Reino Unido

El rey Carlos III promete defender la democracia británica

El nuevo monarca se dirige a las dos Cámaras y elogia los «principios preciosos» que rigen el gobierno constitucional

Carlos III mostró hoy su compromiso con la monarquía parlamentaria de Reino Unido con un histórico discurso ante las dos Cámaras de Westminster en el que elogió la figura del Parlamento como «instrumento vivo que respira de nuestra democracia». «Estando aquí ante ustedes, no puedo evitar sentir el peso de la Historia que nos rodea y que nos recuerda las tradiciones parlamentarias cruciales a las que los miembros de ambas cámaras se dedican con tanto compromiso personal», declaró en una intervención en la que, una vez más, volvió a rendir tributo a Isabel II, fallecida el pasado jueves en Balmoral a los 96 años, tras un reinado de siete décadas.

«Cuando era muy joven, su difunta Majestad se comprometió a servir a su país y a su pueblo y a mantener los preciosos principios del gobierno constitucional que se encuentran en el corazón de nuestra nación. Este voto lo mantuvo con una devoción insuperable. Ella dio un ejemplo de deber desinteresado que, con la ayuda de Dios y sus consejos, estoy resuelto a seguir fielmente”, recalcó en un acto en el que no pudo evitar emocionarse cuando, por primera vez en la era carolina, sonó en su honor el Dios Salve al Rey en la casa de una de las democracias más antiguas de Europa.

Desde el primer momento, Carlos III, de 73 años, se ha puesto a trabajar en el cargo para el que llevaba preparándose toda una vida. Y aunque tiene ahora un papel protagonista en todas las celebraciones para rendir tributo a su progenitora, compagina su apretada agenda con su nueva labor como jefe de Estado y máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra.

Tras finalizar el acto en Westminster, puso rumbo a Edimburgo, donde, en su primera visita como monarca, pasó revista a la Guardia de Honor y participó en la tradicional Ceremonia de las Llaves, cuando se le entregan las llaves de la ciudad, que él devuelve a las autoridades electas para su cuidado. Asimismo, mantuvo una audiencia en el Palacio de Holyroodhouse con la ministra principal escocesa, la nacionalista Nicola Sturgeon en la que le prometió lealtad a pesar de planificar un referéndum para el próximo año. El viaje a Escocia es parte de una gira que le llevará por las cuatro naciones que componen Reino Unido y que este martes tendrá parada en Irlanda del Norte, donde la situación tampoco es fácil por las tensiones políticas desencadenadas por los nuevos controles aduaneros post Brexit.

Por su parte, el cortejo fúnebre con los restos de la reina Isabel II salió este lunes del palacio real de Holyroodhouse, en Edimburgo, hasta la catedral de St. Giles, donde el ataúd permanecerá hasta que este martes sea llevado a Londres, de cara al funeral de Estado el día 19 en la Abadía de Westminster. Los guardias del Regimiento de Escocia, con sus faldas tartán y sus boinas escocesas, flanqueaban el coche fúnebre a lo largo del trayecto, colorido, pero marcado por la visible tristeza de la gente.

Por detrás del féretro, cubierto con el estandarte real de Escocia y una corona de flores, estaban sus cuatro hijos en una procesión encabezada por el propio Carlos. Todos llevaban su uniforme militar a excepción del príncipe Andrés, alejado de la vida pública desde 2019 por un escándalo de abusos sexuales a una menor que él siempre ha negado.

Con la presencia de la princesa Ana es la primera vez que las mujeres forman parte de esta especial guardia, rompiendo, en consecuencia, un protocolo histórico. Su origen data de 1936, con la muerte de Jorge V, abuelo de Isabel II. En aquella ocasión, cuatro de sus cinco hijos (uno de ellos, Juan, ya había fallecido) ‘hicieron guardia’ en la capilla ardiente una vez que esta se hubo cerrado al público que había acudido a dar su último adiós al soberano. Desde entonces, la Vigilia de los Príncipes ha tenido lugar en una única ocasión, con el fallecimiento de la reina madre. Fueron sus nietos, quienes se encargaron de hacer tan conmovedora guardia el 8 de abril de 2002.

Cuando falleció Felipe de Edimburgo no se llevó a cabo por restricciones de pandemia y siguiendo sus propios deseos, aunque sí ‘escoltaron’ al féretro en la procesión nueve miembros de la Familia Real. En aquel ritual se encontraban, los hijos y los nietos varones del duque y, junto a ellos, presidiendo la comitiva al lado del ahora Rey de Inglaterra, la Princesa Ana.

Durante el servicio religioso que tuvo lugar en la catedral de St. Giles, se escuchó una interpretación en gaélico de la conocida cantante folclórica escocesa Karen Matheson del Salmo 118, un gesto tremendamente simbólico, ya que el gaélico fue perseguido sistemáticamente hasta casi la extinción durante un período de siglos, primero por la propia Corona inglesa y luego por el Gobierno británico. Una ley parlamentaria de 1616 llegó a prohibir específicamente la enseñanza del «irishche» (como se conocía entonces al gaélico) en las escuelas primarias de Escocia. En la ceremonia, la ministra principal escocesa leyó un fragmento de la Biblia: «Hay un tiempo para todo. Tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para recoger; tiempo para matar y tiempo para sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir».

Y así ha sido. Se llegó a pensar que Isabel II era la reina inmortal. Sin embargo, ha llegado el momento de decirle adiós, un momento histórico, el fin de una era. Tras estar 24 horas en la catedral de Edimburgo, donde se han acercado miles de personas a rendirle respeto, el féretro con los restos de la reina de Inglaterra será trasladado este martes hasta Londres, donde también se instalará una capilla ardiente para que los ciudadanos puedan rendir tributo a la que, sin duda alguna, ha sido la última reina global.