Relaciones internacionales

El genocidio armenio abre una nueva crisis entre Berlín y Ankara

Turquía llama a consultas a su embajador tras la condena de la masacre por parte del Bundestag

Varias personas muestran carteles pidiendo el reconocimiento del genocidio desde la tribuna de invitados del Bundestag
Varias personas muestran carteles pidiendo el reconocimiento del genocidio desde la tribuna de invitados del Bundestaglarazon

Turquía llama a consultas a su embajador tras la condena de la masacre por parte del Bundestag

Desde ayer, Alemania forma parte de la más de una veintena de países que han reconocido como «genocidio» la matanza masiva del pueblo armenio entre 1915 y 1916 a manos de las fuerzas otomanas. La Cámara baja del Parlamento alemán (Bundestag) aprobó con una abrumadora mayoría esta resolución por primera vez en su historia, lo que tensa las relaciones diplomáticas entre Ankara y Berlín y pone en peligro el acuerdo de la UE Turquía para frenar la corriente migratoria.

El presidente turco, Recep Tay-yip Erdogan, que llevaba días advirtiendo sobre las posibles consecuencias bilaterales que el reconocimiento podría conllevar, no ha tardado en mostrar su descontento llamando al embajador de su país en Berlín al poco de conocer la resolución del Bundestag. Algo que ya había hecho anteriormente, en signo de protesta, con sus embajadores en Austria, Brasil o Luxemburgo el día en el que éstos reconocieron legalmente el genocidio armenio. Si bien el enfriamiento de las relaciones con estos países resultó ser de carácter temporal, la situación actual con Alemania en el contexto de la crisis de los refugiados podría hacer que con Berlín fuese diferente. Erdogan aseguró también que tomaría medidas adicionales durante los próximos días. El martes pasado, el presidente turco ya había advertido de las posibles consecuencias en una llamada telefónica a la canciller alemana, Angela Merkel, avisando de que una «emboscada así» podría «deteriorar todas nuestras relaciones con Alemania». Su primer ministro, Binali Yildirim, calificó la iniciativa de los diputados germanos de «absurda» y de «un auténtico test de amistad» entre Ankara y Berlín.

Una amistad ya algo agrietada después de que el cómico alemán Jan Böhmermann ofendiera con su humor a Erdogan, un episodio que Merkel saldó el pasado mes de abril al permitir la apertura de un juicio contra él a instancias del presidente turco.

Para Turquía es incorrecto calificar los hechos de 1915 de genocidio, pues tuvieron lugar en el contexto de una guerra mundial «en la que también murieron muchos ciudadanos otomanos». Tras posponerse en numerosas ocasiones, esta conflictiva votación llega en uno de los momentos más delicados para Merkel, gran promotora del acuerdo con Turquía para reducir los flujos migratorios que llegan a Europa. Desde su mismo nacimiento, este convenio se encuentra a la sombra de afiladas dudas y aún se pone en tela de juicio su efectividad, debido principalmente a la figura de Erdogan, un socio clave, pero difícil, que dos meses después de firmar el acuerdo ya amenazó con romperlo si la Unión Europea (UE) no eliminaba los visados para los turcos.

A pesar del enfado de Erdogan, Merkel aseguró ayer en Berlín que las relaciones estratégicas entre ambos países seguían siendo buenas, aunque volvieron a erigirse las voces que vaticinan un fracaso del pacto. Para el politólogo Nicolai Dosis, de la Universidad de Duisburg-Essen, el convenio de los refugiados no se destruirá por el reconocimiento del genocidio armenio. «El coste del fracaso sería muy alto para Turquía, que vería cómo se le cierra durante mucho tiempo su puerta a la UE», contó a LA RAZÓN. «Si fallara como consecuencia del genocidio armenio, significaría que Erdogan ha dejado de tener interés en cooperar con Bruselas y eso no sería una buena señal para nadie», añadió.

A pesar de las advertencias de Ankara, la votación se resolvió con 628 votos a favor, una abstención y una voz en contra. Esta unánime respuesta parece tener detrás una voluntad de parar los pies a Turquía. La votación histórica se celebró con la ausencia de tres importantes figuras del panorama político germano: la propia canciller, el vicecanciller y líder del Partido Socialdemócrata, Sigmar Gabriel, y el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. A pesar de que no acudieron por otros compromisos, no tardaron en aflorar las críticas. Según un portavoz de su Gobierno, Christiane Wirtz, Merkel había dado su aprobación previamente en la sede de su partido. En el texto, se reconocía, asimismo, la responsabilidad del II Reich alemán, aliado entonces del Imperio Otomano, en el genocidio que provocó la muerte de hasta 1,5 millones de armenios.