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El hambre no se va de vacaciones en París

La mayoría de los centros de asistencia social de París cierran sus puertas durante el mes de agosto con motivo de las vacaciones, dejando desatendida a una parte de la población que continúa viviendo en condiciones precarias y que es reorientada a un centro de acogida estival.

"La vida es tan dura en verano como en invierno para la gente de la calle", alertó a finales del mes de julio la fundación "Restos du coeur"(Restaurantes del corazón), una de las principales ONG francesas que advirtió del cierre estival de muchas de las estructuras de ayuda social.

Para suplir ese déficit existen asociaciones caritativas específicas, como "Août Secours Alimentaire"(Agosto Socorro Alimentario), que trabaja desde el 1 hasta el 31 de agosto y reparte alimentos a cerca de 14.000 personas.

Su delegado general, Denis Brot, explica a Efe que este año -con un presupuesto de 470.000 euros, la mitad procedente de subvenciones estatales y de la Iglesia católica- prevén distribuir cerca de 690.000 paquetes alimentarios.

"Nos dimos cuenta de que cuando las vacaciones se terminaban, los mendigos estaban mucho más débiles y frágiles", señala Brot, porque "durante todo el año conseguían comer en asociaciones diversas, pero durante el verano todas estaban cerradas".

El diácono francés Pierre Lanne fundó en 1994 Août Secours Alimentaire para atender a esta demanda social, una organización actualmente aconfesional, pero que mantiene activos sus lazos con la Iglesia católica, que les cede algunas de sus parroquias y locales.

Los 450 voluntarios de Août Secours Alimentaire compaginan sus vacaciones con el reparto de alimentos y se alternan durante este período para que sus cuatro centros funcionen correctamente.

Para Gérard, encargado del centro de la calle Falguière, al sur del París, "es difícil organizar el trabajo antes"porque no sabe cuántos voluntarios acudirán cada día.

En este centro la preparación de los paquetes comienza al mediodía, con alimentos que Août Secours Alimentaire obtiene en un 40 por ciento del Banco de Alimentos y el resto lo adquiere a una gran superficie, que realiza gratuitamente el transporte.

No existe un perfil de persona necesitada. Desde jóvenes estudiantes que no reciben beca durante los meses de verano, hasta jubilados que con su pensión solo alcanzan a pagar el alquiler, además de inmigrantes con familias numerosas.

"Las familias constituyen el 80 % de la distribución", comenta Brot, que añade que el objetivo de su organización es "alimentar el cuerpo y el corazón", por lo que "la acogida es muy importante".

La distribución se lleva a cabo durante tres horas y, aunque el reparto es veloz, muchas personas no se van inmediatamente, sino que se sientan a charlar mientras los niños juegan.

No solo los que reciben comida resultan beneficiados por esta práctica solidaria, donde los voluntarios también se sienten gratificados con la experiencia, de diversas maneras.

Un voluntario rumano, Ion, señala que su principal motivación para colaborar con esta asociación es la de relacionarse en francés y de este modo mejorar su dominio del idioma.

"Es una experiencia única, las personas que acogemos son encantadoras y sonrientes", explica Maxime, de 21 años y estudiante de ingeniería y matemáticas, que decidió dedicar su período obligatorio de prácticas universitarias al trabajo humanitario.

El problema de agosto no está solo ligado a las altas temperaturas, según Gérard, "las personas necesitadas echan de menos a los que les ayudan durante el año y vienen aquí porque es una oportunidad para hablar con otras personas".

Ángela, una colombiana que va por alimentos con su amiga Miriam, asegura que para ella su centro de acogida habitual, dónde recibe cursos de francés, cocina y pintura, es "más que una familia".

No siente el mismo apego con Août Secours Alimentaire, donde solo acude en los meses de verano, pero "el mercado es siempre el mercado", reitera esta desempleada, que no está en situación de rechazar ni el paquete de alimentos, ni el café caliente.