Restringido
El reparto de Europa
El pacto Ribbentrop-Molotov. El acuerdo de no agresión liberó las ansias expansionistas de Hitler y Stalin
El pacto firmado entre la Alemania nazi y la URSS el 24 de agosto de 1939 fue el acuerdo internacional más notorio del siglo XX porque abrió la vía a la II Guerra Mundial en Europa. Desde la publicación de «Mein Kampf» en 1926, Hitler había anunciado su intención de llevar a cabo una expansión territorial de Alemania, siendo el objetivo principal la creación de una gran zona de «Lebensraum» (espacio vital) en el este de Europa, fundamentalmente a expensas de la URSS. Consideraba que, después de los judíos, su enemigo principal era el comunismo. Y había prometido a sus jefes militares que nunca repetiría el gran error de Alemania en la I Guerra Mundial de quedarse atrapado en dos frentes. Pensaba en términos de guerras breves de un solo frente. Primero buscó dominar el centro de Europa, lo que logró con la anexión de Austria y el desmembramiento de Checoslovaquia en marzo de 1939. Pero Polonia yacía entre Alemania y la URSS, y por eso su próximo objetivo era reducir a Polonia a la condición de satélite para que sirviera de base a una invasión de la URSS después. Sin embargo, el Gobierno de Varsovia se resistió a hacer la menor concesión a Hitler, y al final de marzo Gran Bretaña y Francia ofrecieron una garantía a la independencia de Polonia. Fue la primera vez en toda la historia de Gran Bretaña que garantizaba la independencia de otro país antes del comienzo de una guerra, y significaba que si Alemania atacaba a Polonia, tendría que librar una guerra en dos frentes.
Pasaron meses sin un cambio en la situación, con Polonia rechazando las demandas de Hitler respaldada por Londres y París. En verano, Hitler se desesperaba porque quería liquidar el asunto de Polonia antes del otoño. Estaba convencido de que el motivo principal de la oposición de Gran Bretaña y Francia a sus ambiciones era que, en caso de guerra, sus líderes creían que podían contar con el apoyo militar soviético. Por eso, pensó que podría romper la resistencia anglofrancesa si lograba un acuerdo con Stalin que neutralizara a la URSS. Desde 1925 la política extranjera de ésta se basaba en la creencia de la inevitabilidad de la llamada «Segunda Guerra Imperialista», una especie de repetición de la I Guerra Mundial, siendo la razón que la política extranjera de las potencias capitalistas era, como se decía, militarista e imperialista. En 1925 Stalin anunció que mantendría la neutralidad en las primeras fases de tal guerra. Antes de eso, se dedicó al desarrollo de sus fuerzas armadas, para luego intervenir en la última fase, logrando la victoria sobre unas potencias capitalistas debilitadas por una larga guerra y garantizando así el triunfo de la revolución soviética en el mundo entero.
Las prisas de Hitler
El ascenso del movimiento de Hitler no había preocupado a Stalin, que ordenó al Partido Comunista alemán que hiciese lo posible para debilitar a aquel Gobierno, lo cual no hizo sino estimular la victoria política de los nazis. Sólo dos años más tarde, Stalin cambió de táctica, imponiendo la del Frente Popular a la Internacional Comunista, y la política de la seguridad colectiva en los asuntos exteriores de la URSS. Sin embargo, ya por 1939 los Frentes Populares no habían podido mantener el poder en Francia y España, y Londres y París no estaban dispuestos a negociar la seguridad colectiva en términos soviéticos porque desconfiaban de Stalin. Antes de 1933 su Gobierno había mantenido relaciones militares especiales con Alemania, un arreglo roto por la llegada de Hitler. Sin embargo, Stalin estaba dispuesto a rectificar las relaciones con Alemania y desde 1937 indicó a Berlín que estaría dispuesto a restaurar la relación anterior. En el verano de 1939 Hitler tenía prisa. Estaba enfrentado a una situación que no había planeado, y, mientras liquidaba la resistencia polaca, deseaba evitar una guerra en dos frentes. En julio, por primera vez, dijo que podría considerar un cambio en las relaciones con Moscú, y al principio de agosto empezó a hacerlo de modo más apremiante. Stalin estaba dispuesto, y se acordó que el 23 de ese mes Von Ribbentrop, ministro de Exteriores de Alemania, viajara a Moscú para negociar. El 24 se anunció la firma de un acuerdo oficial por Ribbentrop y Vyacheslav Molotov, el ministro soviético. Fue un pacto de no agresión entre las dos potencias y constituyó la revolución diplomática más notable del siglo XX. Iba acompañado por un acuerdo de que pronto se negociaría un pacto comercial entre ambos países. Lo que no se anunció fue la firma en secreto de otro acuerdo que dividió el este de Europa en zonas de influencia entre Alemania y la URSS repartiendo este territorio en esferas de hegemonía entre los dos. Hitler esperaba, así, lograr la venia de Londres y París, desprovistos de la posibilidad de apoyo soviético, ante la conquista alemana de Polonia, y empezó su invasión el 1 de septiembre. Dos días después, Londres y París le declararon la guerra a Berlín, garantizando que sería una gran contienda. Hitler no logró su objetivo con ese pacto con Stalin porque nunca había concebido una guerra de tales dimensiones. Stalin realizó su ambición de fomentar una guerra entre los principales países capitalistas, mientras Moscú se quedaba neutral y aumentaba su fuerza militar. El 16 de septiembre, con el Ejército polaco ya casi agotado luchando contra los alemanes, invadió el este de Polonia y ocupó la mitad oriental del país. Más tarde se hizo con los países bálticos y todo el nordeste de Rumanía. Sólo tenía que luchar para ocupar el sureste de Finlandia. Y desde allí planeó una expansión aún mayor, hacia el norte de Noruega e incluyendo un protectorado sobre Bulgaria, más territorio turco, el oeste de China y el control del Estrecho de las Dardanelas. Para Hitler el pacto fue una contradicción incómoda que sólo superó cuando se lanzó a la conquista de la URSS en 1941. El pacto le había facilitado la conquista rápida de Polonia, pero nunca logró su objetivo principal, garantizar una guerra breve contra Polonia sin complicaciones con Gran Bretaña y Francia. A pesar de su victoria sobre Francia en 1940, la guerra con Gran Bretaña le traía complicaciones que abocaron a la II Guerra Mundial, que, a largo plazo, no podía ganar.
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