Ataque yihadista en Francia
Estupor y miedo en el «día después»
Tímidamente, pero sin caer en la paralización, París vive este sábado presa del estupor y el miedo, aunque con la extraña sensación de que lo sucedido anoche, más que una sorpresa, es un temor confirmado.
"Quien más quien menos podía esperarse algo así. Sabemos que Francia está en el punto de mira de esos salvajes, pero nunca puedes pensar que llegarán tan lejos", comenta a Efe Fatima, empleada de una panadería que, al igual que otros comercios, ha abierto sus puertas a primera hora de la mañana.
Aunque la actividad es baja -propia también de un día de fin de semana- y la circulación menor, no son pocos los establecimientos hosteleros que ha decidido abrir, probablemente para ofrecer servicio a los miles de turistas que visitan la ciudad.
Para aquellos, se entiende, que han decidido quedarse. Muchos otros salían esta mañana de forma precipitada de sus hoteles, con las maletas recién hechas y el espanto aún en el cuerpo.
El matrimonio formado por Lucille y Robert Graymouth, jubilados británicos, tomó la decisión de dejar París tras pasar casi la noche en vela pendientes de la televisión.
"Ya no tiene sentido seguir aquí, solo vamos a vivir dolor. Además, es probable que cierren las instalaciones turísticas, así que, por nuestra parte, el viaje ha terminado", señaló a Efe Robert Graymouth.
No fueron los únicos. En el vuelo Easyjet que partía a las 09.25 hora local (08.25 GMT) desde Madrid a París al menos 90 personas anularon el viaje a última hora, según pudo constatar un periodista de Efe.
Pocos podían ocultar esta mañana las ojeras de una noche muy larga, pendientes de los medios de comunicación mientras desgranaban las trágicas cifras que llegaban desde los bares del distrito X de París, del Estadio de Francia, de la sala de conciertos Bataclan, ya un lugar marcado por la tragedia en la memoria colectiva de esta ciudad.
Más de 120 personas perdieron anoche la vida en seis diferentes ataques en varios puntos de la ciudad, cometidos por no menos de ocho terroristas, siete de los cuales se suicidaron con explosivos.
Ahmed Tjuli, barrendero en la zona de los Grandes Bulevares, explicó haber notado algo menos de trasiego matinal de lo habitual para un sábado, pero que, pese a todo, los taxis no han dejado de funcionar a lo largo de la noche.
Tanto el transporte público como los aeropuertos de París también están abiertos de forma normal, aseguraron las autoridades francesas, que han reiterado la petición de que los ciudadanos eviten salir de sus casas en la medida de lo posible.
Fatima, la panadera, recuerda cómo en los atentados yihadistas del pasado enero un tercer terrorista, Ahmed Coulibaly, se sumó a los hermanos Kouachi dos días después de que estos cometiesen la masacre contra la revista Charlie Hebdo.
"Nosotros hemos abierto, y pienso que lo peor ya ha pasado, pero le he pedido a mis hijas que no salgan de casa. A veces da la sensación de que la situación ha sobrepasado la capacidad de nuestra policía", remata Fatima.
Por eso, el estado de alerta y la vigilancia acompañan al dolor de los parisinos, que hasta anoche hablaban con naturalidad sobre cuándo les tocaría vivir "su propio 11-S".
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