Tensión en el Este

Ucrania pone a prueba al tripartito alemán

Berlín rechaza armar a Kiev ante las diferencias sobre Rusia que dividen a los socios de coalición y al propio Partido Socialdemócrata de Scholz

El canciller Olaf Scholz escucha la intervención de la ministra de Exteriores, Annelena Baerbock, el pasado viernes en el Bundestag
El canciller Olaf Scholz escucha la intervención de la ministra de Exteriores, Annelena Baerbock, el pasado viernes en el BundestagBernd von JutrczenkaAgencia AP

Alemania, la locomotora económica de Europa, de nuevo se coloca de perfil ante una crisis internacional como la que enfrenta ahora a Rusia y Ucrania. El tradicional pacifismo germano tras los traumas de las dos guerras mundiales, así como la división entre los tres socios de Gobierno paralizan a la diplomacia alemana y desconciertan a sus socios del Este y Estados Unidos.

Sin haber cumplido dos meses al frente de la Cancillería, el socialdemócrata Olaf Scholz aún no ha dispuesto del tiempo suficiente para construir un perfil propio tras los 16 de Angela Merkel en el poder. Ni siquiera ha visitado todavía Washington, Moscú o Kiev. Este mes de febrero, Scholz realizará su primer viaje oficial a Estados Unidos, donde tendrá la oportunidad de explicar qué posición ha adoptado Berlín ante la mayor amenaza para la seguridad europea desde el final de la Guerra Fría.

El anuncio de la ministra de Defensa, la socialdemócrata Christine Lambrecht, de enviar a Ucrania 500 cascos militares y un hospital de campaña decepcionaron a unas autoridades ucranianas que esperaban un compromiso alemán mayor frente a la amenaza rusa, que ha estacionado alrededor de 1.200 soldados en su frontera.

El alcalde de Kiev, el ex campeón de boxeo Vitali Klitschko, no disimuló su indignación en declaraciones al tabloide “Bild”. “5.000 cascos son una broma total. ¿Qué es lo siguiente que va a enviar Alemania como apoyo? ¿Almohadas?”.

A la decepción ucraniana con el Gobierno germano no ayudaron mucho tampoco las explosivas declaraciones vertidas por el ya dimitido jefe de la Armada alemana, el almirante Kay-Achim Schönbach, en las que vertía que el presidente ruso, Vladimir Putin, merecía “respeto”, que “es un hecho” que la península de Crimea “nunca volverá” a Ucrania y calificaba de “sinsentido” la idea de que Rusia pretenda invadir el país.

La tibieza de Berlín responde, en primer lugar, a que los socios de la coalición de Gobierno (socialdemócratas, verdes y liberales) no comparten la misma posición sobre Rusia. Los dos últimos son partidarios de mostrar más firmeza con Moscú: los ecologistas porque aspiran a que los derechos humanos marquen la política exterior alemana y los liberales por su cercanía a los intereses del empresariado. En cambio, los socialdemócratas del SPD han enarbolado históricamente una posición rusófila desde que en los años setenta el canciller Willy Brandt pusiera en marcha la “Ostpolitik” para promover la distención con el bloque comunista.

Sobre el SPD, además, sobrevuela la pesada sombre del ex canciller Gerhard Schröder (1998-2005), un amigo personal de Putin. Desde que dejó el poder, Schröder se ha convertido en un auténtico lobista de los intereses rusos en Alemania, primero como presidente del Consejo de Vigilancia del gasoducto Nord Stream y desde 2017 al frente del Consejo de Administración del gigante petrolero ruso Rosneft, una empresa con participación mayoritaria del Estado y sancionada por la UE por la anexión de Crimea en 2014.

Ante la división interna, en su reunión de este lunes, la dirección del Partido Socialdemócrata se limitó a anunciar que en caso de que Rusia ataque Ucrania, Alemania apostaría por favorecer la distención entre los contendientes por medios diplomáticos a través del Cuarteto de Normandía, del que también forma parte Francia. Eso, asegura el SPD, garantizará a Berlín mantenerse como interlocutor entre Moscú y Kiev.

El Nord Stream 2, que transporta el gas ruso hasta Alemania sin atravesar Ucrania, es la mayor baza de Berlín para presionar a Moscú. Sin embargo, para sorpresa de Bruselas y Washington, que nunca han visto con buenos ojos un proyecto que aumenta la dependencia energética europea de Rusia, Berlín se resiste a anunciar que paralizará su puesta en marcha en caso de una agresión rusa a la integridad territorial de Ucrania. Actualmente, más del 40% del crudo importado en Alemania y el 56% del gas natural provienen de Rusia.

Gasoducto Nord Stream 2
Gasoducto Nord Stream 2Teresa Gallardo

En una reciente intervención ante el el Bundestag, la ministra de Asuntos Exteriores, Annelena Baerbock, aseguró que “en caso de una nueva agresión [tras Crimea], tenemos una gama de respuestas a disposición, incluyendo Nord Stream 2″. Su jefe, Scholz, es mucho más ambiguo al advertir que cualquier “agresión militar tendrá graves consecuencias políticas y económicas” sin precisar más detalles.

En opinión de Piotr Buras, jefe de la oficina de Varsovia del grupo de expertos del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), “el Gobierno alemán no ha hablado con una sola voz durante mucho tiempo. Se escuchan muchas opiniones, pero no vi una línea clara”. Como resultado, constata, a prensa internacional se pregunta estos días “¿cuál es la postura de Alemania en el conflicto de Ucrania?”.

Entre los países del Este, la tibieza alemana respecto a Rusia provoca visible malestar. Para el ministro letón de Defensa, Artis Pabriks, la relación “inmoral e hipócrita” que mantiene Alemania con Rusia y China ha generado una “línea divisoria” entre Europa occidental y Europa del Este. “Si una persona está caminando en un pasadizo oscuro y alguien le da una paliza y yo digo: ‘Cuando te hayan apaleado, llamaré a una ambulancia’, eso no es apropiado”, aseguró en una entrevista con el diario “Financial Times” Pabriks, que teme que el Kremlin se aprovechará de la reticencia de Alemania para actuar.

Alemania se negó también a que Estonia enviara nueve obuses de las existencias de la extinta RDA a Ucrania. Berlín justificó esa negativa con su tradicional cautelosa política de exportación de armas a áreas en crisis.

Pacifismo entre la población

Más allá de la incomprensión de sus aliados euroatlánticos, la apuesta por la diplomacia del canciller Scholz es compartida por la opinión pública alemana. Según un reciente sondeo de YouGov, solo el 20% de los alemanes está a favor de enviar armas a Ucrania, mientras que un 59% lo rechaza. Incluso entre los votantes ecologistas, más críticos con el régimen de Putin, un 55% es contrario. En cambio, Alemania es uno de los países que más ayuda económica y humanitaria ha suministrado a Ucrania durante los últimos años.

Los traumas de las guerras mundiales aún están muy presentes en la memoria de los alemanes, que no ven con buenos ojos que su país se involucre en conflictos en el exterior. Hubo que esperar a los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999 para ver al Ejército germano participara en una operación militar en el exterior desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

“No queremos una escalada, sino un orden de seguridad europeo estable donde Rusia también tenga su lugar”, explica el profesor de Relaciones Internacionales Johannes Varwick. Sin embargo, matiza el experto, “solo podemos hacer eso si Rusia no se coloca en la esquina de los alborotadores”.