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Royals

Camilla debuta a los 75 años

La que fuera «enemiga» de la Corona puede ahora reforzarla

La Reina Camilla Arthur Edwards/The SunGTRES

«Cuando mi hijo Carlos se convierta en rey, sé que le brindaréis a él y a su esposa, Camila, el mismo apoyo que me habéis dado a mí; y es mi más sincero deseo que, cuando llegue ese momento, ella sea conocida como reina consorte mientras continúa con su leal servicio». Fue el pasado febrero cuando Isabel II acabó en un comunicado con las especulaciones sobre el título que ostentaría la duquesa de Cornualles. Más allá de zanjar un asunto peliagudo para el Gobierno de la nación y los cortesanos, lo que pretendía la difunta soberana era reconocer lo que 20 años atrás le hubiera parecido impensable: que su hijo Carlos había sabido elegir a quien amar y que respetaba y apreciaba la capacidad de Camila para ganarse el afecto de una nación que la llegó a aborrecer con la misma intensidad que admiraron a la princesa Diana.

En el mismo momento en que Carlos ha sido proclamado rey, ella ha adquirido su condición de consorte y asume unas responsabilidades que, de hecho, están aún por definir, aunque no serán muy distintas a las que desempeñaba Felipe de Edimburgo, básicamente como acompañante del monarca y su representante en actos menores. Sin embargo, puede que su imagen resulte más trascendente de lo que parece, dada la escasa popularidad de su marido, corto en empatía, destacado representante de la tradicional frialdad de la realeza británica, carente del ingenioso humor que caracterizaba a su madre. Justamente esos atributos son los que puede aportarle Camila en sus apariciones públicas, la proximidad tan necesaria sin la que hoy en día no se entiende la monarquía.

Carlos III junto a Camila, llegan a Buckingham tras la muerte de Isabel IIOLIVIER HOSLETAgencia EFE

Un «viejo murciélago»

«Lamento que tenga que fotografiar a un viejo murciélago esta mañana», le dijo divertida al fotógrafo que la revista «Vogue» envió para ilustrar una entrevista por su 75 cumpleaños, que fue portada del pasado mes de julio. El redactor acompañaba la frase describiéndola como una mujer cautivadora y cálida. Sin duda, la casa real está sabiendo reforzar un perfil en los medios que, según quienes mejor la conocen, no deja de responder fielmente a la realidad.

Su carácter paciente y rocoso ante las inclemencias, pero afectuoso en las distancias cortas, finalmente también le permitió superar el mayor de sus desafíos: que Guillermo y Enrique la admitieran como parte de la familia, hasta el punto de que ambos mantienen una muy buena relación con los dos hijos de Camila, de su primer matrimonio con Andrew Parker-Bowles. El mayor, Tom, es un muy conocido escritor y crítico gastronómico que ha ejercido como jurado en concursos televisivos del estilo de Masterchef. Hace un año sufrió la pérdida de su segunda pareja por el cáncer; de la primera tiene dos hijos adolescentes. Su hermana, Laura Lopes, trabaja en el mundo del arte promocionando nuevos talentos. Casada con un financiero distinguido por su larga estirpe aristocrática y por haber sido modelo de ropa interior, es madre de los otros tres nietos de Camila.

Línea sucesoriaTeresa Gallardo

A Laura se la conoce como la «hija fantasma» por su alergia a aparecer en los medios. Tom encaja mejor su notoriedad: «No hay nada que pueda ofenderme. Me han dicho de todo», reconoció en una entrevista tras ser acusado de consumir estupefacientes. Los dos hermanos decidieron desde el comienzo no estar vinculados a la familia real como institución ni aceptar ningún título. «Nosotros somos los hijos plebeyos. Nos quedamos a un lado», zanjó Tom cuando le preguntaron sobre ello en televisión. Y nada va a cambiar aunque su madre sea reina, solo que ahora tendrán que acercarse a Buckingham para ver a mamá.

Camila saluda a los ciudadanos que se agolpan a las puertas del Palacio de BuckinghamOLIVIER HOSLETAgencia EFE

Camila hubiera preferido continuar viviendo en Clarence House, algo más parecido a un hogar que el palacio real, pero para Carlos «Buckingham es el símbolo más distintivo de la monarquía y está en el corazón de la capital de la nación, por lo tanto, esa debe ser su residencia» señalaba hace unas semanas una fuente del todavía príncipe de Gales al «Daily Mail».

La reina tendrá que acostumbrarse al nuevo entorno, a disfrutar menos del campo, a donde en otra vida se hubiera retirado para gozar de una jubilación tranquila, también a pasar menos tiempo con su marido tomando un té o leyendo en silencio cada uno en un extremo de la habitación, como revelaba en la entrevista con Vogue. «Cuento con la ayuda de mi querida esposa Camila para las tareas que debo desarrollar —aseguraba Carlos III en su primer discurso como rey—. Sé que estará a la altura de las exigencias de su nuevo papel gracias a su devoción por el deber». Una devoción que le lleva a sentarse en un trono que, lo que es la historia, nunca quiso ocupar.

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