El Futuro de Venezuela

El «golpe» de Maduro divide a Venezuela

El gobernante encargado y candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, saluda tras ser proclamado como presidente de Venezuela ante el Consejo Nacional Electoral junto a la directora del orgaismo, Tibisay Lucena
El gobernante encargado y candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, saluda tras ser proclamado como presidente de Venezuela ante el Consejo Nacional Electoral junto a la directora del orgaismo, Tibisay Lucenalarazon

Parecía que daba igual el millón de votos perdidos. El ambiente en la fiesta de ayer en el acto de proclamación de Nicolás Maduro como presidente, en la plaza de Caracas, no fue acorde al hecho de que la victoria quedó lejos de las expectativas del propio Gobierno. Aunque alguna cara que reflejaba la tensión se podía ver. Ésta es la estrategia del Gobierno, legitimar la victoria pírrica sacando a la gente a la calle. «Soy el primer presidente chavista, después de Chávez. Aquí se está gestando un golpe de Estado», dijo tras firmar el acta que lo declaraba presidente oficialmente.

Y los grandes perdedores de estas elecciones presidenciales, los venezolanos, que ven cómo la brecha de la polarización se ensancha. Ahora todas las miradas se dirigen hacia las urnas. Tras una victoria del chavismo por la mínima en un proceso plagado de irregularidades, si el presidente electo se niega a un nuevo recuento, el resultado quedará en entredicho. La última palabra sobre lo que dijeron las urnas el domingo la tendrá en Consejo Electoral Nacional (CNE), un árbitro que ha demostrado claramente ser partidario del Gobierno. Mientras observan todas las irregularidades, Henrique Capriles exige que se audite el 100% de los votos. «Quiero decirle al candidato del Gobierno: el derrotado el día de hoy es usted», aseguró. «Nosotros tenemos un resultado distinto», dijo el candidato de la oposición. «No vamos a reconocer un resultado hasta que no se cuente cada voto de los venezolanos», aseveró.

Además, el líder de la oposición también llamó ayer a los venezolanos a protestar a través de cacerolazos y denunció que varios militares han sido detenidos por exigir el cumplimiento de la Constitución durante la jornada electoral. Para hoy está prevista una marcha hasta en CNE para exigir un nuevo conteo de los votos. El miedo de Capriles es que el oficialismo manipule las cajas antes de la auditoria.

Por su parte, la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, junto con los rectores del poder electoral, permanecían en silencio ayer. Sin embargo, antes de dar los resultados enfatizaron que las cifras «son irreversibles y definitivas» después de haber escrutado el 99,12% de los votos. Además, comentó que la participación fue del 78,71%. Según estos datos, Maduro sacó 7.505.338 votos, que le otorgaron el 50,66%. Por su parte, Capriles sumó 7.270.403 sufragios, lo que le dio el 49,07%.

Ayer el portal del Consejo Nacional Electoral permanecía inaccesible por decisión del propio Gobierno, que denunció que hubo unos 45.000 intentos de «hackeo» provenientes del exterior. De esta forma, ha resultado imposible consultar el desglose del recuento de votos de las elecciones del domingo. Y éste fue otro de los elementos que ayer añadía confusión a una jornada postelectoral, ya bastante complicada de por sí.

Pese a que Maduro se mostró dispuesto a una auditoría, habrá que ver si sus asesores no le recomiendan recular en los próximos días o si no realizan una representación de recuento que no logra su propósito. Respecto al resultado electoral, decían los encuestadores que Maduro perdía ventaja cada día; los caprilistas, que cada vez que el presidente encargado hablaba perdía 200 votos, y las malas lenguas, que en una campaña de tres meses como la del año pasado hubiera terminado tercero. Partía, según los sondeos, con una enorme diferencia en intención de voto.

Al margen de las dudas que suscita el resultado y de que en los próximos días la oposición logre que sea impugnado, comparar los datos con las pasadas elecciones de octubre arroja bastante luz sobre la capacidad de Maduro para liderar el movimiento que heredó. Antes de conocerse el resultado del domingo, parecía que el gran reto que iba a tener el «delfín» del fallecido Chávez eran las dificultades económicas que pasará el país si se cumplen las previsiones de los más pesimistas.

El líder chavista se encontrará con unas cuentas públicas sometidas a una enorme presión, con problemas de altísima inflación, desabastecimiento e interrupciones crónicas de servicios básicos como la electricidad. También se comprometió a enfrentar la inseguridad, impulsar la producción y a tres subidas salariales que terminarán con un alza del 45% en el salario mínimo. Pero, probablemente no tendrá mucho margen para emprender ajustes. Menos aún cuando el crédito obtenido en las urnas fue tan ajustado. Eso, junto a la comparación constante con Chávez, puede llevar a pensar que el autobús que le ha tocado conducir a Maduro se dispone a atravesar una carretera llena de baches.