Guerra en Siria
«Es más cívico bombardear que decapitar»
Más de 200.000 muertos en Siria en cuatro años de enfrentamientos
Los sirios ven con desánimo cómo el conflicto en su país está lejos de encontrar una solución política y mucho menos pacífica. «Es una guerra de todos contra todos. Por un lado está el régimen de Bachar al Asad contra la oposición; por otro, el Estado Islámico contra el régimen y también contra los opositores; asimismo están los distintos grupos armados islamistas peleando entre moderados y extremistas, se le añade el aspecto religioso, los suníes contra chiíes, también están inmersos los kurdos, Hizbulá...», comenta con derrotismo Sami Kharat, portavoz de Ayuda al Pueblo Sirio que ayer organizó una concentración en Madrid. El conflicto sirio ha desaparecido de las portadas ,ya que el EI ha concentrado toda la atención mediática con sus bien difundidas atrocidades. «El 95% de los muertos en Siria los ha causado el régimen de Asad, no el EI», asegura Kharat para quien «parece que es más cívico bombardear a civiles que cortar cabezas». Aunque comprende que sus actos salvajes causen indignación en la comunidad internacional, también acusa a Asad de haber permitido que este grupo se gestara. «El EI es su consecuencia. Todo el mundo en Raqa sabía que el EI se había establecido en el gran edificio de la diputación y Asad no lo bombardeó. Ha sido su sede hasta que lo atacó la coalición internacional, pero nunca el régimen».
Los bombardeos en Siria no han cesado, tampoco en las zonas que no están controladas por el EI. Tras recuperar Homs de manos de los opositores (ahora una auténtica metrópoli fantasma), el régimen ha centrado sus esfuerzos en Alepo, dividido en dos. «El Gobierno sirio ha llevado a cabo cientos de nuevos ataques aéreos indiscriminados durante este año, incluyendo armamento improvisado, como las bombas de barril», denuncia y contrasta Human Rights Watch (HRW). «Los ataques han tenido un impacto devastador sobre los civiles, matando o hiriendo a miles de personas», informan en HRW. A pesar de todos estos ataques, Médicos Sin Fronteras (MSF) continúa operando en Alepo, adaptándose a las necesidades del frente y con las dificultades propias para introducir los suministros médicos. En el informe presentado esta semana confirman que ha habido ataques claros contra la misión médica: arrestos, pacientes rematados dentro de la ambulancia, bombardeos contra sus hospitales, ataques contra personal sanitario a los 20 minutos tras un bombardeo, es decir, cuando saben que llegan a la «zona cero»... Según MSF, todo ello ha hecho mella en su equipo sirio, que se ha reducido de 2.500 a 97 médicos. En Alepo, los habitantes prefieren el duro invierno al verano. La noche llega antes y muchos días amanece nublado, cuando es más complicado bombardear. Una bomba de barril «es como un bidón de petróleo lleno de explosivos y metralla que se lanza contra la población civil desde un helicóptero. Es imposible hacer puntería», explica Carlos Francisco por Skype desde la frontera con Siria, donde coordina las operaciones de MSF. Francisco recuerda cómo el 5 de marzo una bomba de barril contra el mercado de Alepo (se suelen lanzar en zonas muy pobladas) causó 18 muertos. Este tipo de explosivo genera una gran cantidad de fallecidos y amputados. Teresa Sancristóval, responsable de la unidad de Emergencias de MSF, indica que si ya una amputación es traumática viviendo en el Alepo opositor es toda «una sentencia de muerte».
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