Elecciones en Francia

La derecha monopoliza la campaña electoral en Francia

La seguridad y la identidad nacional dominan los discursos de los candidatos al Elíseo a 40 días de la primera vuelta de las presidenciales

Emmanuel Macron recibe a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a las puertas del Elíseo
Emmanuel Macron recibe a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a las puertas del ElíseoDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Un presidente apunto de lanzarse a la campaña, una batalla descarnada por la hegemonía de la ultraderecha y una izquierda atomizada y agonizante. Esta podría ser la foto del minuto y resultado para la carrera al Elíseo a 40 días de las elecciones presidenciales. El escenario de esta instantánea sería el de un país en decadencia. Así al menos lo estima un 75% de franceses según el último informe de IPSOS. Una percepción generalizada que entronca y explica las circunstancias de una campaña electoral que pivota en el centro derecha y en las cuestiones de identidad nacional.

La guerra de Ucrania ha irrumpido en la arena electoral de esta semana, más centrada en el poder adquisitivo, la seguridad en la calle o los valores republicanos en la escuela. El reto que tienen los candidatos es dar respuesta a estos problemas cotidianos y al mismo tiempo, a la pérdida de “grandeur” de la República, algo que no es nuevo y lleva ya lustros arrastrando Francia pero que se va reactualizando con las circunstancias de un mundo cambiante.

Muchas incógnitas quedan por despejar, incluso la de cuántos candidatos exactamente pelearán por la carrera al Elíseo ya que no se descartan abandonos en la nebulosa de candidaturas de la izquierda. Pero la demoscopia ya ofrece algunas tendencias que parece complicado no se cumplan. La primera es que Emmanuel Macron domina todos los sondeos con aproximadamente un 25% de intención de voto. El último tramo de gestión de la pandemia, el pase sanitario y su estilo diplomático hiperactivo parece que han hecho olvidar los momentos más duros que sufrió en el quinquenio especialmente con dos episodios que pusieron al mandatario contra las cuerdas: el movimiento de protesta de los “chalecos amarillos” y el escándalo de su guardaespaldas personal Alexander Benalla, acusado de agredir a manifestantes haciéndose pasar por policía en la manifestación del primero de mayo de 2018.

Pero todas aquellas polémicas que salpicaron a un joven presidente a inicios de su mandato han quedado amortizadas políticamente y la crisis sanitaria se encargó de borrar las trazas. El mejor aval para su reelección son las buenas cifras económicas que estos días luce Francia: con un mínimo histórico de desempleo en poco más del 7% y todos los indicadores de crecimiento en verde.

Otra tendencia que aparece clara en la demoscopia es la derechización del voto. Ningún candidato de izquierdas entre los cuatro primeros en los sondeos que son, además del presidente Macron, los ultraderechistas Le Pen y Zemmour y la conservadora Valérie Pécresse. Para encontrar un candidato de izquierdas hay que bajar hasta el quinto puesto con el izquierdista Jean-Luc Mélenchon que ya pide el voto útil para él ante los paupérrimos datos de ecologistas y socialistas. La candidata del PS, Anne Hidalgo, apenas llega al 2%. Los llamamientos a la unidad en la izquierda para impulsar una sola candidatura han sido un absoluto fracaso que tiene por resultado una atomización de candidaturas.

Pero la batalla más encarnizada se está viviendo en la ultraderecha. Tanto Marine Le Pen como el polemista Eric Zemmour quieren hacerse con la hegemonía de un espectro político que, hoy por hoy, tiene muchas posibilidades de enfrentarse en una eventual segunda vuelta a Macron. En esta guerra por liderar la ultraderecha, ambos candidatos van lanzándose zarpazos casi a diario con varios cargos del Reagrupamiento Nacional que han cambiado de bando para engrosar las filas de Zemmour y con una Le Pen que ha conseguido remontar en las últimas semanas frente a su rival posicionándose como una candidata con programa y experiencia frente a las polémicas constantes de Zemmour.

En el último sondeo publicado el pasado sábado por IFOP, esta batalla de la ultraderecha no puede estar más regañada con ambos candidatos en el 16% de los votos sacando uno de diferencia a la conservadora Valérie Pécresse, que si bien empezó fuerte nada más salir elegida el pasado mes de diciembre en las primarias de Los Republinos (LR), en las últimas semanas ha ido perdiendo fuelle.

De un lado de la balanza de Pécresse está su fama de buena gestora al frente de la región económica más importante del país, la parisina. Pero del otro, también pesa su mala oratoria en los mitines y su falta de punch. En las últimas semanas el campo de Pécresse vive obsesionado con conseguir un empujón que se antoja esencial para su campaña: el codiciado apoyo del ex presidente Nicolas Sarkozy que sigue guardando un medido silencio en esta campaña lo que deja entrever que su buena sintonía con Macron podría ser determinante en este apadrinamiento clave para el espectro del centro derecha.

Pécresse lleva dos meses intentando ampliar ese espectro entre el centro de Macron y la ultraderecha a sabiendas que hay un importante porcentaje de voto ultraconservador que ha sido conquistado desde el pasado verano por Zemmour. La receta de Zemmour es la apuesta por la nostalgia de un pasado glorioso de Francia al que le gustaría regresar. Su Francia es un país que, asegura, fue la Roma de Occidente, que está en declive desde la derrota de Napoleón en Waterloo y que ahora se encuentra al borde de la guerra civil y la extinción.

Cuando Zemmour afirma que el islam es incompatible con Francia o propone prohibir los nombres lejanos a una raíz judeocristiana como Mohammed, apela a esta sensación de país a la deriva que está marcando de forma fundamental el trasfondo de esta campaña en la que la izquierda agoniza.

El radical Jean-Luc Mélenchon es el único que podría plantar cara al pelotón de cabeza de Macron, Le Pen, Zemmour y Pécresse. Su buena dinámica de campaña comienza a recordar a la de 2017 cuando apunto estuvo de colarse en la segunda vuelta. Ahora mismo bordea el 11%, más del doble de intención de voto que cualquiera de los otros candidatos de la izquierda. Sus últimas intervenciones en televisión comienzan a reflejar un Mélenchon mucho más moderado y agradable, sabedor que solo la conquista del voto útil socialdemócrata puede permitirle acceder a una segunda vuelta que, hoy por hoy, es terreno casi imposible para la izquierda.