Elecciones en Francia
Macron se somete a las urnas bajo la sombra de Ucrania
La invasión rusa es la última crisis a la que se ha enfrentado el presidente francés en su mandato. Tras superar la de los «chalecos amarillos» y la covid mañana los electores juzgarán su rol de estadista
La campaña se ha caracterizado por una enorme falta de entusiasmo, tanto por parte de los electores como de los candidatos. La guerra en Ucrania ha ocupado todos los informativos y la atención de los franceses, de manera que no se ha visto los tradicionales debates televisivos ni frecuentes eventos políticos. Todo indica que Francia se encamina hacia una repetición del escenario de 2017: el presidente Emmanuel Macron y la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, irían a una segunda vuelta el 24 de abril, en la que el líder de LREM resultaría nuevamente ganador.
Por supuesto, nada está escrito. Pero, ciertamente, Macron tiene varias ventajas que lo ponen a la cabeza de las encuestas y una de ellas es que ha sabido sobrevivir a diferentes crisis durante sus cinco años de mandato.Los «chalecos amarillos», el coronavirus y la reciente guerra en Ucrania, lejos de debilitarlo, lo han favorecido. Parece ser un gato de siete vidas que siempre cae de pie.
Una de las primeras crisis que atravesó Macron fue la de los recordados «chalecos amarillos», que llegaron a movilizar casi tres millones de personas entre finales de 2018 y principios de 2019. Un movimiento social que exigía detener el impuesto al carbón, que implicaba aumento de los servicios de energía y combustibles, también pedía mejoras salariales y un incremento en el nivel de vida de los trabajadores de las clases baja y media. Los «chalecos amarillos» exigían simplemente «llegar a fin de mes», denunciando que un sueldo de 1.100 euros no alcanzaba para nada. Los cantos políticos de las protestas amarillas se volcaron rápidamente contra Macron, pidiendo su renuncia y quemando su foto.
Cada sábado, París y otras ciudades del interior eran escenario de fuertes enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes, hasta sumar más de 2.000 heridos y casi 6.500 detenidos. Las organizaciones de derechos humanos dan cuenta de unos 500 casos de abuso policial. En diciembre de 2018, el presidente decidió frenar la decisión de aumentar el precio de los combustibles, en un intento de desarticular la protesta. A partir de allí, el movimiento se fue desinflando solo. ¿Salió Macron fortalecido de esta crisis? No realmente. Sobrevivió, políticamente hablando, pero las raíces del descontento siguen bien presentes: bajo poder adquisitivo, desigualdad entre las ciudades y el campo y una percepción de «desprecio» por parte de las élites siguen siendo caldo de cultivo para un nuevo estallido social.
Una de las peores crisis que ha vivido Macron, Francia y el mundo entero es, por supuesto, la pandemia de covid-19. En Francia, el balance después de dos años de convivir con el virus es de 26 millones de contagios y más de 140.000 muertos. Una tragedia, sin duda. Pero en la ruta final hacia las elecciones presidenciales, la gestión que hizo el presidente francés de la pandemia se ha convertido en un activo de campaña y un arma política eficaz. Para ello, Macron debió calmar sus ideas de liberalismo económico y hacer algo tremendamente popular en la tierra nostálgica de Miterrand: torcer el timón a la izquierda. El confinamiento cerró empresas, escuelas, centros de entretenimiento, aeropuertos y miles de fuentes de trabajo. El Estado francés tuvo que salir al ruedo, desembolsando una serie de ayudas monetarias que pudieran paliar la situación y calmar el pánico de empresas y trabajadores.
Se extendieron las ayudas del «desempleo parcial» - equivalente en España al Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) - a todos los trabajadores, sin excepción, asumiendo el 100% del coste de horas no trabajadas. También se anunció la creación de un fondo de solidaridad de 2.000 millones de euros para las pymes, empresarios autónomos y micro emprendedores. Se creó igualmente un fondo de garantía de 300 mil millones de euros para nuevos préstamos bancarios, que inyectaron liquidez a la economía. La frase «cueste lo que cueste» fue un estandarte pronunciado en junio de 2021 por Macron anunciando que su gobierno había movilizado un monto global de 500 miles de millones de euros para mantener la economía a flote. Una cifra que generó miedo -y deuda- a largo plazo pero que permitió aliviar los efectos de la paralización de actividades en lo inmediato.
Para estas elecciones, Emmanuel Macron no ha hecho una campaña tradicional. En realidad, sería más justo decir que no ha hecho campaña en lo absoluto. Anunció su candidatura en el último minuto y se ha consagrado a ocuparse de la guerra en Ucrania desde su posición de presidente de la Unión Europea. Y sí, evidentemente, las 18 conversaciones telefónicas que ha sostenido con Vladimir Putin, el encuentro que tuvieron en Moscú – a pesar de los miles de chistes que generó la mesa kilométrica que los separaba – y los anuncios de envío de material de guera, apoyo económico, aplicación de sanciones contra Rusia y el recibimiento de miles de ucranianos en suelo francés han sido un argumento de campaña valiosísimo para Macron.
Nada le gusta más a los franceses que sentir que Francia «está al mando» y esa es precisamente la sensación que el mandatario ofrece en este momento, aunque muchos critiquen que siga intentando la vía diplomática con Moscú. Pero además, hay una impresión general de que no es el momento de «cambiar de piloto» frente a una guerra que bien pudiera extenderse hasta Francia. Especialmente cuando los dos principales rivales de Macron, Marine Le Pen yJean Luc Mélenchon, tienen un largo historial de afinidades y admiración por Vladimir Putin. El fantasma de un nuevo gobierno colaboracionista al estilo de Vichy, aunque improbable, inclina también la balanza hacia su reelección.
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