Elecciones
El poder de Erdogan se agrieta en las ciudades
La pérdida de Ankara y Estambul anticipan un cambio de ciclo acelerado por la crisis económica. La oposición laica recoge el descontento en las grandes urbes.
La pérdida de Ankara y Estambul anticipan un cambio de ciclo acelerado por la crisis económica. La oposición laica recoge el descontento en las grandes urbes.
El presidente turco, Recep Tayip Erdogan, ha probado de su propia medicina. Ese sabor amargo de la derrota tras perder estrepitosamente en las grandes ciudades de Turquía. Pero el poderoso mandatario no va a entregar tan fácilmente a la oposición su querida Estambul que ha sido gobernada por los últimos 20 años por el partido Justicia y Desarrollo (AKP). Así las cosas, el partido gobernante va a impugnar los resultados preliminares después de que en el recuento haya salido con mayoría de votos el candidato de la oposición, Ekrem Imamoglu, del Partido Republicano del Pueblo. El hecho de que la mano derecha de Erdogan, ael ex primer ministro Binali Yildirim, haya perdido, aunque solo sea por 28.000 votos a favor Imamoglu, es un síntoma de que los turcos han empezado a cansarse de las políticas represivas y de la mala dirección de la economía.
En un comunicado, la dirección del AKP en Estambul denunció ayer que habían detectado irregularidades en algunos formularios de resultados por lo que considerarían a su candidato ganador hasta que se resuelvan las impugnaciones. El propio Yildirim, que reconoció su derrota ayer, puntualizó que aunque la diferencia con el ganador es de aproximadamente 25.000 votos, el número de papeletas inválidas alcanzan las 319.500. Según la agencia Anadolu, 290.000 votos han sido contados como nulos en Estambul y 90.000 en Ankara.
Ahora, la Comisión Electoral deberá hacer un nuevo recuento y habrá que esperar otros tres días para conocer quién ha ganado en Estambul. Por miedo al fraude, la oposiciónpidió a los observadores que no dejen los colegios electorales, aunque «no tengan que dormir en 48 horas».
Repetir el escrutinio podría exacerbar las divisiones entre el electorado y desembocar en la violencia postelectoral. Con la Lira turca temblando, una mayor inestabilidad solo traería más perdidas económicas. La divisa turca cayó ayer de nuevo tras el varapalo político a Erdogan en las municipales.
Aunque los resultados de las municipales no afectan directamente al Gobierno central, «se han visto como una reprimenda a Erdogan, especialmente por una crisis económica marcada por la subida de los precios y una tasa de desempleo que alcanza su nivel más alto en tres décadas», explica a LA RAZÓN Cumali Onai, periodista independiente turco. A su juicio, que la participación haya sido menor que en las elecciones presidenciales de 2018, con una afluencia de más del 87% frente a un 83% es significativo. «El descontento del electorado por las nuevas políticas del AKP se ha reflejado en la participación», asegura Onai. La pérdida de Estambul, una ciudad de más de 15 millones de habitantes y centro comercial de Turquía, es un duro golpe para el AKP ya que «perdería importantes recursos económicos, que le han ayudado a ganarse el favor de muchos los votantes», señala.
Un nacionalismo exacerbado y una economía fuerte han sido dos de los pilares que han mantenido ininterrumpidamente en el poder a Erdogan y el AKP durante las dos últimas décadas. Pero con una economía en recesión, con la caída del valor de la lira turca en un 30% desde agosto y las altas tasas del desempleo, muchos votantes estaban decididos a castigar al presidente turco.
Erdogan prometió el domingo por la noche que ahora se centraría en sanar la economía de Turquía de cara a las elecciones generales de 2023.
«Tenemos un largo período por delante en el que llevaremos a cabo reformas económicas sin comprometer las reglas de la economía de libre mercado», declaró el presidente turco después de conocer que los candidatos del AKP habían perdido Ankara y casi seguro Estambul.
Sin embargo, los inversores se muestran escépticos de que las reformas prometidas por el AKP puedan sanar una economía endeudada y enganchada al crédito externo, y que las tensas relaciones diplomáticas con EE UU puedan traer más sanciones.
El temor a abandonar el poder, a dejar de ser invencible, ha conducido a Erdogan a una agresiva campaña contra la oposición, los medios de comunicación independientes, y las libertades y derechos civiles. Los turcos han vivido una represión sin precedentes tras el fallido golpe de Estado de 2016, fomentado por los delirios de poder y sueños de grandeza del todo poderoso mandatario desde que asumió el año pasado una presidencia ejecutiva después de un tenso referendo en 2017. El descontento de una parte de la población al AKP no solo se ha manifestado con la perdida de poder en las grandes ciudades como Ankara, Estambul y Esmirna, la tercera ciudad turca, donde también ganó el CHP con el 58,6% de los votos, sino también en las zonas kurdas. En Diyarbakir y otras ciudades del sur de Turquía, predominantemente kurdas, el partido Democrático del Pueblo, (HDP) ha recuperado el control de una parte de los municipios. No obstante, deducir que el resultado ha sido un castigo colectivo a Erdogan y el principio del fin del AKP es aventurarse demasiado. El partido gobernante ha ganado en total el 45,7% de los apoyos en todo el país, por lo que el AKP es el vencedor en número total de votos en las municipales en 2002.
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