foto de Kretschmer como imagen de perfil de Whatsapp.

Otras declaraciones recogidas por el diario «Bild» apuntan que el responsable de la matanza de Múnich estaba obsesionado con los videojuegos violentos. «Hace un año, le echamos del grupo (del videojuego) porque nos amenazaba de muerte todo el tiempo», cuenta un antiguo compañero de clase.