Espionaje

El confidente del Ucraniagate es un espía de la CIA

El nuevo escándalo vuelve a enfrentar al presidente de EE UU con sus servicios secretos.

El presidente Donald Trump sostiene una placa honorífica entrega el jueve en la Casa Blanca por la Asociación de «sheriffs» de EE UU
El presidente Donald Trump sostiene una placa honorífica entrega el jueve en la Casa Blanca por la Asociación de «sheriffs» de EE UUlarazon

El nuevo escándalo vuelve a enfrentar al presidente de EE UU con sus servicios secretos.

Donald Trump, más desafiante y bravo que nunca, dobla la apuesta. La filtración de su conversación con el presidente de Ucrania, Vladimir Zelenski, llegó desde el espionaje, quizá la CIA. Los demócratas son unos obstruccionistas, incapaces de avanzar nada que no sea la defenestración el presidente. Y Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, es un «enfermo». Quizá ninguno de sus tuits resultó más revelador que el de las 10:06 de la mañana de ayer, cuando escribió que «todo suena más y más a que el llamado confidente no es un confidente en absoluto. Además, toda la información de segunda mano ha resultado ser tan inexacta que ¿no podría ser que hubo alguien más, un filtrador o un espía? ¿Un operativo partidista?».

Ni que decir tiene, si su llamada telefónica, «perfecta» dice, «¡entonces ningún futuro presidente podrá hablar NUNCA con otro líder extranjero!». Una opinión que, curiosamente, no comparte un peso pesado republicano como James Comer, miembro del Comité de Supervisión y Reforma, que entrevistado a CNN afirmó que la Casa Blanca y el presidente todavía tienen que justificar de forma creíble por qué archivaron la conversación con Zelenski mediante un sistema de alta seguridad, generalmente empleado para materiales que puedan comprometer la seguridad nacional.

«Creo que ésa es una pregunta que la Administración Trump debe responder», afirmó, al tiempo que pronosticaba que la pregunta reaparecerá, una y otra vez, mientras «los demócratas avanzan en su plan para tratar de destituir al presidente». Cabe recordar que en su declaración por escrito el confidente había mostrado su estupor cuando diversos funcionarios de la Casa Blanca le informaron de que habían sido obligados «a eliminar la transcripción electrónica del sistema informático en el que normalmente se almacenan dichas transcripciones para su coordinación, finalización y distribución a los funcionarios a nivel de gabinete» y que «la transcripción se almacenó en un sistema electrónico separado, que se usa para para almacenar y manejar información clasificada de una naturaleza especialmente sensible». Pero, añadió «la llamada no contenía nada remotamente sensible desde la perspectiva de la seguridad nacional».

Ayer, la Casa Blanca admitió por vez primera que, en efecto, obró de esa guisa. Los abogados de NSC ordenaron que el documento clasificado fuera «manejado de forma adecuada», según le comentó una fuente de la Seguridad Nacional a la CNN. Un eufemismo para decir que la charla con Zelenski había sido considerada «altamente sensible». Una información que coincidía en el tiempo con la filtración de que la investigación podría arrancar oficialmente la próxima semana, y que es posible que comparezca el ya legendario informante. Y no sólo: los congresistas demócratas, al menos los 222 que de momento han apoyado de forma explícita el «impeachment», aspiran a que declaren Rudy Giuliani, el fiscal general, William Barr; y el secretario de Estado, Mike Pompeo. De hecho, Barr estaba en el ojo del huracán mediático después de que la presidenta del Congreso y líder de la mayoría demócrata, Nancy Pelosi, lo acusara de haberse corrompido.

En cuanto a Giuliani y el papel que haya podido desempeñar, nadie en Washington acierta a justificar qué hacía un asesor privado del presidente inmiscuido en asuntos que envuelven el supuesto interés de la Administración Trump por ayudar a Ucrania en la lucha contra la corrupción. Así, el congresista demócrata Robert Menendez, miembro del Comité de Asuntos Internacionales, ya ha enviado una carta a Pompeo en la que le pregunta desde cuándo sabe que Giuliani quería reunirse con diplomáticos ucranianos, si supo de las reuniones, si instruyó a sus subordinados en el Departamento de Estado para que no facilitaran ayuda al abogado personal de Trump y si estaba al tanto de los ataques contra la entonces embajadora de EEUU en Ucrania. También le interroga si estaba al tanto del contenido de la conversación, cuestiona qué opina respecto a que el presidente de EE UU llame a un líder extranjero para que investigue a un oponente político y si sabe de otras conversaciones similares que hayan sido declaradas clasificadas.

«En su llamada al presidente Zelenski», sostiene Menendez, «el presidente alentó repetidamente a un líder extranjero a hablar con su abogado. No con un funcionario del Gobierno, ni un diplomático, ni un representante del Departamento de Estado. Su abogado personal». O sea Rudy.