Crisis en Ucrania
¿Qué es una operación de «falsa bandera», el pretexto ruso para invadir Kiev?
La inteligencia occidental asegura que el Kremlin busca una justificación que le permita defender su campaña militar en Ucrania
En Ucrania se teme que Rusia fabrique un ataque para invadir su territorio a través de una operación de «falsa bandera». Un hecho que podría permitir a Moscú justificar de alguna forma una intervención militar en el país, aunque solo se limite al territorio controlado por los separatistas en la región ocupada del Donbás.
Las operaciones de «falsa bandera» son un evento o acción cometido por un grupo para crear una percepción falsa sobre el otro lado, en el contexto de un conflicto se utiliza para establecer un escenario previo para la guerra. Las operaciones violentas de «falsa bandera» tienen un papel fundamental en la percepción pública de un ataque armado. Hasta ahora, ha sido parte del libro de estrategia del Kremlin en conflictos dentro y fuera de su fronteras. En Ucrania, Moscú necesita una justificación que le permita defender en casa una posible invasión.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ya denunció públicamente que se está cometiendo un «genocidio» en el Este de Ucrania y representantes rusos ante la ONU declaran que se están cometiendo «crímenes de guerra» en la región. Una táctica que ayudaría al Kremlin a crear un contexto idóneo, utilizado como una maniobra para tener a la opinión pública rusa y a los rusos en territorio ucraniano de su parte.
Según el Pentágono, se espera que operativos rusos ataquen a civiles de etnia rusa en Ucrania; seguido de la obtención de pruebas físicas para publicitar después las secuencias, como si hubiera sido un ataque del Ejército ucraniano contra Rusia, lo que le daría al Kremlin una excusa para la invasión.
En Occidente se teme que es poco probable que los esfuerzos diplomáticos puedan disuadir una invasión. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, entre otros líderes, han expresado su preocupación ante la posibilidad de que haya en ciernes una operación de «falsa bandera». Biden ha asegurado que «todos los indicios» apuntan a que la invasión podría llegar «en los próximos días» y, pese a las declaraciones del Gobierno ruso donde aseguran que no tienen intención de llevar a cabo una incursión en Ucrania, ha señalado que el riesgo sigue siendo «muy alto» en la zona. Los líderes europeos y funcionarios estadounidenses podrían estar haciendo sonar la alarma de «falsa bandera» como parte de una estrategia para presionar a Putin y alejarlo de ese camino.
Por su parte, el presidente ucraniano, Vlodomir Zelenski, no ha encontrado útiles las advertencias estadounidenses de un ataque. «Toda esta información solo ayuda a crear pánico», indicó durante una conferencia de prensa. En las últimas horas, el Ejercito ucraniano y los rebeldes prorrusos se han acusado mutuamente de violar el alto el fuego que teóricamente está en vigor. Kiev ha denunciado una treintena de ataques, entre ellos uno en una escuela infantil que se ha saldado con heridas para dos miembros del personal docente. A este respecto, el presidente Zelenski manifestó ayer desde las trincheras en la región de Donetsk, que el bombardeo de la guardería «por parte de las fuerzas prorrusas es una gran provocación».
Imprevisibilidad de Putin
La imprevisibilidad de Putin obliga a los servicios de inteligencia a manejar escenarios anteriores con similitudes al caso ucraniano. El 26 de noviembre de 1939 los soviéticos organizaron un ataque de falsa bandera en Mainila, en la frontera. Los cañones soviéticos bombardearon su propio territorio y se culpó a los finlandeses de la agresión. Finlandiapropuso una investigación, pero la respuesta de Moscú fue negativa.
En 1999, una serie de atentados con bombas en apartamentos en Rusia fueron atribuidos rápidamente, sin pruebas, a terroristas chechenos. Cuando se encontró una quinta bomba sin explotar en el sótano de otro edificio, se vinculó a un agente de inteligencia ruso, que fue arrestado y rápidamente liberado. Putin hizo de la venganza contra los terroristas chechenos una promesa de campaña, lo que ayudó a asegurar su victoria presidencial en 2000.
En 2008, Rusia envió soldados sin distintivos para provocar disturbios en Georgia. Cuando el Gobierno georgiano respondió, Rusia invadió la ex república soviética. El Kremlin llevó a medios de comunicación al enclave georgiano pro-ruso de Osetia del Sur, desde donde se retransmitieron historias de «genocidio» cometido supuestamente por las fuerzas georgianas contra civiles de etnia rusa. El Gobierno de Putin ha utilizado las operaciones de «falsa bandera» como parte de una maniobra para alterar la verdad. El Kremlin juega aquí con la veracidad, considerándola relativa; unido a la conspiración, estas tácticas se han generalizado en las declaraciones públicas de los funcionarios rusos.
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