Nigeria

Elecciones en Nigeria: un corrupto, dos corruptos, tres corruptos

Las elecciones presidenciales de Nigeria se celebrarán este 25 de febrero en medio de una crisis nacional a raíz de la emisión de nuevo papel moneda y contaminadas por la corrupción de los candidatos

Seguidores del APC en Lagos.
Seguidores del APC en Lagos.Alfonso MasoliverLa Razón

Este 25 de febrero se decidirá el futuro de 210 millones de personas, puede que 230, durante los próximos cuatro años. Nadie sabe con exactitud cuántas personas viven en Nigeria porque el último censo de la población se hizo hace diecinueve años, pero sí que se reconoce que los números oscilan en torno a estas cifras, veinte millones arriba, veinte abajo, la población total de Chile arriba, la población total de Chile abajo. Lo único que se sabe es que la Comisión Electoral Nacional Independiente ha determinado que 93.5 millones de personas votarán este sábado en las elecciones presidenciales de Nigeria. Y que, según dictamina la ley electoral nigeriana, sólo el candidato que sume más de un 25% de los votos en dos tercios de los 36 Estados de Nigeria será el ganador.

Un total de 18 aspirantes se presentan a la contienda. Diecisiete hombres y una mujer, la princesa Chichi Ojei, que apenas si tiene opciones de salir victoriosa frente a la arrasadora mayoría masculina. Diecisiete hombres, entre los que se encuentran un príncipe (Malik Ado-Ibrahim), un exgobernador acusado por Estados Unidos de tráfico de drogas (Bola Tinubu) y un exvicepresidente sospechoso de desviar 30 millones de libras de los fondos públicos a la cuenta bancaria de su esposa (Atiku Abubakar). El caso más llamativo lo conforma sin embargo Hamza al-Mustapha, el que fuera jefe de la policía durante la presidencia de Sani Abacha y que recientemente fue liberado tras cumplir una pena de 15 años de prisión por asesinar a una mujer. Pero sólo tres de los candidatos se presentan con serias posibilidades de ganar, si no en una primera vuelta, en una segunda o tercera vuelta: Bola Tinubu, Atiku Abubakar y Peter Obi. Todos los ojos están puestos en ellos.

Bola Tinubu

Tiene su bastión en Lagos, donde fue gobernador entre 1999 y 2007. Este veterano político de 70 años perteneciente a la etnia Yoruba y de religión musulmana lidera el APC (All Progressives Congress), y tiene serias posibilidades de proseguir la racha ganadora de su partido, que no pierde unas elecciones presidenciales desde 2015. Aunque existen dudas sobre su estado de salud. Hace pocos meses tuvo que subir a las redes sociales un vídeo donde aparecía ejercitándose en una bicicleta estática, todo ello mientras anunciaba con voz enérgica que los rumores sobre su muerte habían sido exagerados. Como sucesor del presidente saliente, cuenta con un fuerte apoyo institucional, aunque pesa en su contra que Estados Unidos le haya acusado de traficar con drogas y de caer en la trampa de la corrupción.

Sus detractores a pie de calle le acusan de seguir el pensamiento Emi Lokan, una filosofía nigeriana que nace del ego y antepone los intereses personales del gobernante al beneficio del pueblo. Sus seguidores, por otro lado, se apoyan en la buena gestión que hizo durante su etapa como gobernador. Un hombre del Estado norteño de Borno que acudió al último mitin del APC en Lagos aseguró que “Tinubu es el único candidato capaz de restablecer la seguridad en Nigeria, igual que hizo con Lagos”, y no considera a ningún otro para combatir a Boko Haram en el norte. Igual que piensa él, piensan muchos norteños que andan desesperados por los raptos masivos y los ataques constantes de yihadistas y bandidos contra la población civil. Los sectores influyentes del sur-sur también le apoyan, igual que la mayoría de la etnia Ijaw.

Tinubu sabe lo que funciona, lo que debe vender, lo que funcionó en Lagos: invertir en transporte público, atraer la inversión extranjera y promover un gobierno “inclusivo”. Paz y prosperidad. Mejorar las técnicas agrícolas en Nigeria y, llegado el caso, aumentar las exploraciones petrolíferas en la región del Lago Chad.

Atiku Abubakar

Tiene 75 años, sigue la religión musulmana y forma parte de la poderosa etnia Hausa. Su vicepresidencia durante el gobierno del PDP (People´s Democratic Party) entre 1999 y 2007 es a la vez su punto fuerte y su punto débil. Por un lado, le otorga autoridad, experiencia, conocimiento de lo que significa ser un líder. Por el otro, quienes recuerdan sus años dorados no pueden sino mentar la desilusión que sintieron por su falta de efectividad. Un militante del grupo secesionista Yoruba Agitators niega al ser interrogado que Atiku Abubakar pueda ganar las elecciones, por dos razones: la primera, “porque todos saben que no es un buen gobernante”. Y, por si no fuera suficiente, opina que “Atiku no tiene casi apoyos de los Estados del Norte”. Este activista bromea luego sobre las prioridades económicas del candidato, que tiene actualmente cuatro esposas y veintiocho hijos que mantener.

Que haya sido acusado por el Senado estadounidense de desviar 30 millones de libras tampoco ayuda. Que su partido haya gobernado Nigeria entre 1999 y 2015, promoviendo la creación de grupos radicales que se enzarzan en violentas disputas con seguidores de otras formaciones políticas, tampoco ayuda, como no ayuda el hecho de que se haya presentado ya a cinco elecciones presidenciales sin haber logrado ganar ninguna. Atiku es, en opinión de sus muchos detractores, “un perdedor”. Tiene todo lo que necesita para ganar, aunque no sabe utilizarlo. Propone la unidad nacional frente al etnicismo, una lucha a muerte contra Boko Haram, remodelar el Programa de Amnistía Presidencial de los guerrilleros del Delta del Níger (aunque no ha dicho cómo) y ofrece riqueza, aunque no especifica demasiado cómo la creará.

Peter Obi

Es la gran sensación del momento. Hasta cuatro encuestas le sitúan como ganador de las elecciones, pese a tratarse del único candidato con posibilidades serias perteneciente a la religión católica. Nacido en la etnia Igbo, en las elecciones de 2019 se presentó dentro del PDP como vicepresidente de Abubakar, hasta que renegó de su partido y fundó el LP (Labour Party). Con 61 años, se postula como el candidato de la juventud nigeriana, autodenominándose Mister Clean (Señor Limpio) frente al resto de candidatos acusados de corrupción. Sin embargo, él también está acusado de evasión de impuestos.

Aunque fue gobernador del Estado de Anambra, Obi se señala como un soplo de aire fresco en la política nacional, un candidato sin contaminar por la ponzoña del Emi Lokan. Algo que sus detractores califican de una “mentira”, mientras no pocos le califican, no ya como católico, sino como un “católico radical” que pretende eliminar la religión musulmana de Nigeria. La imagen que vende de sí mismo cobra así una apariencia opaca y alejada en ciertos momentos de la realidad.

La juventud es su punto fuerte: de los nueve millones de nuevos votantes registrados para las próximas elecciones, tres cuartos son menores de 35 años, mientras un joven camarero de Lagos resume las razones de por qué votará a Peter Obi: “No es una persona de fiar, pero es el más fiable de todos. Diría que es el mejor dentro de lo peor”. A estos les ofrece una Nueva Nigeria (así, con mayúsculas), reconfigurada por un plan económico de siete puntos que incluye reforzar los ingresos procedentes del petróleo, crear una economía basada en el sector privado donde se eliminen los subsidios al petróleo por ser una fuente de corrupción e incentivar el pago de impuestos. En cuanto a la lucha contra Boko Haramy el bandidaje, ofrece como solución la creación de fuerzas de seguridad estatales.

Un problema añadido

Pero elegir un candidato no será la única prueba que vivan los nigerianos el día 25. Pagar el autobús que les lleve al colegio electoral también será una aventura, desde que el Gobierno saliente decidió la semana pasada cambiar los billetes antiguos por un nuevo papel moneda. Con el detalle de que no hay suficiente papel moneda para hacer el cambio: los bancos no permiten ahora a los particulares sacar más de 20.000 nairas (unos 40 euros) diarias de los cajeros, eso si los cajeros están operativos. Muchos nigerianos acusan este disparate en plena semana electoral a una estrategia del APC para tergiversar las prioridades de la población, y no son pocas las teorías de la conspiración que se rumorean por las calles.

La más recurrente dice que el APC ofrecerá este sábado nairas nuevas a los desesperados que voten por ellos, pero también se piensa que el resto de los candidatos esconden en sus casas millones de nairas para repartir a quienes les apoyen. Candidatos corruptos y acusados de asesinato, filosofías hedonistas, etnicismo, una preocupante falta de liquidez y la inseguridad generalizada en el país son los puntos fuertes de estas elecciones que, si bien no garantizan que se solucionen en una primera vuelta, no cabe duda de que serán agitadas.