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El «Pablo Iglesias británico» amenaza a Westminster

Jeremy Corbyn, favorito para liderar a los laboristas, revoluciona la política británica

Corbyn es diputado laborista desde hace 30 años
Corbyn es diputado laborista desde hace 30 añoslarazon

«Corbynmanía». En Reino Unido no se habla de otra cosa. Y el término se escuchará aún más conforme el calendario se aproxime al 12 de septiembre, día en el que el Partido Laborista elegirá a quien será su nuevo líder. Después de que Ed Miliband dimitiera tras la humillante derrota en las elecciones de mayo, la lucha por hacerse con las riendas de la oposición ha sido totalmente eclipsada por la figura de uno de los candidatos: Jeremy Corbyn. Nunca pierde las formas cuando debate con sus contrincantes y se considera anti-monárquico. Está a favor de la nacionalización de los ferrocarriles, el gas y la electricidad. Venera la figura de Hugo Chávez, defiende la causa palestina y fue uno de los primeros en viajar a Atenas para apoyar a Alex Tsipras cuando éste se convirtió al mismo tiempo en primer ministro griego y enemigo de la austeridad dictada desde Berlín. ¿Les resulta familiar?

No, Corbyn no lleva coleta ni ha sido profesor de la universidad antes de acaparar la escena política de Westminster. Pero los rotativos ya le han bautizado como el «Pablo Iglesias británico». Y lo cierto es que tienen muchos –por no decir, casi todos– puntos en común. Aunque hay un pequeño matiz: Corbyn tiene 66 años y lleva más de tres décadas como diputado del acomodado distrito londinense de Islington Norte. Durante su larga carrera, sin embargo, nunca ha ocupado un puesto ministerial. En los trece años en los que el laborismo estuvo en el poder jamás se apuntó esa posibilidad. Por lo tanto, sus propios compañeros de filas son los primeros sorprendidos con el revuelo que ha montado su candidatura. Es más, hasta el último momento no logró las quince firmas adicionales de parlamentarios necesarias para su nominación. Pero nunca se valoró que un candidato con semejante perfil fuera a ser el favorito en los sondeos, que le dan ahora el 53% de los votos.

Ahora son los propios pesos pesados del laborismo los que piden públicamente a los afiliados que no elijan a Corbyn si quieren que el partido tenga alguna posibilidad de volver al poder. Alan Johnson, el que fuera ministro del Interior, ha urgido a «terminar cuanto antes con esta locura». El propio Tony Blair ha dicho que «aquellos que de corazón apoyen a Corbyn deberían pedir un trasplante». Y Alastair Campbell, asesor del ex «premier» –considerado un auténtico gurú político–, ha señalado que si finalmente el diputado de Islington se pone al volante, el «partido va directo a estrellarse». «Corbyn debe detenerse si se quiere tener un partido serio en lugar de un movimiento protesta», matiza. «Es un buen hombre, un buen diputado, y no dudo de que su visión anti-austeridad sea compartida por muchos», recalca. «Sin embargo, no creo que tenga capacidad para liderar el partido y menos aún para recuperar el voto perdido a favor de los conservadores, UKIP o SNP (nacionalistas escocesas)», añade. Por otra parte, los cinco donantes más importantes del laborismo, entre ellos el multimillonario Assem Allam, han dejado claro que con Corbyn a la cabeza se acabaría su apoyo económico.

Sin embargo, las advertencias no parecen que tengan mucho efecto. Los fieles al político antisistema se multiplican por días. Más de 120.000 se han afiliado al partido desde las elecciones de mayo hasta el pasado miércoles, día en que se cerraba el plazo. En total serán cerca de 600.000 las personas que tengan derecho a voto. Según Patrick Wintour, editor político de «The Guardian», «muchos de los nuevos miembros son viejos activistas que regresan al partido que abandonaron a raíz de la guerra de Irak y otros muchos son jóvenes entusiasmados por el mensaje de Corbyn. La mayoría no tienen ningún recuerdo de la década de 1980 o los años de Tony Benn, pero están hartos del compromiso de las políticas establecidas en Westminster. Votar por Corbyn es para algunos subsidiario», explica.

En efecto, un tercio de los nuevos afiliados tienen menos de 30 años, a los que el veterano político se ha metido en el bolsillo prometiendo la abolición de tasas universitarias. En este sentido, Owen Jones, columnista y autor de «El Establishment. La casta al desnudo», asegura que «lo sorprendente» no es el renacimiento de «la izquierda auténtica y la rapidez con que ha prendido el fenómeno Corbyn, sino que haya tardado tanto en producirse». «Cierto que la situación en Reino Unido no es tan desesperada como en Grecia o España, pero hay millones de personas, sobre todo jóvenes, que se sienten marginadas por el proceso político y piden a gritos un vehículo de expresión, como demostró el fenómeno Occupy (una ciudad de tiendas de campaña que se instaló ante la catedral de San Pablo, el equivalente de los indignados de Madrid). Gane quien gane, esto no es más que el principio de un movimiento muy significativo. Algo ha cambiado en la política inglesa», recalca.

En Reino Unido siempre ha prevalecido el bipartidismo. Por esta razón, a los politólogos no les extraña que la rebelión haya surgido desde el corazón del laborismo y no de nuevas formaciones como ha ocurrido en España con Podemos o en Grecia con Syriza. Además, el resto de candidatos están muy ligados al «establishment», por lo que Corbyn resaltó rápidamente en la lista. Liz Kendall es considerada heredera de Blair; Yvette Cooper, la protegida de Gordon Brown; y Andy Burnham un híbrido entre ambas. Lógicamente, los tres han rechazado la posibilidad de formar parte del equipo de Corbyn si éste se hiciera finalmente con las riendas del partido. Por lo tanto, el veterano diputado tendría que encontrar alguien para Defensa dispuesto a retirar al país de la OTAN y cancelar el programa Trident de misiles nucleares. Para Exteriores, alguien que rechazara la guerra en Siria y negociara los términos con Europa, aunque él se niega a decir qué votará en el referéndum sobre la permanencia de la UE. Para Energía, una persona que se opusiera a las centrales nucleares y promoviera la reapertura de minas de carbón. Y, ante todo, Corbyn necesitaría un aspirante a «chancellor» que luchara contra la austeridad y subiera los impuestos a los más ricos.

Es complicado saber si llegará algún día a formar Gobierno. Aunque las posibilidades de que se convierta en el líder de la oposición son cada vez más altas, debido a las nuevas reglas aprobadas por el partido. Para que el proceso fuera más democrático, aparte de los sindicatos y los miembros de la formación, se decidió que todos aquellos que se registraran pagando tres libras (4,20 euros) tendrían derecho a voto. Los nuevos «afiliados» debían firmar un acuerdo en el que apoyaban «los valores del Partido Laborista» y prometían no ser «partidarios» de cualquier otra organización. Sin embargo, la polémica llegaba esta semana cuando la Prensa publicaba que más de 250 ex candidatos y miembros de partidos rivales han tratado de registrarse. Pesos pesados del laborismo han pedido que se paralice todo hasta que se aclare lo ocurrido. Pero la «corbynmanía» sigue su curso y, de momento, no ha llegado nadie capaz de detenerla.

Los otros candidatos

Andy Burham

45 años

Ministro en el gabinete de Gordon Brown, fue nombrado portavoz de Sanidad por Ed Miliband y se opone a la inclusión de los servicios públicos sanitarios en la Asociación Transatlántica de Comercio y la Inversión (TTIP, en sus siglas en inglés).

Yvette Cooper

46 años

Esgrime su larga experiencia ministerial como principal aval. Es percibida como una política solvente aunque no es popular en el partido, quizás por su marido, Ed Balls, cerebro económico en la década de Blair y Brown, quien perdió su escaño en mayo.

Liz Kendall

43 años

Se la identifica como la más cercana al neolaborismo de Tony Blair y es receptiva a las aspiraciones de las clases medias. Le falta experiencia en altos cargos, aunque puede beneficiarle el no haber formado parte del equipo que se vio sorprendido por la crisis.