Terrorismo yihadista

Empresarios de Qatar financian el salafismo en mezquitas de Cataluña

La mezquita Tabligh de Vic está en el punto de mira de las Fuerzas de Seguridad por su radicalismo
La mezquita Tabligh de Vic está en el punto de mira de las Fuerzas de Seguridad por su radicalismolarazon

El cierre de decenas de estos centros en Túnez enciende las alarmas en España. El salafismo en Cataluña es un fenómeno en constante crecimiento.

Las autoridades tunecinas no han aguantado más. Todos los países saben dónde está una de las cunas del yihadismo y, al menos por el momento, se opta por la tolerancia, mirar para otro lado, evitar investigaciones que pueden acarrear problemas... Túnez ha dicho basta y ha ordenado cerrar las mezquitas salafistas. La corriente rigorista del islam crece en España mes a mes. Muchos jóvenes creen ver en esta interpretación de su religión las soluciones a los problemas que les rodean, derivados de la crisis económica y la falta de integración social (que en muchas ocasiones ellos no desean). En otros casos, se trata del primer paso para acceder a la yihad, la «guerra santa» contra los infieles, los «cruzados» (cristianos), culpables de todos sus males. Cataluña es una de las comunidades autónomas donde este problema se hace más preocupante.

Los países del Golfo Pérsico, en especial Qatar, a través de acaudalados hombres de negocios, son los que financian las mezquitas de carácter salafista que existen en Cataluña (250, de las que 80 están en la provincia de Barcelona), comunidad que acoge el mayor número de templos de España, según fuentes antiterroristas.

El Servicio de Información del Cuerpo Nacional de Policía, pese a los problemas que han salido a la luz recientemente generados por los Mossos D’Esquadra (desautorizados hasta en dos ocasiones por la Audiencia Nacional), realizan una labor de colaboración con los imanes de las mezquitas, con el fin de advertirlos de la presencia de elementos radicales en su entorno de influencia y recabar datos sobre este tipo de individuos que, una vez implantados, ejercen su oscura influencia sobre el resto de la comunidad.

El dinero para financiar el salafismo llega, según las mismas fuentes, a través de empresas de mercadería (con la sobrevaloración de precios, por ejemplo); comercios de todo tipo, como carnicerías «halal» (la única carne que pueden comer los musulmanes y que debe ser sacrificada de acuerdo con las normas de su religión); y por el método más antiguo, que es el de los «correos» humanos que, sin llevar cantidades de dinero excesivas que pudieran delatarlos, aportan una importante tesorería, ya que son muchas personas las que ejercen de «transportistas».

Un informe elaborado por expertos policiales españoles a primeros de año advertía de que una de las fuentes de financiación para la expansión del Daesh (el llamado Estado Islámico) llegaba precisamente de países como Arabia Saudí, Qatar y Kuwait. Se beneficiaban de las donaciones de millonarios del mundo musulmán, mayoritariamente de países del Golfo, por medio de organizaciones benéficas suníes y donaciones particulares. No se puede afirmar que la banda esté financiada por canales oficiales o por los Estados.

El salafismo en Cataluña es un fenómeno en constante crecimiento, en especial entre los jóvenes, algunos de los cuales terminan pasando «la línea roja» hacia el yihadismo, en especial al Daesh, que ejerce una gran influencia, sobre todo por sus últimas conquistas territoriales en Siria, Irak y Libia.

La comunidad musulmana catalana es la mayor de España: 448.800, lo que representa el 5,5% del total de habitantes. Se caracteriza por su extraordinaria diversidad y complejidad, al coexistir una gran cantidad de personas que profesan esta religión de nacionalidades diferentes: marroquíes, el 50%; españoles (la mayoría marroquíes nacionalizados y, en menor medida, conversos, el 20%; paquistaníes, el 8%; senegaleses y gambianos, el 10%; argelinos, tunecinos y otros. Estas personas no profesan un único tipo de islam, sino que conviven en un mismo territorio corrientes distintas, algunas de las cuales están incluso enfrentadas: suníes moderados, suníes salafistas, chiíes y sufíes.

Otro dato a destacar es la presencia en Cataluña de varias organizaciones islamistas internacionales radicales, partidarias de un islam «político», como los Hermanos Musulmanes, a través de Lidcoe (Liga Islámica para el Diálogo y la Convivencia en España, que tiene hasta un movimiento de «boy scouts» musulmanes); Hizb ut Tahir (HUT) y Justicia y Espiritualidad. Lidcoe se define como una entidad religiosa cuyo objetivo es trabajar «para lograr un papel eficaz y activo de la comunidad musulmana en la sociedad española, y dar a conocer la cultura y civilización islámica como un patrimonio de toda la humanidad».

Lo cierto es que estas organizaciones vienen operando libremente en nuestro país, bien de manera semiclandestina o bien a través de asociaciones «pantalla» como la antes citada.

El auge experimentado por el salafismo en los últimos diez años (cada vez es mayor el número de mezquitas y asociaciones musulmanas catalanas que se adhieren a dicha versión del islam) preocupa, ya que sus principios son difícilmente compatibles con los valores propios de las democracias occidentales. Todos estos factores, unidos a las consecuencias de la actual crisis económica, han hecho que en los últimos años hayan surgido en Cataluña un número considerable de jóvenes musulmanes que han abrazado las tesis más radicales del salafismo yihadista.

Las fuentes consultadas subrayan la facilidad con que los musulmanes se implantan en cualquier barrio y montan una mezquita: primero alquilan o compran una local comercial (en las fotografías inferiores se pueden hallar pruebas de ello); eligen después un imán (el que mejor conozca el Corán) y se inscriben como una asociación.

La Brigada Provincial de Información (BPI) de Barcelona, en coordinación con la Comisaría General de Información, desarrolla, pese a las dificultades antes citadas, una labor de investigación orientada a la identificación y desarticulación, en su caso, de todas aquellos grupos y activistas individuales que pudieran colaborar con alguna de las diferentes organizaciones yihadistas que existen en el panorama internacional, bien con actividades puramente operativas o mediante actos de financiación, apoyo logístico, captación o adoctrinamiento de nuevos militantes.

Las localidades en las que más se ha asentado el salafismo son Tarragona, Reus y Torredembarra, aunque en Lérida existe una comunidad importante.

Hay que señalar en especial el caso de Salt, con un imán, Mohamed Attaouil, que ha llegado a crear una federación al margen de las existentes a nivel nacional, con la que controla las mezquitas de distintas localidades de la Costa Brava. El nuevo templo que se está construyendo en Salt lleva invertidos alrededor de medio millón de euros. Sólo el solar costó 300.000. Las obras van muy lentas porque, según el imán, el dinero sale de las aportaciones de los fieles, extremo que los expertos ponen en duda.

En el citado informe sobre la contribución de los países del Golfo Pérsico al yihadismo se destacaba que esta fuente de financiación (la de los países del Golfo) se había reducido radicalmente por un doble motivo. Los gobiernos árabes han empezado a reconocer la gravedad que la amenaza de los islamistas radicales supone para la región e imponen controles más severos a los movimientos monetarios, además de llevar a cabo algunas detenciones.

Por otro lado, se acentúa la presión occidental sobre individuos y empresas sospechosas de colaborar con los yihadistas. Últimamente, el Departamento del Tesoro de EE UU ha sancionado a ciudadanos qataríes y kuwaitíes, así como a ciertas organizaciones no gubernamentales, por su papel en el suministro de dinero en efectivo y armas para el Daesh. Precisamente, en mayo de 2014, el Gobierno de Kuwait destituyó a su ministro de Justicia después de que Estados Unidos mostrase su preocupación por su presunto papel en la recaudación de fondos para grupos yihadistas.