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El «Viernes del Rechazo» deja 36 muertos y más de mil heridos
Los militares despliegan tanques durante los enfrentamientos, que dejan 36 muertos en todo el país. «Nuestra vida o Mursi», amenaza el líder de los Hermanos Musulmanes
A pesar de haber dibujado corazones en el cielo de El Cairo con los cazabombarderos, la imagen de los militares ya está manchada de sangre, después del golpe de Estado «suave» que dieron el pasado miércoles apartando del poder al presidente Mohamed Mursi. Los seguidores del presidente depuesto marcharon ayer por la tarde hasta el cuartel de la Guardia Republicana en la capital –donde se especula que podría estar retenido Mursi–, y allí se enfrentaron a los soldados y policías que protegían el lugar. Al menos cinco manifestantes fallecieron en ese punto.
Hasta 36 personas murieron y 1.138 resultaron heridas durante los disturbios registrados durante la jornada del viernes, el 'Viernes del Rechazo', según el último balance del Ministerio de Sanidad egipcio, recogido por el diario 'Egypt Independent' en su edición digital. Los enfrentamientos más graves tuvieron lugar en la ciudad de Alejandría, donde fallecieron 14 personas y más de 200 resultaron heridas. El Ministerio de Salud no ha terminado de precisar dónde ocurrieron el resto de fallecimientos, pero se tiene constancia de al menos tres muertos en Ismailiya, otros cuatro en El Cairo --uno en Tahrir, tres cerca del cuartel de la Guardia Republicana donde se encuentra el expresidente Mursi desde el pasado miércoles--, uno en Luxor, y cinco agentes fallecidos en dos tiroteos en la localidad de El Arish
En El Cairo, las Fuerzas de Seguridad sacaron los tanques a las calles y, según testigos presenciales, habrían abierto fuego sobre los manifestantes, aunque un portavoz del Ejército aseguró que sus hombres no dispararon balas, sino gases lacrimógenos y pistolas que emiten sonido pero no proyectiles.
A poca distancia del cuartel de la Guardia Republicana, en la plaza de Rabba al Adawiya, centenares de miles de seguidores de Mursi se volvieron a congregar para pedir que éste sea reestablecido como presidente, algo muy poco probable a estas alturas. En un gran golpe de efecto, el líder supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Badie, aparecía en público después de que el día anterior se confirmara la noticia de su arresto por parte de las autoridades. Badie pidió a los militares que vuelvan a sus cuarteles y a los manifestantes, seguir en la calle hasta que Mursi pueda ser «llevado a hombros» por los suyos. Aseguró, mientras los helicópteros militares sobrevolaban la zona: «Nuestra vida o Mursi; somos más fuertes que las balas y los tanques». Mientras tanto, el cerco contra los dirigentes de la Hermandad se cobró ayer una nueva víctima al ser detenido Jairat al Shater, el número dos de la organización, acusado de instigar al asesinato de manifestantes.
Los islamistas convocaron otras manifestaciones multitudinarias para rechazar el golpe del Ejército y defender al depuesto presidente. El seguimiento no fue tan elevado como se esperaba, quizás por el miedo creciente a una intervención violenta contra los manifestantes, tal y como ocurrió finalmente.
Varios centenares de seguidores se congregaron también en la plaza de Al Nahda, junto a la universidad de El Cairo, donde esta semana se registraron enfrentamientos entre seguidores y detractores de Mursi, en los que murieron 18 personas. Shaimaa, una joven cubierta con un amplio ropaje de la cabeza a los pies, aseguraba a LA RAZÓN no tener miedo: «Aunque nos disparen o nos bombardeen desde los aviones, seguiremos aquí hasta que Mursi regrese a la presidencia». «Votamos por Mursi (en las elecciones de junio de 2012) y ahora vamos a defenderle hasta el final porque es nuestro presidente», decía a este periódico Nada, mientras empujaba el carrito de su bebé. Un grupo de manifestantes cantaba alegremente al son de tambores: «Defenderemos la legitimidad (de Mursi) hasta la muerte», mientras desde la tribuna se dirigían los gritos de «Dios es el más grande, Mursi nuestro presidente».
En otras localidades se registraron manifestaciones a favor de Mursi, y muchas degeneraron en violencia. En Alejandría 60 personas resultaron heridas y en al menos dos provincias fieles del presidente depuesto asaltaron edificios gubernamentales. En El Cairo los militares evitaron que grupos de islamistas se acercaran a la plaza Tahrir, base de la oposición.
La tensión es muy alta, sobre todo por la actuación de las autoridades contra los islamistas, que ya no tienen nada que perder ante un futuro incierto. Sus líderes han aumentado el tono de su discurso y piden a los suyos que resistan, mientras que la máxima autoridad islámica, Al Azhar, reclamaba una reconciliación nacional tras advertir del riesgo de una guerra civil.
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