Desastre militar
Las bajas que Putin no reconoce en la guerra de Ucrania
Rusia aumenta sus incursiones aéreas para evitar que sus soldados mueran en el frente de batalla ucraniano. A pesar de los refuerzos, los caídos se cuentan por «miles»
El 1 de abril tendrá lugar la próxima entrada de reclutas en las Fuerzas Armadas de Rusia. Alrededor de 130.000 familias enviarán a sus hijos a los centros de reclutamiento, donde los jóvenes, de entre 18 y 25 años, pasarán a engrosar las filas del Ejército ruso como soldados rasos. Su próximo destino, seguramente sea el frente ucraniano. Y es que en los primeros 28 días de guerra, Kiev no ha caído a pesar de la superioridad militar. Con un Ejército de unos 900.000 soldados activos y dos millones de reservistas, la victoria se le atraganta a Vladimir Putin. Los avances se han estancado y las tropas rusas controlan más bien carreteras que regiones al completo. Los problemas logísticos y la falta de previsión –hasta algunos militares rusos se han congelado en Ucrania por carecer del equipo adecuado para el frío– se suceden, lo que mina la moral de los soldados.
Rusia se ha visto obligada a pedir ayuda militar a China, también ha hecho un llamamiento a que combatientes de países como Siria o de zonas ocupadas ya como Abjasia y Osetia del Sur (en Georgia) se unan a su campaña en Ucrania. Asimismo, los milicianos chechenos se encuentran en suelo ucraniano, sin olvidar a los mercenarios de Wagner, que se han sumado a la invasión y se exhiben por Donbás. En los últimos dos días, los rusos han aumentado las salidas de aviones militares sobre Ucrania. Hasta 300 incursiones en las últimas 24 horas, la mayoría de las cuales implican ataques aire-tierra. Hasta el lunes, Moscú había lanzado más de 1.100 misiles contra objetivos ucranianos, según la inteligencia de EE UU. Con la ofensiva aérea, Moscú intenta avanzar y proteger a sus soldados en la primera línea de batalla, pues ya acumula centenares de víctimas.
Por mucho que el Kremlin lleve con total secretismo las bajas entre sus tropas, los muertos afloran. Moscú solo ha reconocido 498 bajas. Una cifra que para la mayoría de expertos militares es demasiado modesta. De acuerdo con el Ministerio de Defensa ucraniano, ya habrían fallecido 15.300 soldados rusos. «El cálculo se complica por la alta intensidad de las hostilidades», aseguran en el comunicado. Lo cierto es que ningún organismo independiente ha dado aún el balance de caídos en el Ejército ruso.
Curiosamente, un medio ruso, «Komsomolskaya Pravda», publicó el lunes durante unas horas que «9.861 miembros de las Fuerzas Armadas rusas habían muerto y otros 16.153 habían resultado heridos». En cuanto empezó a compartirse en redes sociales y medios, el tabloide pro Putin las eliminó y después lo achacó a un «ciberataque».
De acuerdo con el teniente general (retirado) Ben Hodges, que ocupa la Cátedra Pershing de Estudios Estratégicos en el Centro de Análisis Político Europeo (CEPA), «el dilema ruso solo se ve agravado por sus bajas en combate». El teniente general asegura que es escéptico en cuanto al recuento de cadáveres por parte del enemigo, no obstante, sí cree que el número de bajas rusas «se cuenta por miles» y el número de heridos es mucho mayor del oficial. «El campo de batalla moderno es extremadamente letal, especialmente para los soldados mal entrenados o disciplinados». Es más, Hodges destaca que se trata de cifras muy elevadas para las primeras semanas y «muchas proceden de las unidades de élite rusas: son difíciles de reemplazar (y el Kremlin no podrá ocultar estas pérdidas a la opinión pública rusa durante mucho tiempo)».
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