La amenaza yihadista

El Estado Islámico avanza en la frontera norte de Siria

Milicianos chiíes arrebatan una bandera del Estado Islámico en su combate en Irak
Milicianos chiíes arrebatan una bandera del Estado Islámico en su combate en Iraklarazon

Los yihadistas se hacen con el control de varias localidades limítrofes con Turquía y se imponen entre los rebeldes.

El Estado Islámico parece imparable, tanto en Siria como en Irak, a pesar de los esfuerzos de los ejércitos gubernamentales de ambos países y de los bombardeos de la coalición internacional. En Siria, el EI no sólo le está ganando la batalla al Ejército del presidente Bashar Al Asad, sino que también suma victorias frente a los demás grupos rebeldes. Ayer, los yihadistas se hicieron con el control de varias localidades en el norte de Siria, lo que les abre el camino a la frontera con Turquía, de gran importancia estratégica para el grupo.

Este fin de semana, el EI destruyó la cárcel de Palmira –tras haber conquistado esta destacada ciudad–, que era un símbolo del régimen de los Asad, pues, desde la época del padre del actual presidente, en ella se ha encarcelado y torturado a opositores. La aviación siria siguió bombardeando durante el fin de semana a los combatientes del Estado Islámico matando a decenas de ellos, pero la lucha contra otros grupos rebeldes está desviando esfuerzos y beneficiando a los yihadistas, que ya controlarían la mitad del territorio del país, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El grupo está luchando contra los rebeldes más moderados, contra el Ejército sirio y contra las fuerzas kurdas, y no parece verse debilitado ni siquiera por los bombardeos de la coalición internacional liderada por EE UU. La falta de un frente y una estrategia común internacional para derrotar al Estado Islámico en Siria ha hecho que este grupo haya aumentado considerablemente sus dominios y su poderío en los últimos dos años.

Las rivalidades regionales en Oriente Medio también están jugando a su favor, ayudando de forma indirecta al EI. Los principales enemigos de Asad –Arabia Saudí, Qatar y Turquía– han seguido apoyando material y políticamente a los grupos rebeldes en Siria, lo que ha beneficiado al EI porque las fuerzas del régimen han centrado sus esfuerzos en luchar contra los rebeldes en determinadas zonas del país, dejando que los yihadistas siguieran afianzando su control en el este y en el norte. A pesar de que EE UU está bombardeando al EI y a otros grupos rebeldes radicales, como la rama de Al Qaeda en Siria, también busca derrocar el régimen de Asad y no colabora con éste en la lucha antiyihadista.

Turquía desveló la semana pasada que ha alcanzado un acuerdo preliminar con Washington para ofrecer soporte aéreo a los rebeldes sirios, algo que éstos llevan años pidiendo y que, quizás, llegue demasiado tarde para marcar la diferencia sobre el terreno. Por el momento, no se conocen los detalles y Washington no ha confirmado en qué consistirá ese apoyo para los combatientes rebeldes que están siendo entrenados en Turquía, en el marco de un programa de cooperación con EE UU, según Ankara. El ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, declaró al periódico local «Daily Sabah» que luchar contra el Estado islámico es prioritario, pero también «el régimen [de Asad] debe ser detenido». De hecho, Turquía ha sido acusada de apoyar a los islamistas y haber propiciado el ascenso del Estado Islámico en Siria con el fin último de derrocar al régimen de Damasco. Estos planes, así como las recientes conquistas del EI, ponen en duda la estrategia de la coalición antiyihadista capitaneada por el Gobierno de Barack Obama, que ha estado bombardeando al grupo radical en Irak y en Siria desde agosto del año pasado sin haber podido limitar su expansión.

En Irak ya han emergido las primeras tensiones entre el Gobierno y EE UU, después de que el propio Pentágono acusara al Ejército iraquí de no haber tenido la «voluntad» de luchar y defenderse frente a los yihadistas en Ramadi, ciudad conquistada por el EI a mediados de mayo.