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Macronismo: Ni de derechas ni de izquierdas, ¿por qué es el partido favorito?

Hace cinco años un desconocido ex ministro de Economía salió elegido presidente de Francia aprovechando la crisis del bipartidismo y el rechazo a la extrema derecha. Hoy el presidente candidato parte como favorito para obtener la reelección

EL presidente candidato Emmanuel Macron en un acto de campaña hoy en Francia
EL presidente candidato Emmanuel Macron en un acto de campaña hoy en FranciaFrancois MoriAgencia AP

Corre el año 2016 en Francia. Un joven político, de apenas 38 años, un ex ministro de Economía prácticamente desconocido y sin un partido que lo respalde, anuncia su candidatura a la Presidencia francesa. Los sondeos más generosos lo ubican en 14% de intención de voto. Es un outsider sin fuerza. Pero la búsqueda de una alternativa a los partidos tradicionales de derecha e izquierda y la barrera que Francia decidió levantar contra el ultraderechismo de Le Pen, dan el batacazo: Emmanuel Macron llega a la presidencia.

Y con él, un nuevo movimiento: el macronismo. La profesora y politóloga, Myriam Revault d’Allonnes, autora del libro “El espíritu del macronismo o el arte de desviar conceptos” lo define como un “movimiento incomprensible desde el punto de vista de las categorías políticas tradicionales. Y es aún más incomprensible cuando se le asocia a una visión del mundo ligada a la flexibilidad, la movilidad, no solamente en el plano económico sino en el camino de la vida”. En términos menos poéticos, el macronismo es pragmatismo. Es la maleabilidad de inclinarse hacia la derecha o hacia la izquierda según la situación.

Macron se define a sí mismo como liberal y no pierde oportunidad de repetir una frase que le ha caracterizado en los últimos cinco años: “Hay que trabajar más para ganar más”. Esto, en respuesta a quienes se quejan de un bajo poder adquisitivo o de los altos precios del combustible, entre muchas otras cosas.

Pero ese mismo Macron, liberal con frecuentes coqueteos con la derecha, también fue el que activó uno de los dispositivos de ayudas sociales más importantes del mundodurante los dos años de pandemia. Subvenciones, garantías de préstamos, pagos de salarios, ayudas a grandes y pequeñas empresas y otros desembolsos del Estado por un gran total de 500.000 millones de euros fueron un evidente viraje hacia la izquierda que demostró la flexibilidad del macronismo. Esto, apenas semanas después de haber conformado un gabinete con varias figuras cercanas al expresidente Nicolás Sarkozy: Jean Castex, como primer ministro; Gérald Darmanin como ministro del Interior; Roselyn Bachelot en la cartera de Cultura y Bruno Le Maire, repitiendo en Economía.

Un gabinete de derechas tomando decisiones de izquierdas. Eso es el macronismo. También es retroceder cuando las cosas salen mal. Es el caso de las protestas de los Chalecos Amarillos, que llegaron a movilizar casi tres millones de personas a finales de 2018 y principios de 2019. Los fuertes enfrentamientos entre la policía y los manifestantes sumaron más de 2.000 heridos y casi 6.500 detenidos. París y otras ciudades como Lyon, Estrasburgo o Marsella estuvieron impregnadas de olor a gas lacrimógeno por varias semanas. En diciembre de 2018, Macron decidió frenar la decisión de aumentar el precio de los combustibles para calmar la protesta. El país rey de las manifestaciones había vuelto por su tradicional victoria de calle. Y Macron, sin importar el nombre de su ideología, tuvo que obedecerle.

Acusado de arrogante

Si hay algo de lo que se ha acusado constantemente a Emmanuel Macron – y se refuerza con cada debate electoral- es de ser arrogante.

Sus respuestas apoyadas en cifras, análisis, citas y desparpajo le dan un tono altivo que muchos no le perdonan. “Es el presidente de los ricos”, “Espero que esta vez no juegue al sabelotodo”, “Mira esa mueca de perdonavidas” - son algunos de los comentarios que inspiran sus intervenciones televisadas.

Y en ese sentido, ha habido varios episodios memorables, como en junio de 2018, cuando un alumno de secundaria tuvo “la informalidad” de llamar al presidente “Manu” durante un acto de conmemoración del mensaje de resistencia enviado por De Gaulle a los franceses durante la Segunda Guerra Mundial. Macron, visiblemente molesto, le respondió: “A mí, me llamas señor presidente. Estás en una ceremonia oficial, así que te comportas como debe ser. Me llamas señor presidente de la República o señor, ¿de acuerdo?”.

Un regaño que le valió al presidente un millón de críticas y que generó un rosario de insultos en su contra: soberbio, prepotente, sobrado, arrogante, creído, grosero y pare de contar.

Meses más tarde, en septiembre de 2018, Macron también fue objeto de críticas cuando se dirigió a un joven agricultor que se lamentaba de no conseguir trabajo. Macron, con actitud altiva, le contestó: “Hoteles, cafeterías, restaurantes… cruzo la calle y te lo encuentro”.

La frase resonó en toda Francia y el mundo, pero sobre todo, cayó mal en la extrema izquierda que lo acusó de “despreciar a los desempleados desde las alturas de su casta insoportable”, según palabras del diputado Eric Coquerel.

Y más recientemente, apenas en enero, Macron sumó otro nivel de dureza a su discurso, pronunciando una frase que quedaría para siempre en la memoria de Francia: “Tengo muchas ganas de joder a los anti-vacunas”. Esto, haciendo referencia a la obligatoriedad de presentar el pase vacunal anti-covid para hacer casi cualquier cosa en el país: entrar a restaurantes, eventos deportivos, museos, conciertos, viajar en tren o en avión.

Macron fue duramente fustigado por estas palabras, no solamente por el tono vulgar en sí mismo – que la mayoría encontró escandaloso- sino también por lo que suponía arremeter contra la libertad de escoger entre vacunarse o no contra el covid 19. Días después, 18.000 personas salían a las calles de París a responderle a Macron con pancartas y cantos políticos que decían: “Nosotros te jodemos a ti”.

¿Existe el Macronismo sin Macron?

Para la segunda vuelta electoral de este domingo, las encuestas apuntan a una victoria de Emmanuel Macron. Pero aún si resultara reelecto en 2022, su mandato como presidente sólo podría extenderse hasta 2027. ¿Qué va a pasar después de esa fecha? Si Macron deja la silla presidencial, ¿el macronismo desaparece?

No necesariamente. Con el descalabro de los partidos tradicionales y el futuro desgaste de los candidatos de los extremos, Marine Le Pen en un eventual tercer intento en 2027 y Jean-Luc Mélenchon que ha anunciado que no se lanzará más a la presidencia, el Macronismo puede tener una continuidad importante.

De hecho, ya algunos nombres resuenan en la escena política y en la memoria de los franceses. El primero es Edouard Philippe, ex primer ministro de Macron, actual alcalde de la ciudad de Le Havre y fundador del partido Horizons, con el que espera consolidar una victoria interesante en las legislativas de junio. Nadie olvida cómo la barba de Philippe iba tornándose blanca como una mancha durante su gestión como “premier”, reflejo de las dificultades y el estrés de tener a todo un país bajo su responsabilidad. Francia sufrió con su barba blanca, escuchó sus discursos firmes ante el Congreso y desarrolló una empatía que bien pudiera tener beneficios electorales.

En su punto más alto de popularidad, Philippe se retiró a Le Havre y dejó el camino libre a Emmanuel Macron para su reelección. Se especula enormemente sobre un “pacto de caballeros” en donde Philippe apoyaría a Macron en su deseo de reelegirse y Macron apoyaría a Philippe en su deseo de lanzarse a la presidencia más adelante. Quid pro quo.

Más recientemente se escucha también el nombre de Gabriel Attal, joven portavoz del Gobierno de Macron. En los últimos dos años, se ha encargado de hacer los anuncios relacionados con el covid-19 y los temas álgidos de la agenda gubernamental. Es también la cara que responde a las afiladas preguntas de la prensa. En 2017, a sus 28 años, fue electo diputado a la Asamblea Nacional por el partido En Marche de Emmanuel Macron. Un año después, a sus 29, Attal fue nombrado secretario de Estado, lo que lo convirtió en el miembro más joven que un gabinete francés haya tenido desde 1958. Gabriel Attal transmite prestancia y seguridad en todas sus alocuciones; es joven, dinámico, activo en redes y lleno de energía. Lo que lo hace perfilarse desde ya como un futuro candidato presidencial a la imagen de Emmanuel Macron.