África

La crisis entre Mali y Francia deja un vacío en el Sahel

La Junta Militar expulsa al embajador francés, mientras estrecha lazos con Rusia

Fuerzas militares francesas patrullan las calles de Tombuctú (Mali) el pasado septiembre
Fuerzas militares francesas patrullan las calles de Tombuctú (Mali) el pasado septiembreMOULAYE SAYAHAgencia AP

Ucrania no es el único frente donde Europa se está jugando su seguridad en estos momentos. Más silencioso, pero tremendamente convulso, se encuentra el escenario del Sahel, esa amplia franja semidesértica al sur del Sáhara donde campa una nebulosa de grupos yihadistas, con la crisis que ha estallado entre Francia y Mali, que podría tener graves consecuencias en la región y en la que Rusia, aquí también, está jugando un rol esencial.

Actualmente, amplias zonas del centro y el sur del país se encuentran bajo el control de grupo yihadistas, tanto partidarios del Estado Islámico como de Al Qaeda, mientras que los secesionistas tuareg implantaron una administración de facto desde hace casi diez años en el norte.

La degradación de las relaciones entre Bamako y París ha llegado a un punto sin precedentes al anunciarse el pasado lunes la expulsión del embajador galo en Mali, mientras el propio Gobierno golpista del país africano se acerca cada vez más a Moscú para buscar soluciones a la creciente influencia yihadista en gran parte de su territorio.

Ante esta falta de resultados por parte de la misión militar de Francia desde 2013 y sumado a esto el creciente sentimiento antifrancés de los malienses, la junta militar habla recurrentemente de su búsqueda de “alternativas” con otros socios, entre los que se cuenta Rusia.

Precisamente, la ayuda que está prestando a Mali ese país, en pleno choque ahora con la OTAN por el conflicto ucraniano, es uno de los factores que ha llevado a un recrudecimiento de la crisis bilateral. París acusa a Bamako de usar a mercenarios de la compañía militar rusa Wagner para entrenar a su ejército, algo que Mali ha negado hasta ahora. La UE ya ha impuesto sanciones a Wagner por cometer brutales violaciones de derechos humanos, como torturas, ejecuciones y agresión sexual en los países donde han sido contratados por sus gobiernos.

El pretexto para la decisión del Gobierno de transición maliense de dar 72 horas al embajador francés, Joël Meyer, para abandonar el país fueron las declaraciones recientes de responsables franceses que cuestionaron la legitimidad de la junta militar en el poder desde el golpe de Estado de agosto del 2020. El ministro maliense de Exteriores, Abdoulaye Diop, se refirió esta semana en concreto en televisión a las declaraciones del ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian quien el pasado 28 de enero calificó al Gobierno de Transición maliense de “ilegítimo”.

Este cruce de acusaciones no es un episodio aislado, sino que viene en cadena desde hace tiempo. En declaraciones recientes a la Prensa, el primer ministro maliense, Choguel Maïga, lamentó que las tropas francesas no hayan conseguido “destruir el terrorismo”.

La decisión sobre el embajador galo se produce días después de que la Junta Militar exigiera dos veces a Dinamarca retirar sus tropas de Mali por carecer de autorización para su despliegue. El país escandinavo replegó a sus 90 soldados que participaban allí en la coalición antiterrorista Takuba, dirigida por París y una de las cinco misiones internacionales presentes en el país, además de la francesa Barkhane, la europea de entrenamiento EUTM, la Minusma de la ONU y la G5 Sahel de los países de la región.

Lo que parece claro es que el rechazo a estas misiones internacionales por parte del gobierno golpista es cada vez más acusado y, sobre todo, más visible en palabras y gestos. Les señala directamente por obstaculizar los esfuerzos antiterroristas del Ejército maliense impidiéndole acceder a algunas zonas de su propio territorio y critica su inacción cuando los yihadistas llevan a cabo ataques en los pueblos, que en ocasiones dejan decenas de muertos.

En cambio, la ayuda de Rusia, calificada de “viejo a amigo” por Bamako, goza de un gran respaldo popular en el país, hasta entre las élites opositoras al golpe de Estado. En cambio, Francia, antiguo colonizador, despierta rechazo, tanto en Mali como en otros países del Sahel. La prensa francesa apunta esta semana que la ruptura con Mali puede ser inminente y sus consecuencias muy inciertas para toda la región.