Trípoli
El Estado Islámico, cada vez más cerca de España
La implantación en Libia del grupo yihadista más letal representa una amenaza para la seguridad europea y un acercamiento a los países del norte de África más próximos a España.
El vídeo de las decapitaciones de 21 cristianos egipcios por el Estado Islámico en Libia ha hecho saltar las alarmas internacionales sobre las pretensiones del grupo terrorista de ampliar su autoproclamado califato a un tercer país. La confirmación de que el Estado Islámico se ha afincado en Libia supone una amenaza para la seguridad de los países vecinos, ya que el EI podría utilizar el país norteafricano como una plataforma para lanzar ataques en Egipto, Túnez y Argelia. Unos movimientos que inquietan sobremanera a los países de la Europa del sur, que alertan del peligro para la seguridad colectiva dada la cercanía de Libia a las costas italianas. Los terroristas podrían hacer del puerto de Lampedusa, a 300 kilómetros de Trípoli, la puerta de entrada al Viejo Continente.
El EI vio una oportunidad de extender su centro de operaciones más allá de Irak y Siria, aprovechando la situación de inestabilidad política y caos ocasionado por la lucha de poder entre las diferentes milicias en Libia. Dos gobiernos rivales han conducido al país a una sangrienta guerra civil. Mientras los grupos rivales luchaban por el control de la riquezas petroleras del país, el EI aprovechó la confusión para fortalecerse. Así, el verano pasado, Abu Baker al Baghdadi envió una delegación siria, encabezada por Abu Nabil al Anbari, un veterano de Al Qaeda –que estuvo preso durante un tiempo en la cárcel de Abu Ghraib–, para explorar la cooperación con yihadistas locales, según una fuente de seguridad estadounidense citada por «The Wall Street Journal».
Dentro de Libia, Al Anbari forjó lazos con esos grupos yihadistas, especialmente en la localidad portuaria de Derna, donde simpatizantes locales reclutaron a libios en las mezquitas y les enviaron a Siria para ser entrenados. Posteriormente, los yihadistas libios regresaron de nuevo a casa para librar la «guerra santa». Esta pequeña localidad costera de 100.000 habitantes, en la frontera con Egipto, tiene una larga historia de radicalismo islamista. Marginada durante la era de Muamar Gadafi, Derna contribuyó al mayor número de yihadistas extranjeros en las filas de Al Qaeda en Irak que cualquier otra ciudad de Oriente Medio. También ha proporcionado cientos de combatientes para el EI en Siria.
El Estado Islámico debe su repentina y rápida expansión en Libia a sus alianzas, cuidadosamente cultivadas, con grupos vinculados a Al Qaeda. A finales de agosto, el EI contaba con unos 800 combatientes que apoyaban al Consejo de la Shura para la Juventud en Derna, y en la actualidad se cree que hay entre 1.000 y 3.000 yihadistas leales a Al Bagdadi en Libia. En enero, se dio a conocer la existencia de la rama libia del EI tras atribuirse la responsabilidad del atentado contra el Hotel Corinthia en Trípoli, en el que murieron diez personas. La última acción terrorista que se le atribuye fue el triple atentado el pasado viernes en una pequeña localidad cerca de Tobruk, sede del Gobierno libio internacionalmente reconocido. La organización terrorista controla ahora las provincias de Trípoli, la región suroeste de Fezzan, y la región oriental de Barqa, que incluye las ciudades de Bengasi y Derna. En los últimos días ha ampliado su control a la Sirte, la ciudad natal del dictador Muamar al Gadafi, asesinado en agosto de 2011 por rebeldes libios.
«Aunque el grupo es cada vez más fuerte dentro de Libia, su influencia no es tanta como dicen tener», señaló a LA RAZÓN el coronel retirado Nizar Abdul Kader. El EI no ejerce su control en todo Derna, donde grupos rivales como las Brigada de los Mártires de Abu Salim siguen desempeñando un papel importante. «Libia no es Irak o Siria, y no será fácil para el Estado Islámico duplicar sus éxitos anteriores», puntualiza el experto libanés en grupos yihadistas. Abul Kader considera que Al Bagdadi «se enfrenta a la competencia con otros grupos islamistas que están bien atrincherados en Libia».
Otro factor importante es que el país carece de la división sectaria entre los musulmanes suníes y chiíes, como existe en Irak y Siria. Prácticamente todos los musulmanes de Libia son suníes. «No van a ser capaces de encender la mecha de guerra sectaria», dijo el coronel retirado, como ya ocurrió con Al Qaeda en Irak, que contribuyó a desatar un sangriento conflicto civil en ese país. El reto final tiene que ver con los hidrocarburos. «Libia es rica en petróleo y gas, pero el EI probablemente no se hará con las reservas tan fácilmente», señaló Abul Kader. El grupo terrorista aún no ha logrado hacerse con el control de los campos petroleros, como lo había hecho en Siria e Irak. Actualmente, su capacidad para financiarse con el oro negro se ha ido reduciendo por los ataques aéreos de la coalición internacional contra instalaciones petroleras en el noroeste de Siria e Irak . La semana pasada, los yihadistas atacaron a las Fuerzas de Seguridad en los dos campos de petróleo en Libia, en un intento de controlarlos. Uno de ellos, Mabruk, que ya es atacado por segunda vez este mes, y también un oleoducto. Las autoridades libias advirtieron de que la creciente violencia podría forzar el cierre de la producción de petróleo del país. La producción ya había caído de alrededor de 1,6 millones de barriles al día antes de la Primavera Árabe a menos de 300.000 barriles al día de hoy.
En la batalla por frenar la expansión del EI en África del Norte, el Egipto del general Al Sisi está jugando un papel fundamental. Vengó la muerte de los coptos decapitados con bombardeos aéreos y ha solicitado a Naciones Unidas una intervención para frenar a los yihadistas. Occidente ha descubierto en Al Sisi un aliado fiel en la guerra contra el terror.
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