Política

Estados Unidos

El desprestigio de EE UU

El jefe de gabinete del presidente Barack Obama, Denis McDonough, da la bienvenida a los empleados de la Casa Blanca que hoy regresaron al trabajo
El jefe de gabinete del presidente Barack Obama, Denis McDonough, da la bienvenida a los empleados de la Casa Blanca que hoy regresaron al trabajolarazon

El presidente Barack Obama se desquitó ayer de todo lo ocurrido en las horas previas al acuerdo para reabrir la Administración de Estados Unidos y elevar el techo de deuda, un pacto cuya gestación ha paralizado Washington las últimas semanas. «No hay ganadores aquí», indicó Obama un día después de haber firmado la ley aprobada en el Senado con 81 votos a favor y 18 en contra. Justo hora y media antes de la hora límite, las doce de la noche del miércoles, la Cámara de Representantes la respaldaba con 285 apoyos y 144 rechazos.

Ahora la prioridad es poner en marcha el país, porque la parálisis ha dejado «un daño innecesario» a su economía y ha puesto una zancadilla a su recuperación. También se trata de lavar la pésima imagen que los políticos, obesionados con sus intereses, han dado del país. «La frustración del pueblo con la política de Washington nunca ha sido tan grande... están hartos», admitió Obama en su discurso desde la Casa Blanca. «Crisis así envalentonan a nuestros enemigos, alientan a nuestros competidores y deprimen a nuestros amigos», añadió el presidente, que reconoció estar «deprimido».

No es para menos, porque la tarea que tiene por delante sigue igual, con minoría en la Cámara de Representantes y un Tea Party dispuesto a reducir el gasto sea como sea. Para ese sector, Obama lanzó varios mensajes: «Debemos dejar de prestar atención a grupos de presión, blogueros, locutores de radio y activistas profesionales que se benefician del conflicto y centrarnos en la mayoría de los estadounidenses», dijo. «No debemos enfrentarnos al debate presupuestario como si fuera un ejercicio ideológico, recortando por recortar», declaró Obama.

Tras cerrar la crisis de la deuda en falso, el presidente endurecía su tono para llamar la atención sobre los próximos desafíos que deben acometer las dos Cámaras legislativas. Entre ellos destacó la reforma migratoria, la ley agrícola y, por supuesto, los presupuestos. Las últimas batallas disputadas en Washington han conseguido paralizar o retrasar todos los proyectos que Obama presentó en el discurso del Estado de la Unión a principios de año. La lista de propuestas permanece intacta. No ha conseguido nada. La incertidumbre generada en estas tres semanas de cierre administrativo y de lucha partidista sobre el techo de la deuda le dejan más debilitado. Los titubeos del presidente cuestionan su capacidad para conseguir archivar un acuerdo duradero sobre la deuda pública o sacar adelante sus otras propuestas estrella. La batalla ideológica ha dividido a los dos grandes partidos. Los analistas políticos norteamericanos echaban en falta más ideas e iniciativas por parte del Partido Demócrata. En el bando republicano, también se hace balance de daños. Esta crisis ha perjudicado a la oposición, aunque de momento, John Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes, puede respirar un poco más tranquilo después de que la clase económica expresase públicamente su apoyo. Pero los líderes del Tea Party se pueden ver en la disyuntiva de tener que elegir entre ser una agrupación nacional con opciones a la Presidencia o simplemente limitarse a complacer a los votantes de determinados distritos.

La actividad se reactivó ayer en Washington. Miles de funcionarios regresaban a sus trabajos tras 16 días de vacaciones forzadas al recibir un correo electrónico en el que se les notificó que se los esperaba en sus puestos de trabajo. Pero el Congreso sólo ha aprobado la financiación de la Administración hasta el 15 de enero, y ha aumentado el techo de deuda hasta el 7 de febrero. La prioridad de la Casa Blanca será conseguir un pacto a largo plazo que no sea rehén de recortes arbitrarios o presiones externas. Ayer, los presidentes de los Comités Presupuestarios del Senado y la Cámara de Representantes, el demócrata Patty Murray y el republicano Paul Ryan, se reunieron para tratar de evitar la próxima crisis de Washington en una cita que no se había producido en años anteriores. «Tenemos que controlar la deuda, reducir de forma inteligente el déficit y hacer lo que pensamos que hará crecer la economía y devolverá a la gente su trabajo», indicó Ryan, candidato a la Vicepresidencia con Mitt Romney en las elecciones presidenciales de 2012. «Creemos que hay puntos en común», reconocía Murray.

El sentimiento de vergüenza impregnaba ayer el ambiente de Washington y de los mercados internacionales y las principales capitales del mundo. ¿Qué mensaje manda Obama con este drama a sus aliados si no es capaz de controlar al Congreso? Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, leía la cartilla a Obama y le instaba a terminar con la incertidumbre política.