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«Un soldado del califato atacó ese antro de vicio»

Abu Yehya al-Qayrwani
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Ramos de flores acompañados de palabras de dolor ocupaban el lugar donde, un día antes, habían yacido decenas de cadáveres después de que un hombre armado irrumpiese en el hotel tunecino Imperial Marhaba con la intención de asesinar al mayor número posible de turistas. 39 personas, incluido el atacante, perdieron la vida el viernes en un atentado que tuvo como escenario la localidad costera de Susa y ha conmocionado al país norteafricano, tan sólo tres meses después del asalto yihadista al Museo del Bardo en la capital. En un primer momento, las autoridades tunecinas afirmaron que el joven terrorista que acabó siendo abatido por las Fuerzas de Seguridad, no figuraba en sus registros. «Ciertamente, debe de estar relacionado con grupos extremistas», declaró secretario de Estado de Interior tunecino, Rafik Chelli, el mismo día de la matanza. Sus peores sospechas parecían confirmarse cuando el Estado Islámico (EI) reivindicó el ataque a través de las redes sociales: «El soldado del califato Abu Yahya Al-Qayrawani atacó el Hotel Imperial», podía leerse en sus cuentas de Twitter, señalando que su objetivo fue el de asaltar los «antros de fornicación, de vicio y de apostasía de la ciudad de Susa». Para añadir credibilidad al comunicado de autoría, el EI acompañó el texto con una foto del hombre que sembró el terror en un hotel perteneciente a la cadena española Riu. El joven aparece en la instantánea sonriente y escoltado por dos fusiles de asalto kalashnikov, el mismo modelo con el que asesinó a 38 turista e hirió a otros 39, la mayoría de ellos, británicos, aunque entre las víctimas mortales se contaban además nacionales de Alemania, Bélgica e Irlanda. Las pesquisas llevadas a cabo por la Policía revelan que el hombre a quien el EI llama Abu Yahya Al-Qayrawani se llamaría en realidad Seifeddine Rezgui. Los escasos datos publicados hasta la fecha destacan que se trata de un ciudadano tunecino, nacido en 1992 en la ciudad en Gafur, situada al noroeste del país. Los investigadores deberán descubrir ahora qué falló para que un yihadista capaz de cometer el atentado más atroz de la historia reciente de Túnez no hubiese sido identificado antes como potencialmente peligroso. Si bien la versión oficial es que el joven Rezgui actuó en solitario, las autoridades no descartan la existencia de posibles cómplices. Su teléfono móvil ha sido recuperado por un equipo de buceadores tras conocerse a través de testigos que su dueño lo había lanzado al mar justo antes de iniciar el tiroteo y podría convertirse en una fuente vital de información. Además de los testimonios de las víctimas, un vídeo tomado durante la masacre ofrece nuevos detalles, como que junto al cuerpo inerte del asesino apareció lo que asemejaba ser un artefacto explosivo.

Consciente de la urgencia de atajar la escalada terrorista que amenaza con herir de muerte al sector turístico del país, el jefe del Gobierno, Habib Essid, anunció en una comparecencia ayer de madrugada que se tomarán todas las medidas necesarias para extirpar la amenaza yihadista. Con el rostro cansado tras una noche agitada, Essid se mostró firme durante su discurso: «Podemos ganar una batalla y perder otra, pero nuestro objetivo es ganar la guerra» afirmó tras constatar que la propia existencia del Estado se halla en peligro.

En su aparición ante los medios, la cabeza del Ejecutivo tunecino anunció una serie de medidas de carácter inmediato que ya se están concretando, entre ellas el cierre de alrededor de 80 mezquitas. La prioridad es evitar que centros religiosos que operan fuera del control gubernamental se conviertan en centros de difusión ideológica y reunión de elementos radicales. En los próximos días está prevista la clausura también de clubes y agrupaciones políticas que se encuentren «fuera del marco institucional», los cuales serán llamados a registrarse y aclarar cuáles son sus fuentes de financiación y, de no ser así, serán disueltos.

Al tiempo que centenares de turistas interrumpían abruptamente sus vacaciones y abandonaban el país, empujados por el temor a que se produzcan réplicas del atentado del viernes, Essid aseveraba que su Gobierno no escatimaría esfuerzos para proteger a los visitantes. Con motivo del mes de Ramadán, que impone un ayuno diurno a los musulmanes, la presencia militar había disminuido, un relajamiento en las fuertes medidas de seguridad tomadas tras el asalto al museo del Bardo. Ramadán a su vez es un mes especialmente sangriento.