Terrorismo yihadista
El Ramadán de los 500 muertos
El Estado Islámico tiñe de sangre el mes sagrado del islam en un intento desesperado por retomar el liderazgo de la yihad global
El Estado Islámico tiñe de sangre el mes sagrado del islam en un intento desesperado por retomar el liderazgo de la yihad global
Este mes de Ramadán ha sido, sin duda, uno de los más sangrientos que se recuerdan en décadas. Cerca de 500 personas han muerto en atentados suicidas y ataques coordinados por varios kamikazes en nombre del Estado Islámico (EI). Las pérdidas que ha sufrido el EI en el terreno militar no han mermado la capacidad que tiene el grupo terrorista para sembrar el terror alrededor del mundo. Si bien los ataques aéreos de la coalición internacional y las operaciones militares terrestres han debilitado a los yihadistas en Siria e Irak, el grupo extremista sigue inspirando a decenas de miles de jóvenes musulmanes en todo el mundo que se han afiliado a la yihad global.
El mes pasado, el portavoz del EI, Abu Mohamed al Adnani, instó a sus seguidores a llevar a cabo atentados contra Occidente durante el Ramadán. «El Ramadán es el mes de la conquista y la yihad. Que sea un mes de calamidad en todas partes para los no creyentes», dijo el portavoz yihadista en su alocución. Y así, durante el mes sagrado del ayuno musulmán, el grupo terrorista ha logrado contraatacar en cuatro de los cinco continentes. En Estados Unidos, un solo hombre de origen afgano, afiliado al EI, cometió el mayor acto de terrorismo desde el 11-S con el tiroteo masivo en un club gay de Orlando, que causó 49 muertes. El pasado lunes un suicida hizo estallar una bomba cerca de la Mezquita del Profeta en la ciudad santa de Medina, matando a cuatro guardias de seguridad; el mayor atentado que se ha registrado en uno de los lugares más sagrados del islam. Horas antes del ataque a un puesto de seguridad en Medina, otra explosión tuvo lugar cerca de una mezquita chií en la ciudad oriental de Qatif, mientras en la misma madrugada, un atacante suicida murió tras detonar un cinturón explosivo cerca del consulado de Estados Unidos en Jeda. Durante este Ramadán, militantes del EI han atacado Francia, Líbano, Irak, Turquía, Siria, Jordania, Egipto, Yemen y Bangladesh. El 14 de junio, un francés que prometió lealtad al grupo yihadista apuñaló a un comandante de la Policía fuera de su casa y mató también a su pareja. A finales de mes, el día 27, varios terroristas suicidas se hicieron estallar en el pueblo cristiano libanés de Qaa, matando a cinco personas. La misma jornada en la que atacantes suicidas mataron a decenas de civiles en Al Mukala (Yemen).
Un día después, tres terroristas suicidas de Rusia, Uzbekistán y Kirguistán llevaron a cabo un ataque coordinado a gran escala en el aeropuerto Ataturk de Estambul, matando al menos a 45 personas. Este mes convertido en pesadilla no finalizó ahí. Nada más comenzar julio, los militantes del EI también mataron a 22 personas, la mayoría de ellos extranjeros, en el barrio diplomático de la capital de Bangladesh, Dacca. Y el tercer día del mes, el grupo, una vez más, se atribuyó la responsabilidad por el ataque más mortífero hasta ahora en la capital iraquí, matando a más de 200 personas en un centro comercial abarrotado de familias. Mientras que la serie de ataques terroristas de las dos últimas semanas se puede atribuir directamente al llamamiento de al Adnani, el caso del ataque de Orlando, perpetrado por Omar Mateen, aparentemente sin vínculos anteriores con el grupo, demuestra la capacidad del EI de convencer a aspirantes radicales a jurar lealtad al grupo en el momento del ataque. Su marca se ha fortalecido a través de las redes sociales, permitiendo a jóvenes, en su mayoría descontentos con el mundo y de todos los niveles socioeconómicos, perpetrar atrocidades en masa con poca preparación.
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