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El populismo de @realdonaldtrump

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El populismo de @realdonaldtrumplarazon

En la guerra se aplasta al enemigo a través de las balas. En política eso mismo se hace a través de mensajes que finalmente socavan la reputación del oponente. El Twitter de Donald Trump resulta, en su caso, el arma más letal, la más poderosa. Días atrás, el presidente norteamericano, en una entrevista para la cadena Fox News, reconocía la importancia de Twitter con el propósito de esquivar el filtro mediático que lo confronta y, en segundo lugar, lo clave que resulta para posicionar sus mensajes en los medios tradicionales, evitando en última instancia interpretaciones sesgadas o mal intencionadas.

Gestos despectivos, palabras ofensivas y muestras carentes de estatura política han sido una constante en los discursos de Trump y, sobre todo, a través de sus líneas digitales. Esta arma comunicacional desgasta, provoca y alimenta la ya existente fractura social y política de Estados Unidos. En este mes de octubre, por ejemplo, han sido múltiples los mensajes negativos en contra de los medios, y en contra de algunos políticos: el más reciente, hacia el senador Bob Corker, que además pertenece a su propio partido, y a quien llamó incompetente a través de Twitter en represalia por su oposición a la nueva reforma fiscal que impulsa su Administración.

La figura de Trump no encaja en el traje del estadista. Tampoco le interesa. Su estrategia pasa por la construcción cada vez más afianzada de un liderazgo unipersonal y, por último, fortalecer un electorado a su favor, que, sin importar una condición minoritaria, resulta sólido y con poca voluntad de reencontrarse con el otro, con aquel que piensa distinto. Así, logra polarizar. La mayoría de las encuestas revelan que casi el 60% de los norteamericanos desaprueba la gestión del cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Al mismo tiempo y paradójicamente, el Dow Jones alcanzó cifras históricas, lo que habla de una revaloración importante del mercado bursátil y una mayor confianza desde el empresariado hacia las políticas económicas de Trump. Adicionalmente, se registró esta semana el número de solicitudes de empleo más bajo desde 1973.

Compaginar los índices de aprobación de gestión con los índices económicos representa en el caso del presidente norteamericano un ejercicio que arroja varios acertijos. Sin duda, la guerra mediática y el verbo twittero de Trump incrementan la brecha y la paradoja entre la impopularidad y la eficaz gestión económica. No se trata simplemente de generar confianza en los mercados de valores, nadie niega su importancia, también debería mostrarse un esfuerzo para que la mayoría del pueblo norteamericano se entienda, por lo menos, con el liderazgo presidencial.

El puente que genera consenso y conecta la agenda económica con la agenda ciudadana se llama comunicación. Parece un reto olvidado y obviado por Trump. Sencillamente no le interesa, más bien, pareciera regocijarse en una batalla estéril que alimenta y sostiene su peligroso populismo virtual.