Muere Fidel Castro

«El día más feliz de mi vida»

En contraste con el luto oficial de La Habana, el exilio cubano de Miami sigue celebrando en la calle la desaparición del dictador

«El día más feliz de mi vida»
«El día más feliz de mi vida»larazon

En contraste con el luto oficial de La Habana, el exilio cubano de Miami sigue celebrando en la calle la desaparición del dictador

La calle 8 de Miami, entre las avenidas 35 y 36, es un hervidero de gente. Allí se encuentra el Versailles, el restaurante en el que se reúnen los disidentes cubanos y que desde hace días es el epicentro de las celebraciones por la muerte de Fidel Castro. Junto a los cientos de exiliados que no dejan de llegar se agolpan decenas de periodistas en busca de testimonios que apenas se escuchan entre la música y los pitidos de los coches que mientras pasan por delante, sacan banderas de Cuba por las ventanillas.

La felicidad se nota en sus rostros y pese a que ya han pasado varios días, parecen no creerse la noticia que les hizo sonreír más que el día que llegaron a Estados Unidos. Abunda la gente mayor, de los primeros que abandonaron la isla en busca de esa libertad que siguen reclamando para sus familias, las que aún aguardan un cambio en Cuba. Pero también hay cubanos más jóvenes, aquellos que han sufrido menos ese exilio obligado.

Andrés es uno de ellos y su rostro no deja lugar a dudas. Está feliz, "más que nunca. Esto es alegría, porque los cubanos llevamos años luchando por un cambio", asegura al tiempo que deja claro que, por el momento, no se puede ser demasiado optimista. "Porque aún queda el otro -Raúl Castro-". Aún así, este camarero del Versailles de 36 años reconoce que lo único que quieren es "un cambio que lleve a Cuba libertad y democracia". Y, sobre todo, "tranquilidad para nuestras familias".

Su compañero Carlos repite su alegría y sus palabras. Él, con 38 años, también dejó atrás familia y amigos, y sólo pide que el cambio llegue "cuanto antes". Después de 7 años en Miami recuerda como en la isla llevan "60 años con los mismos"y apunta que "ya es hora de que mejoren las cosas", mostrando incluso su confianza en que el recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, "mantenga el diálogo".

Muy cerca de allí, en una licorería, trabaja María, quien a sus 29 años y tres en Estados Unidos, no oculta su alegría. Eso sí, deja claro que "nosotros no deseamos la muerte de nadie", pero en este caso aclara que "si es alguien que ha hecho daño a la gente, quizás se lo merezca". Lo único que desea es esa libertad y poner "fin al atraso que se vive en Cuba"en aspectos tan simples como Internet.

Más feliz incluso está Gloria, dependienta de una tienda de recuerdos llamada "Sentir cubano". Salió de Cuba con destino Venezuela nada más acabar la carrera de Medicina, porque "aunque dicen que la enseñanza es gratuita, no lo es y tienes que hacer dos años de servicios sociales en países amigos, donde no puedes hablar nada del régimen". De ahí pasó a Colombia y hace uno y medio llegó a Miami. Ahora, a sus 26 años en su cabeza sólo está su familia y amigos, porque "lo están pasando muy mal". Incluso comenta como le contaron que durante los primeros días de luto por el fallecimiento de Castro, un amigo fue detenido "mientras celebraba su cumpleaños porque pensaban que celebraba la muerte de Fidel". La noticia de su muerte supuso para ella "la mayor felicidad de mi vida, el día más feliz que recuerdo", dice con una sonrisa que no se le apaga. Pero ella también evita ser del todo optimista, porque "aún queda Raúl y puede que venga su hijo... pero ojalá que no sea así", dice casi susurrando.

Esa alegría de todos ellos queda patente también en las calles, donde abundan los carteles de "Cuba Libre"o los recortes de periódico en los escaparates con la cara de Castro y el titular "Muerto". Incluso en la tienda de Gloria, donde ya venden camisetas en las que se lee "Muerto el perro se acabó la rabia".

Este es el "sentir cubano"en el barrio de Little Havana de Miami, donde pese a la buena noticia las tradiciones y el día a día siguen. De hecho, en el Parque del Dominó decenas de cubanos siguen jugando su partida en mesas con el mapa de la isla. Pero sonríen, mucho más. Aunque pierdan.