Elecciones

La inseguridad domina la precampaña en Francia

La cantidad de armas en manos de civiles ha aumentado desde el atentado yihadista de 2015, y las cifras preocupan a la población

Todas las opiniones se vuelcan contra Emmanuel Macron, presidente en ejercicio y responsable de la seguridad del país
Todas las opiniones se vuelcan contra Emmanuel Macron, presidente en ejercicio y responsable de la seguridad del paísDaniel ColeAgencia AP

Ya lo decía el ministro del interior francés, Gérald Darmanin, el año pasado: «Hay una parte de la sociedad que se está volviendo salvaje, hay que frenar eso». Este año 2022, el tema va creciendo como una bola de nieve en medio de la carrera electoral hacia las presidenciales del 10 y 24 de abril, algo que toca realmente la cotidianidad de los franceses: el 20% de la población se siente insegura en sus ciudades o en sus barrios y esperan que los políticos hagan algo al respecto.

Pero más allá de la campaña electoral y sus argumentos, ¿cuál es la situación en concreto? El último informe oficial emitido por el Ministerio del Interior, que data de julio 2021 y muestra las cifras del primer semestre del año pasado, da cuenta de un aumento del 16 % de los ataques a la integridad física –principalmente golpes y heridas voluntarias– en comparación con 2020.

En detalle, el informe señala 350.000 agresiones entre enero y junio de 2021, frente a 300.000 en el primer semestre de 2020. La tendencia es especialmente fuerte en las zonas rurales y de la periferia urbana. El aumento en este sentido no es particularmente significativo, pero sí hace ruido.

Por otra parte, las cifras que más preocupan en Francia son las que reflejan un aumento del 34% de agresiones sexuales: 35.000 casos de acoso sexual, agresiones y violaciones.

Pero más allá de los números, otro aspecto que preocupa son las formas intensas de violencia que se están manifestando en los últimos años. Francia se conmociona ante las decapitaciones, las palizas grupales entre jóvenes, el crecimiento exponencial de las pandillas y las luchas por el tráfico de drogas en el sur del país.

Evidentemente, todas las opiniones se vuelcan contra Emmanuel Macron, presidente en ejercicio y responsable de la seguridad del país. La más contundente es, sin duda, la candidata de extrema-derecha, Marine Le Pen, quien denuncia la «inacción» de los poderes públicos y el «vínculo flagrante» entre la inseguridad y la inmigración: «Se trata de un fracaso total de las políticas de seguridad ciudadana, de inmigración, de justicia penal y gerencia carcelaria». «Los vecinos me piden que los salve de la inseguridad, porque soy la única que tiene el proyecto y el coraje de poner fin a esa situación», asegura la líder de Reagrupación Nacional (RN), heredero del Frente Nacional (FN) que fundara su padre, Jean Marie Le Pen, en los años setenta.

En su programa presidencial, Le Pen propone asignar un presupuesto de 2.000 millones de euros en cinco años a la lucha contra la inseguridad. También dotar de nuevas y mejores armas a los policías franceses y poner en marcha un plan para desarmar a los grupos de las periferias urbanas, comenzando por los 5.000 líderes de pandillas ya identificados por el Ministerio del Interior.

A su juicio, la inmigración irregular favorece la delincuencia, por lo que «hay que poner en marcha una política disuasoria de inmigración, una política extremadamente firme y no poner nuestro sistema de protección social a personas que están en nuestro territorio contra nuestra voluntad».

Por su parte, Valérie Pécresse, candidata del partido de derechas Los Republicanos (LR) y segunda en los sondeos de intención de voto, tiene un tono un poco más moderado, pero habla también con firmeza. «Hay que limpiar todos esos barrios que se han convertido en una tierra sin ley. Bajo mi mandato, no existirán esos barrios donde los traficantes mandan y ni siquiera permiten el paso de la Policía», asegura la presidente de la región parisina. Pécresse propone crear centros penitenciarios para albergar a 20.000 presos adicionales y duplicar las penas de cárcel por hechos delictivos cometidos en estas «zonas sensibles». Con respecto a la inmigración, frecuentemente asociada a la delincuencia, Pécresse plantea establecer cuotas anuales de inmigración por profesión y por país, votadas por el Parlamento.

En la otra orilla política, en la extrema izquierda, está el neocomunista Jean-Luc Mélenchon, quien propone un cambio radical en el seno de las fuerzas del orden galas. En primer lugar, el líder de Francia Insumisa (FI), plantea eliminar las Brigadas anti Criminalidad, los grupos de la Policía Nacional que actúan –vestidos de civil– contra la delincuencia menor.

En reemplazo de estos grupos, Mélenchon propone crear un cuerpo llamado «Guardias de Paz», sin armas. También recuerda la necesidad de cambiar los prejuicios a la hora de los controles policiales, señalando que una persona de raza negra es seis veces más interpelada por la Policía que una blanca.

El candidato de extrema izquierda también relativiza las cosas. «En este país hay 888 homicidios por año, mientras que por actividad laboral, se cuentan más de 1.200 muertes. La gente en Francia muere más por su actividad profesional que por violencia física», explica el candidato de FI.

Mélenchon cita una cifra importante de armas de fuego que circularían en Francia: 7 millones de revólveres, armas automáticas e incluso fusiles. Sin embargo, el candidato no señala la fuente de esa cifra ni explica cómo llega a ese cálculo. El ministerio del Interior estima este número a la baja: cuenta unos cinco millones de armas entre la población.

12 millones de armas

Pero el reciente proyecto de investigación Small Arms Survey, del Graduate Institute of International and Development Studies de Ginebra, identifica más de 12 millones de armas en manos de civiles en Francia, lo que ubica al país en el puesto 24 a nivel mundial en proporción de armas, con 19,6 armas por cada 100 habitantes. Una cifra que ha aumentado desde los atentados yihadistas de París en 2015 y que podría seguir aumentando si la tendencia a armarse por protección –aunque tímida– continúa en alza.