Ucrania

Veneno, sanciones y Putin: Cómo trata de salvarse Abramovich

El oligarca ruso desarrolla un papel activo en las negociaciones de paz con Ucrania desde su cercanía con el Kremlin y con la intención de fondo de mantener su fortuna

Roman Abramovich, durante las conversaciones en Estambul
Roman Abramovich, durante las conversaciones en EstambullarazonAgencia AP

La apacible vida de lujo y glamur del olgarca ruso Roman Abramóvich, conocido para el público general sobre todo por presidir el club inglés Chelsea CF, se vio drásticamente interrumpida el pasado 24 de febrero con la invasión rusa de Ucrania. La súbita caída en desgracia del empresario, que fue sancionado por las autoridades europeas y británicas por su estrecha vinculación con el Kremlin el pasado 14 de marzo, e intentos de salvar su fortuna en las últimas semanas reúne todos los elementos de una novela de espionaje o de un film sobre la guerra fría: intentos de mediación en el conflicto al más alto nivel, sospechas de envenenamiento y de traición y aviones de lujo.

Nacido en 1966 de padres judíos de clase media en la ciudad rusa de Sarátov –a unos 850 kilómetros al sureste de Moscú- Roman Abramovich quedó huérfano a los tres años. Desde muy joven se dedicó a los negocios, y en la década de los 90 se dedicó de lleno al comercio del petróleo en plena transición de la Unión Soviética y forja de la nueva Rusia capitalista. Junto a su socio Boris Berezovksi, en 1995 adquirió la petrolera Sibneft en una subasta irregular –el magnate admitiría en ante la justicia británica haber llevado a cabo sobornos en la operación- por 250 millones de dólares. Convertido hoy en uno de los hombres más ricos del planeta, su fortuna alcanza, según la revista Forbes, a un patrimonio neto de 7.800 millones de dólares.

En la carrera ascendente de Abramovich hubo un decisivo paso por la política –de la que parece hoy definitivamente alejado- que le permitió ampliar decisivamente su círculo social en Rusia y, sobre todo, manifestar su lealtad a Putin en los primeros años del ex agente del KGB en el Kremlin: dos mandatos (de 2000 a 2008) como gobernador de la remota región rusa de Chukotka (51.000 habitantes repartidos en 737.000 kilómetros cuadrados con grandes reservas de petróleo, gas y oro). Fuentes cercanas al oligarca aseguran que si bien su relación con Putin dista de ser íntima, el mandatario ruso escucha al empresario (lo cual no es poco dado el estado de aislamiento y desconfianza en que vive desde hace años el presidente).

Cuando empezó la guerra, Abramovich –padre de siete hijos y pareja de una joven ucraniana- se encontraba en una de sus residencias en el sur de Francia (un lujoso castillo situado en la Costa Azul). El entonces dueño del Chelsea había sido convocado, junto a otros oligarcas, a una reunión con el presidente Putin el día de la invasión. El magnate voló a la capital rusa en su jet privado, pero no llegó a tiempo para el encuentro. Sin embargo, el jefe del Estado ruso le dio su beneplácito a partir de entonces como mediador, papel que trata de desempeñar hasta día de hoy.

Acusado de complicidad con la guerra por sus vínculos con Putin, el pasado 14 de marzo las autoridades de la UE decidían congelar los activos comunitarios de Abramovich. Antes, el 10 de marzo, el Reino Unido había hecho lo propio, incluyendo sus propiedades inmobiliarias y su colección artística (además del Chelsea FC de la Premier League inglesa, cuya venta anunció tras casi dos décadas al mando de la entidad el pasado 26 de febrero, días antes de que se anunciaran las sanciones). El magnate tiene vedado el acceso a suelo británico.

Mediación diplomática

Su deseo de contribuir al fin de la guerra –sus más cercanos aseguran que su deseo es genuino- y, también, de salvar su patrimonio le han empujado a tratar de mediar en el conflicto. Siempre a bordo de su flota de su Boeing 787 personal, el empresario ha emprendido desde que comenzara el conflicto una frenética carrera de diplomacia personal y paralela, que lo ha llevado a vivir a caballo entre Rusia, Israel y Turquía. El discreto Abramovich también se ha reunido en Ucrania dos veces en las últimas semanas con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, según fuentes del “Financial Times”.

Justamente en la reunión celebrada en Kiev entre representantes rusos y ucranianos el pasado 3 de marzo, según una información de “The Wall Street Journal” y el portal “Bellingcat”, el magnate –y dos negociadores de la delegación ucraniana- se había sentido indispuesto presentando síntomas compatibles con los de un envenenamiento (descamación leve de la piel y enrojecimiento y dolor ocular). Abramovich perdió la visión y tuvo que ser tratado en Turquía. Cierto es que por una vez las inteligencias estadounidense y rusa coincidían en atribuir a factores ambientales los supuestos síntomas sufridos por el empresario.

El oligarca fue uno de los protagonistas de las negociaciones celebradas en Estambul el pasado martes. Aunque no formó parte de la delegación rusa, el empresario tuvo ocasión de intercambiar pareceres con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Pero, ¿puede una figura que durante años ha apoyado y justificado al régimen ruso en Europa servir de mediador independiente en la guerra de Putin en Ucrania? El tiempo dirá si la caída en desgracia del magnate, del superviviente y silente Abramovich, es definitiva o si, como otras veces en su vida, será capaz de sortear la dificultad.