Ucrania

“Si Putin quiere conquistar Odesa, tendrá que matarnos a todos”

Tras la masacre de la estación de tren de Kramatorsk, las autoridades locales han advertido del “peligro muy real” de que aumente el número de ataques aéreos contra esta ciudad, conocida como la perla del Mar Negro

Las autoridades locales han decretado un toque de queda de 36 horas que empezó este sábado por la noche y terminará hoy por la mañana
Las autoridades locales han decretado un toque de queda de 36 horas que empezó este sábado por la noche y terminará hoy por la mañanaPetros GiannakourisAgencia AP

«Si Putin quiere conquistar Odessa tendrá que matarnos a todos». Así de contundente se mostró Mykola, uno de los soldados apostados en el puesto de control por el que se accede a la zona portuaria e histórica de la ciudad, ahora cerrada a cal y canto por motivos de seguridad, y a la que sólo se puede acceder «si vives en la zona o acompañado por un miembro acreditado del ejército», añadió.

Conocida como la perla del Mar Negro y fundada en 1794 por el almirante español luchando bajo las órdenes de Catalina la Grande, el aristócrata José Pascual Domingo de Ribas y Boyons, la ciudad ha pasado de ser el destino turístico preferido de los ucranianos a una urbe fortificada y preparándose para una eventual invasión terrestre, o anfibia, por parte de Rusia. Una amenaza que se hace más que evidente en los múltiples controles del Ejército ucraniano comandados por los voluntarios de la Defensa Territorial, en su mayoría hombres jóvenes, nerviosos y siempre en tensión obsesionados por dar cazar a posibles saboteadores y espías rusos.

Mientras, los habitantes están capeando los bombardeos de las fuerzas del Kremlin. Durante la medianoche del pasado jueves se produjo el mayor ataque cuando «tres cohetes lanzados desde la península de Crimea alcanzaron un puesto militar ucraniano», causando al menos un muerto, según fuentes del Gobierno de Zelenski. Por su parte, el portavoz del ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, informó que el ataque se llevó a cabo con «varios misiles bastion que destruyeron un centro de mercenarios» presuntamente situado en la costa del estuario Kuyalnitsky, cerca de la estación de Kulindorovo.

A pesar de que parte del millón de habitantes que la ciudad oriental tenía antes de la guerra ha decidido huir, muchos de los que se han quedado lo hacen a sabiendas de que «si Mariupol cae, luego lo hará Mikolaiv (a 112 kilómetros de Odesa), y los siguientes seremos nosotros», explica Pavel, un joven que antes trabajaba como camarero en uno de los muchos locales nocturnos cerrados y que ahora se desvive como voluntario «para ayudar a los más necesitados en la ciudad».

En el punto de mira de Rusia

Las autoridades locales han decretado un toque de queda de 36 horas que empezó este sábado por la noche y terminará hoy por la mañana. Después del bombardeo y masacre en la estación de tren de Kramatorsk, que dejó 52 víctimas mortales, el gobierno local aseguró que existe «un peligro muy real» de que aumente el número de ataques aéreos por parte de las fuerzas del Kremlin, las cuales «han incrementado el reconocimiento aéreo de la zona», según declaró el portavoz militar de la Administración regional, Serhiy Bratchuk. Una clara señal de que esta ciudad conocida por su cultura, museos o el famosísimo parque Gorky, «probablemente estará en el punto de mira de la próxima ofensiva rusa», aseguró el consejero del Ministerio del Interior, Vadim Denisenko.

De momento, la amenaza contra Odesa no es terrestre y sólo viene desde el cielo en forma de misiles de largo alcance, drones de combate y de reconocimiento que la artillería antiaérea ucraniana intenta abatir, sobre todo por la noche, retumbando por las calles inmortalizadas por el cineasta ruso Sergei Eisenstein en su película «El acorazado Potemkin» (1925). Un filme que transcurre en plena Revolución rusa de 1905 y narra la historia de la tripulación de dicho buque que se amotinó contra el régimen brutal y tiránico de sus oficiales, al igual que ahora Ucrania lo ha hecho contra la invasión rusa que quiere cercenar sus aspiraciones europeas.

«Esta no es la primera vez que un Ejército ataca Odesa. El canalla que se sienta en el Kremlin está convencido de que nuestra ciudad le pertenece porque dice que es un símbolo de Rusia. Pero se equivoca, esto es Ucrania y ningún dictador nos la robará como intentaron hacer los nazis», aseguró Maksim, un taxista que no ha dejado de trabajar desde el pasado 24 de febrero, cuando empezó la invasión rusa en el país, conduciendo a cientos de habitantes hasta la frontera con Palanca, en Moldavia, «para que puedan huir hasta que vezamos», concluyó.

El alcalde, Gennadiy Trukhanov, el cual ha sido acusado en varias ocasiones de ser partidario de Rusia, según informó «The Economist», aseguró en marzo que «los hombres de Putin se están comportando como fascistas. El bombardeo indiscriminado en los territorios rusoparlantes del este es imperdonable y ha destruido cualquier ilusión que tenía antes. El Señor Putin está borracho de fama y poder».

Sin embargo, el presidente ruso no sólo quiere conquistar esta ciudad mezcla de bohemia literaria y centro de negocios por su evidente historia rusófona, sino porque es el puerto comercial más importante de Ucrania por donde pasan el 65% de todas sus importaciones y exportaciones marítimas. Además, de caer en sus manos, el Gobierno de Kiev perdería su principal salida al Mar Negro, cosa que probablemente resultaría en el colapso de la ya maltrecha economía nacional.

A pesar de que el Ejército ucraniano está en clara desventaja en cuanto a equipamiento militar y número de fuerzas terrestres, para Peter Oukhov, miembro del Consejo Municipal de la ciudad, «el éxito del Ejército ruso en estos lares es casi imposible porque, como en la capital, Kiev (Kyiv, en ucraniano) y en el resto del país, los residentes se han preparado por si llega el momento de luchar junto a los militares». Los ucranianos son conscientes de que tras la retirada precipitada de Kiev, el Ejército ruso necesita anotarse una victoria militar en el terreno y tiene sus ojos puestos en la región oriental del Donbás.