Unión Europea

El enemigo en casa

La Razón
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¿Los atentados en Europa han servido para que la cooperación en materia de seguridad mejore entre los Estados miembro?

–En los últimos años se han hecho progresos reales en esta materia. Europol desempeña un papel esencial en la recogida y el tratamiento de la información. La Policía recibe así una valiosa asistencia. Sin embargo, la lucha contra el terrorismo requiere sobre todo confianza entre los socios y esto no puede ser impuesto, ya que a menudo depende de las relaciones entre individuos. Además, resulta una tarea muy compleja movilizar a tantos Estados rápidamente. El funcionamiento de la Unión Europea sobre temas que por lo general requieren celeridad es muy lento y es ahí cuando surgen problemas.

¿En qué se ha fallado y cómo se pueden solventar esos de-sencuentros?

–La cooperación policial entre los países europeos ha desperdiciado mucho tiempo en los últimos años, en gran medida debido al temor del Parlamento Europeo de que se reduzcan las libertades. Las buenas decisiones se han adoptado después de 2015, tras los ataques de «Charlie Hebdo», y ahora deben implementarse, en particular en lo que respecta al control de las fronteras exteriores de la Unión. Pero esto no es suficiente. Ahora, los terroristas ya están en los Estados miembros. Por lo tanto, los esfuerzos deben centrarse en la detección de elementos radicales en el seno de nuestra sociedad.

¿Sería posible crear una CIA europea, es decir una agencia de Inteligencia unificada que vaya más allá de la Intcen (Centro de Inteligencia de la Unión)?

–Parece una taréa difícil en crear una CIA europea. Los Estados siguen estando muy apegados a su soberanía. La Inteligencia es un tema muy sensible. El anterior Gobierno francés bajo la presidencia de Hollande ya descartó de manera tajante esta decisión. Esta posición es probablemente compartida por muchos Estados miembros. La Inteligencia está en el corazón del funcionamiento del Estado, es un elemento de poder. Debido a que la Unión no es un Estado federal, es difícil para los Estados abandonar, e incluso compartir, el control de la Inteligencia.